El subcomandante ha
conseguido enseñarle al orgulloso mundo globalizado que los problemas de
unos pocos son los problemas de todos, que los indígenas mexicanos sufren
las consecuencias del mismo neoliberalismo salvaje que deja en la calle a
los trabajadores de una fábrica al otro lado del mundo. |
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FENOMENO MARCOS
POR CAROLINA FERNANDEZ
Ahí
está. Lo adoran y lo critican. Pero sea como sea ahí lo tenemos. Este
último mes el subcomandante ha dado una vez más un ejemplo a la hora de
conducir el proceso de su país: recorrer el territorio camino de la
capital, para negociar allí con el nuevo gobierno los derechos de los
indígenas. La forma para hacerlo ha sido sorprendente y ha resultado un
golpe de efecto en el que muchos han tenido que reconocer la habilidad, y
más aún, la elegancia de la jugada. Jaque al presidente Fox.
Desde que se inició el levantamiento de los zapatistas, allá por el 94
creo recordar, y desde que se atrincheraron en la Selva Lacandona -y en
ese poblado que ha dado en llamarse, oportunamente, La Realidad- el
movimiento zapatista no ha hecho más que crecer. En su momento el
gobierno mexicano respondió con las armas y con la represión. Como no
consiguió barrerlos probó con el silencio y con la indiferencia. Como no
consiguió aislarlos quiso dejar que se consumiesen por sí mismos. Pero
no logró agotarlos todavía.
El subcomandante y su gente han conseguido esquivar el aislamiento al que
estaban condenados, en un rincón de una selva desconocida. Y han sabido
salir fuera de las fronteras de Mexico, más aún, de su particular
trinchera, su selva. Han tenido la suficiente amplitud de miras como para
convertir el movimiento zapatista en una ola que se ha ganado el respeto
internacional. Ha unido a muchos luchadores de otros frentes en torno a
una idea común. Ha ayudado enormemente a alimentar un movimiento global
que ha profundizado en la lucha contra el neoliberalismo, contra el
capitalismo feroz que tanto se ceba en los pueblos indígenas y en los
trabajadores de todo el mundo. Desde que comenzó esta aventura, miles de
personas han tomado contacto con el movimiento zapatista. Han pasado por
Chiapas pensadores, intelectuales, activistas de muchos frentes, y muchas,
muchas personas interesadas en ver, en conocer que clase de potaje se
cocía en esa selva perdida.
Marcos sabe jugar sus cartas. Ha organizado una guerra apoyándose en
ideas y evocando grandes palabras, pero también explicando realidades y
exigiendo cambios concretos. Ha sabido situar un problema secular, la
mísera vida de los pueblos indígenas, en el contexto del mundo actual.
Habla Marcos: "En la globalización actual se está cuadrando al
mundo y se le están asignando rincones a las minorías indóciles. Pero
¡sorpresa!, el mundo es redondo. Y una característica de la redondez es
que no tiene rincones". Esa filosofía basada en la creencia de que
no hay esquinas particulares para defender, en la que no hay lugares
asignados, en donde todo está en movimiento y todo es una misma cosa, es
la clave de la fertilidad de esta lucha. En un tiempo en el que florecen
los nacionalismos, plagado de trifulcas locales, de intereses
particulares, de cerrazón, de murallas, el subcomandante y su gente han
conseguido enseñarle al orgulloso mundo globalizado que los problemas de
unos pocos son los problemas de todos, que los indígenas mexicanos sufren
las consecuencias del mismo neoliberalismo salvaje que deja en la calle a
los trabajadores de una fábrica al otro lado del mundo. Se lo ha
explicado a la gente y la gente ha entendido que no hay injusticias
parciales, sino que todo es la misma injusticia. Avanzan porque han optado
por negar las fronteras, en vez de levantarlas más, porque se apoyan en
cosas que unen y no que separan, sin abandonar su propia causa. Desde
luego es una lección para todos aquellos que prefieren ensalzar lo local,
su terruño, su cuestión particular, y embroncarse por mezquindades.
Marcos y su gente lleva años lidiando muchos toros a la vez. Ahora ve
necesario lidiar a los políticos mexicanos si quiere convertir sus
grandes ideales en transformaciones concretas y sobre el papel. Difícil
empresa, la de tratar con estas reses y no salir de mierda hasta las
cejas. Pero quizás pueda. De momento, ya está demostrando que no hace
concesiones inútiles, ni cede terreno en puntos en los que ceder sería
venderse. Tampoco pone condiciones extremas e incumplibles ni cambia sus
cartas, que están desde el principio sobre la mesa. Y siempre la dignidad
indígena por delante. ¿Conseguirán lo que persiguen? Quién sabe. A la
hora de escribir estas letras los comandantes zapatistas anuncian por
carta al presidente Fox que se vuelven a la selva porque no se atienden
sus peticiones ni se tienen en cuenta sus condiciones para el diálogo. De
modo que es posible que si no hay un gesto, regresen con la cabeza alta
dejando a un país removido y una patata caliente en las manos del
gobierno, al que le toca mover pieza en esta partida de ajedrez.
Por lo pronto puede anotarse logros imposibles, y es mantener vivo un
espíritu que muchos daban por perdido.
Pensaba yo estos días que lo peor que le puede ocurrir al ser humano es
vivir sin tener un futuro hacia dónde mirar y hacia donde dirigir sus
sueños, sus energías, su motivación, su ilusión, su lucha, y cien mil
cosas más que se me ocurren. En el mundo desarrollado sobran tantas cosas
y el exceso de bienestar ha sedado tanto las conciencias que hace tiempo
que se ha perdido de vista el horizonte. En el mundo subdesarrollado, la
miseria y el hambre no dejan posibilidad de más horizonte que sobrevivir
hasta mañana. Unos y otros, por exceso y por defecto, coinciden en el
mismo punto del camino: la desesperanza. Por eso lo que hacen Marcos y su
gente es, dados los tiempos que corren, casi un milagro: vivir con la
cabeza en las nubes y los pies en la tierra, y hacer vibrar a muchos miles
de personas con palabras olvidadas. Justicia, por ejemplo. Libertad.
Dignidad.
Por eso, bienvenidos sean todos esos locos que nos devuelven la utopía,
que nos enseñan el futuro y que nos recuerdan que todos nosotros también
podemos soñar. ∆
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