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¿Se imaginan a Arzalluz sopesando y
midiendo sus palabras? ¿Se imaginan a Mayor Oreja hablando con
entonación y ritmo? ¿Se imaginan a Aznar hablando sin que las
palabras se le enreden en el bigote? ¿Se imaginan a Enrique
Iglesias cantando?
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Leo en
la prensa que Enrique Iglesias, el hijo del divo Julio Iglesias, llama
ignorante a todo aquel que no reconozca su éxito. Y yo me siento
incluido, porque para mí el éxito es otra cosa.
Lo que él hace es simplemente la consecuencia de un estado subcultural de
nuestra sociedad, la valoración del graznido cuando se pierde el oído,
la sustitución del arte por la pijería ñoña alimentada por unos
espabilados que a costa de él y de sus pestañosas fans se montan
suculentos negocios vendiéndonos la moto para que nos creamos que es
buena.
Pero la prueba evidente de la decadencia que vivimos en este país, y en
el mundo entero, es que semejante bodrio cantarín tenga el valor de
llamar ignorantes a los que no piensan como él.
Aunque no sé de que me sorprendo, ya que semejantes afirmaciones las
encontramos todos los días en las páginas de política, en las
culturales, en las deportivas y hasta en las de sucesos, lo que quiere
decir que aquí somos casi todos ignorantes, incultos, cortos de mollera y
hasta un poco subnormales, con todos los respetos para los verdaderos
discapacitados.
De cualquier forma, ignorante es aquel que ignora, lo cual no es un
insulto propiamente dicho sino más bien la constatación de una realidad.
Desconozco luego ignoro.
Entonces tal vez la cuestión esté en el hecho de que los españoles
hablamos de más, o decimos mucho, u opinamos sobre todo sin conocimiento
de causa. Y eso es cierto, oiga, aunque la afirmación del bodrio
cantarín no iba por ahí, sino más bien por el hecho de no valorar su
éxito.
Pero, volviendo a lo de hablar mucho y mal, creo que es uno de los mayores
males de nuestra sociedad. Por ejemplo... ¿se imaginan a Arzalluz
sopesando y midiendo sus palabras? ¿Se imaginan a Mayor Oreja hablando
con entonación y ritmo? ¿Se imaginan a Aznar hablando sin que las
palabras se le enreden en el bigote? ¿Se imaginan a Enrique Iglesias
cantando? Son, de verdad, cosas inimaginables, pinceladas de ese estilo
hispano, de eso que nos hace distintos, típicos, casi únicos.
Pero, sobre todo, ¿se imaginan que cada uno hablase sólo de aquello que
sabe? ¿Que no fuese un entendido en todo?
Entonces la ignorancia dejaría de ser una palabra-bofetada para ser el
reconocimiento del estado cultural lógico, de una capacidad limitada
lógica, porque... ¿quién sabe de todo?
Lo que pasa es que cuando topamos con ignorantes subidos de tono,
epicentros de la subcultura, tales como Enrique Iglesias, pues resulta que
estos se creen que todo el mundo les reconoce, les valora y les idolatra,
convirtiéndose así en los nobel de la ignorancia, porque ignoran que
para la inmensa mayoría es tan sólo un niñato acomplejado que sólo
vive para superar el éxito de su padre, lo que deja en evidencia algún
rollo infantil traumático que él convirtió luego en cruzada, y que
piensa que todos los demás estamos preocupados por su insuficiencia
paterna.
Y en estos casos, la ignorancia se agrava y se complica con la necesidad
de protagonismo, porque la ignorancia en sí misma no es ninguna
enfermedad, pero cuando se mezcla con el protagonismo y algún que otro
complejo infantil, entonces se forma una fabada difícil de digerir.
Conclusión, que todos somos ignorantes por insuficiencia cultural, eso
sí, pero que no se confunda el término con el hecho de tener que
reconocer la ignorancia musical de ningún niño pijo, producto de
laboratorio y de marketing, que, además, ignora también lo que es un
buen polvo, cosa que él mismo afirmó recientemente confesando que era
virgen.
Pero lo que más me jode es que semejante bodrio sea una representación
en el mundo de nuestro país.
¡Con la cantidad de artistazos que tenemos aquí!/ M.C.