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AVENTURERO NATO

KITIN MUÑOZ
Texto: R.  Ramos 

KITIN MUÑOZ
Foto: M. A. Oliva

Aunque es un nómada vocacional, se ha asentado en las playas barcelonesas por un tiempo. El justo para construir una balsa que le permita seguir camino. Es la cuarta vez que Kitín Muñoz se embarca en una andanza semejante, y en sus viajes le ha pasado de todo. Ahora quiere forzar la máquina y demostrar que las embarcaciones tradicionales servían de transporte y comunicación mucho antes de lo que los historiadores reconocen.

 

 

 

 

 

 

"No me interesan las imprudencias. Los riesgos se asumen cuando sabes que tienes el conocimiento suficiente para afrontarlos"

 

 

 

 

 

 

"Quiero superar la meta de los cinco meses, que es el tiempo máximo que ha estado una balsa en una expedición"

 

 

 

 

 

 

"Quiero probar que los paralelismos culturales, en distintos puntos separados por el mar, no son debidos a una coincidencia, sino a la influencia de unas culturas en otras mediante naves de juncos"


Kitín Muñoz nació en el Sáhara español hace 41 años. Este dato puede explicar dos cosas fundamentales de su carácter: la obsesión por la aventura -"mi padre vivió veinte años en el Sáhara, así que aparte de lo genético hay una influencia cultural"- y, quizás, el gusto por el mar. De la arena del desierto a la arena de las playas barcelonesas hay una diferencia palpable, así que ¿qué hace un aventurero viviendo en la Villa Olímpica, con indígenas bolivianos, pascuences y varias palmeras? Aparte de llamar la atención, está construyendo una balsa de juncos de totora, en la que pretende cruzar dos océanos. Es la expedición Mata Rangi III, una aventura a la antigua usanza.

-¿Qué es lo que quieres demostrar con todas estas aventuras?
-Llevo quince años estudiando la navegación primitiva, y estas expediciones me dan la posibilidad de ensayar las naves. Así voy aprendiendo y haciéndolas cada vez más marineras, como eran en la antigüedad. Quiero probar que los paralelismos culturales, en distintos puntos separados por el mar, no son debidos a una coincidencia, sino a la influencia de unas culturas en otras mediante naves de juncos.

-Este es tu último proyecto, pero antes ha habido otros relacionados con embarcaciones, ¿en qué consistieron?
-Ahora mismo estamos construyendo la tercera balsa Mata Rangi, que es mi cuarta nave de juncos. La primera se llamó Uru y fue del Perú a Tahití. Después hicimos una balsa que se llamaba Mata Rangi en la isla de Pascua, que naufragó a los 23 días, pero no se hundió. Esto es muy importante en el concepto de naufragio actual, en el que los barcos se hunden y las tripulaciones mueren. Lo bueno de las balsas de juncos es que prima la seguridad.
Inmediatamente después construí la segunda balsa Mata Rangi en Arica, un puerto al norte de Chile. Era una nave de 30 metros, basada en las leyendas del rey Hutu-Matua de la Isla de Pascua. Al cabo de dos meses y medio de navegación, un molusco que se llama Teredo Navalis se comió la cuerda y tuvimos que cortar la balsa. De treinta metros nos quedamos en once y seguimos navegando otros 1.500 Km. (en total fueron unos 10.000 Km). Ahí se demostró la superioridad de esta nave: puedes partirla y seguir navegando.

-Y ahora estáis fabricando una nueva.
-Estamos en el tercer experimento Mata Rangi. Y como ya hemos demostrado las rutas culturales, ¿qué puede aportar hoy mi trabajo para un mayor conocimiento de la navegación primitiva? Pues construir bien la nave y hacer bien el ensayo. Por eso, libre de rutas históricas, decidí hacerla en donde empezó la navegación en naves de juncos, que es el Mediterráneo, en el viejo mundo. Y dentro del Mediterráneo pensé: pues en casa, y me vine a España. Decidí hacerlo en Barcelona, en el norte del Mediterráneo español, para luego ir bajando y que lo puedan ir viendo las demás ciudades. Bajaremos el Mediterráneo, cruzaremos el Atlántico y ahí veremos.

