Foto: (c) Dehaspe / MSF |
MEDICINAS
PARA RICOS
A las multinacionales farmacéuticas ya no les
compensa seguir investigando sobre la malaria o la enfermedad del
sueño, es más productivo descubrir medicamentos contra la obesidad, la
calvicie o la impotencia, con un mercado y dinero asegurados. Por esta
causa los países más pobres se encuentran sin tratamiento específico
para sus enfermedades, y con medicinas caras que no pueden pagar.
Texto:
Marta Iglesias.
Foto: (c) Roger Job / MSF
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Actualmente
mueren en el mundo 17 millones de personas al año, que no tienen acceso
a medicamentos esenciales. Según la ONG Médicos sin Fronteras (MSF),
el acceso a medicinas es uno de los derechos humanos básicos del que
carece un tercio de la población del planeta, lo que equivale a hablar
de 2.000 millones de personas. La falta de medicamentos puede
relacionarse directamente con una pobre economía. De esta manera hay
enfermedades en África para las que se conoce un tratamiento que ya no
se fabrica; enfermedades en el Tercer Mundo que disponen de tratamientos
anticuados, que no se han seguido investigando; aparecen medicamentos de
calidad deficiente o falsificaciones y, sobre todo, existen medicinas a
precios prohibitivos para estos países.
Si esto se da con gran parte de las enfermedades que aquejan al Tercer
Mundo, qué decir del SIDA. Los altos precios de las multinacionales
farmacéuticas y la indiferencia de gobiernos hacen que mucha población
pobre se muera de la considerada plaga del siglo XX. Pero ya hay países
que comienzan a rebelarse y, saltándose el sistema de patentes,
elaboran medicamentos genéricos contra el VIH muchísimo más baratos
que las grandes compañías farmacéuticas.
Frente a todo ello, sólo se alzan voces de ONG que trabajan sobre el
terreno, como Intermón-Oxfam y MSF en nuestro país. "No es de
extrañar, después de ver las durísimas denuncias por parte de las
ONG, que las multinacionales prefieran negociar con los gobiernos, a los
que pueden pedir contrapartidas. Las ONG exigen justicia, no comercio.
Ni caridad", son las palabras de Arancha Desojo, farmacéutica y
experta en cooperación sanitaria.
Problemas
sobre el terreno
En un comunicado reciente
a los medios de comunicación, los voluntarios de MSF en Uganda y Sudán
se quejaban indignados ante la imposibilidad de acceder a un medicamento
de vital importancia para curar la enfermedad del sueño. Una
enfermedad, mortal y endémica en África, que tiene una medicina que la
cura, pero ya no se fabrica porque económicamente no es rentable. En
1996, 150.000 personas murieron por falta de un medicamento específico
contra esta enfermedad.
Además de no fabricarse medicinas necesarias, no se sigue investigando
sobre graves enfermedades. Algunas se tratan con medicamentos
desarrollados hace 30 años que ya están generando resistencia en los
pacientes. Desde MSF se pide más investigación y desarrollo en la
citada enfermedad del sueño, en malaria, leishmaniosis y tuberculosis,
cuyo tratamiento no está adaptado al terreno. El motivo de este parón
en investigación sigue siendo la falta de rentabilidad. ¿Para qué
investigar sobre una enfermedad que no se padece en el Primer Mundo,
donde la gente podría costearse el tratamiento? ¿Merece la pena una
vacuna contra estas enfermedades, que luego haya que vender a bajo
precio? La respuesta de la farmacéuticas es no. La de algunos
investigadores, como Manuel Elkin Patarroyo, es sí. Este científico
colombiano sigue en su empeño de descubrir una vacuna sintética contra
la malaria con un 100% de efectividad, y que carezca de patente para que
sea accesible a toda la humanidad. En 1995 Patarroyo rechazó los 9.000
millones de pesetas que le ofrecía la Organización Mundial de la Salud
por su vacuna: "Quiero serle útil a mis semejantes, sin intereses
personales. No me interesa el dinero, no me interesa el poder",
declaró a un diario nacional.
Un
laboratorio indio ofrece un genérico contra el SIDA un 96% más barato
que EEUU.
Siguiendo con las
dificultades que encuentran estos países y los que echan una mano en
ellos, se encuentran los medicamentos de calidad deficiente y las
falsificaciones. En marzo de 1995 durante la epidemia de meningitis de
Níger, el país recibió una donación de vacunas Pasteur Mérieux y
SmithKline Beecham desde Nigeria. Al observarse anomalías en las mismas
se llamó a los laboratorios y estos confirmaron que ni los números de
lote ni las fechas coincidían con sus registros. De esta manera, hay
grandes empresas dedicadas a copiar medicamentos conocidos más que a
fabricar los baratos genéricos.
Como colofón están los altos precios derivados de las patentes, que
muchos países -ni sus habitantes- no pueden pagar en tanta cantidad
como necesitan. Su nivel de vida hace que para costearse un tratamiento
con antibióticos para curar una neumonía una persona en un país en
desarrollo tendría que trabajar un mes. En Europa el mismo tratamiento
supone un gasto equivalente a 2 ó 3 horas de trabajo. Y el sistema
llega al absurdo con respecto a la mefloquina, un medicamento
antimalárico, que es dos veces más caro en Tanzania que en Noruega.
La
justicia por su mano
Puesto que los países en
desarrollo no disponen de infraestructura ni dinero para investigación,
han encontrado una solución alternativa: saltarse las patentes y
fabricar medicamentos genéricos, que venden a precio de coste.
Las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no favorecen
la producción de genéricos, sino las patentes de las empresas, a las
que dan derechos de exclusividad durante veinte años. Pero como
alternativas, se ofrecen la licencia obligatoria -mediante la
cual un país puede otorgar una licencia de fabricación sin
consentimiento del titular de la patente cuando afecte, por ejemplo, a
la salud pública-, y las importaciones paralelas, que es el
derecho a importar de otros países medicamentos bajo patentes cuando el
precio de comercialización es más bajo. Así que Brasil, India,
Tailandia o Egipto se han convertido en autosuficientes en cuanto a
medicamentos se refiere y se han ofrecido a venderlos a países pobres a
bajo precio. Los medicamentos genéricos elaborados se centran
principalmente en el cóctel antisida, consiguiendo magníficos
resultados. A Brasil, sin ir más lejos, el Banco Mundial le había
pronosticado 1,2 millones de afectados de SIDA y el país ha sorprendido
a las estadísticas con medio millón de enfermos, gracias a las
campañas combinadas de acceso a preservativos y al cóctel fabricado en
Brasil. El éxito se debe a una excelente combinación de política
gubernamental con la iniciativa de más de 600 ONG, lo cual ha reducido
las muertes por SIDA a la mitad, ha aumentado la calidad de vida de los
enfermos y ha ahorrado 422 millones de dólares en hospitalización y
cuidados médicos en tres años. De todos modos, el gobierno de EEUU ha
hecho ya una petición ante la OMC para iniciar un procedimiento en
contra de la ley brasileña que le autoriza a emitir licencias
obligatorias. En cuanto se elaboran estos genéricos, aludiendo a la
salud pública, el juicio es casi seguro. Cuando el gobierno de
Sudáfrica aprobó una ley para elaborar sus propios genéricos, le
demandaron 42 farmacéuticas. Y es que un país con casi cinco millones
de enfermos de SIDA es un bocado demasiado apetecible para una
multinacional.
El
medicamento que cura la mortal enfermedad del sueño ya no se fabrica
porque no es económicamente rentable.
Por la falta de vigencia de
la ley de patentes en India, el país aún está libre de demandas pese
a que el laboratorio indio Cipla elabora y vende a MSF la combinación
antisida a 63.000 ptas por paciente y año, y a todos los gobiernos que
lo deseen a 108.000 ptas. Con esto, el precio de Cipla es un 96% más
barato que lo que cuesta la misma combinación en EEUU. "La oferta
realizada por este fabricante de genéricos pone de manifiesto que las
compañías pueden reducir los precios", afirma la doctora Emilia
Herranz, Coordinadora de la campaña Acceso a Medicamentos Esenciales de
MSF. "Las farmacéuticas -continúa- alegan que una bajada de
precios repercutiría en los costos de I+D, y es cierto que ése es un
proceso larguísimo que alcanza los diez años y los 150-200 millones de
dólares. Pero sus razones son rebatibles: se pueden perfectamente
cargar costos en países del primer mundo, y poner simplemente precio de
producción en los países del tercer mundo. Y el precio de producción
es un 1% del precio total del medicamento". Sea éste u otro el
sistema elegido, se impone el acceso de medicamentos a todos los
habitantes del planeta cuanto antes. ∆ |