-¿Cómo es esta nueva balsa?
-Para que el experimento sea válido y purista, la balsa tiene que ser idéntica a las antiguas. En el momento en el que introduzcas una modificación abusando del conocimiento moderno ya no vale. Muchas piezas las ha construido en Arica un carpintero artesanal, el mismo que hizo la segunda Mata Rangi. El material lo hemos traído de Bolivia, del lago Titicaca. La base tiene que ser idéntica a las antiguas, si pusiéramos por ejemplo cuerdas de plástico o mástiles de fibra sería bonito y divertido, pero sería falso y ya no valdría. Ahora bien, no haremos el viaje sólo por las estrellas, sino que usamos la radio y otras cosas, para evitar colisiones con barcos, transatlánticos, buques, petroleros, que no había en la antigüedad. Y esto es interesante para que la gente entienda el concepto: la balsa es pura, 100% idéntica a la antigüedad, pero no vamos a ir con taparrabos porque no aporta nada.

-¿Cuál es el objetivo de este proyecto?
-Digamos que la balsa ya ha demostrado que puede hacer viajes, pero ahora quiero navegar todo lo posible: quiero que no se parta en dos, quiero llegar con una balsa de tres mástiles, quiero superar la meta de los cinco meses, que es el tiempo máximo que ha estado una balsa en una expedición. Quiero pasar esa barrera y ver qué pasa.

-La tripulación de la balsa está compuesta por personas de diversas nacionalidades. ¿Quiénes son?
-Son pueblos indígenas, porque los que viajaban en la antigüedad eran así. Van indios aymaras del lago Titicaca: una cultura muy cerrada, callados e introvertidos. También van pascuences, que son todo lo contrario, una cultura polinésica muy abierta, extrovertidos y ruidosos. He llevado a polinesios de Tahití, llevo a un japonés, a peruanos... Creo que esta convivencia multirracial aporta mucho, a mí y al proyecto. Por eso la UNESCO lo ha declarado de interés.

-Has vivido situaciones peligrosas, pero en cuanto acabas un proyecto ya estás en otro. ¿Nunca te cansas?
-El riesgo es innato en la aventura y yo lo acepto, pero no me interesan las imprudencias ni los imprudentes. Los riesgos se asumen cuando sabes que tienes el conocimiento suficiente para afrontarlos.
La última vez nos encontramos en un naufragio en el océano Pacífico, sin posibilidades de rescate. Fueron tres días esperando a que nos rescataran en un barco que se hundía. Son situaciones extremas, pero la tripulación que llevo está acostumbrada a vivir en la naturaleza, a rozar ese extremo, de modo que no hubo ningún tipo de histeria. Era todo lo contrario, parecía que no habíamos naufragado. Salió todo bien, y uno sigue y se olvida inmediatamente.

-¿Has pensado alguna vez: "aquí me quedo"?
-Un par de veces, sí, pero no me he quedado.

-¿Qué opinas de esta sociedad, después de haber estado en contacto con otras civilizaciones?
-Yo creo que he aprendido a convivir. Cuando era más joven no sabía, y enseguida echaba de menos la vida de campamento. Ahora he aprendido a cabalgar en los dos mundos. De ambos procuro sacar lo bueno, que es la postura inteligente: todo lo que te da la vida tiene algo bueno para sacar. Pero indudablemente me gusta mucho la vida de campamento en países exóticos, por llamarlo de alguna manera.

-¿Qué sueño te queda por realizar?
-Por ahora me fascina lo que hago. Me gustaría terminar la expedición, construir un museo y seguir con expediciones y viajes durante el resto de mi vida. Mi sueño sería ser como Thor Heyerdhal, que tiene 85 años y sigue igual.

-¿Por qué cambiarías lo que estás haciendo?
-Dicen en la isla de Pascua que el que nace caballo muere saltando. Yo creo que a estas alturas ya no puedo cambiar, y sería malo que me lo pidieran. Hay adaptación pero no cambio. ∆

Expedición Mata Rangi II

 

 

 

 

 

Foto: Mata-Rangi Expedition

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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