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INERCIA
Primero
fue la Separatividad. La Unidad en la que el hombre había
surgido se rompió y éste quedó separado del Origen, del Uno, de su
Creador y de sí mismo, de su verdadera naturaleza y de la razón de su
existencia.
Como consecuencia surge la Limitación. Al separarse pierde
su poder, se siente limitado, impotente ante su entorno, incapaz de
superar las trabas inherentes a su evolución.
De tal estado surge el Temor. El miedo atenaza su
existencia, le hace fabricarse mentiras, falsos dioses a los que adorar,
se encierra cada vez más en sí mismo creándose una burbuja que le
aísla no sólo de sí mismo, sino de todos los demás, a los que mira con
recelo y los considera potenciales enemigos.
Y ese estado de vida se convierte en Inercia. Al no poseer
una visión clara de su futuro, al no saber hacia dónde camina y que
será de él, el hombre mira siempre hacia atrás, hacia el pasado,
tratando de recuperar lo que considera como bueno, tratando de revivir los
valores, añorando estados, situaciones, que nunca volverán.
La Inercia constituye el eje en torno al cual gira la
humanidad, siempre en círculo, siempre cometiendo los mismos errores,
siempre olvidándose de las enseñanzas recibidas a través de los tiempos
para salir del círculo vicioso y regresar al movimiento correcto, al que
parte del Origen y forma la Espiral de la existencia.
La Inercia impregna la vida manifestada en los planos
inferiores de la Creación. Toda criatura que nace lleva en sí misma el
estigma de la Inercia, y sólo lo podrá romper si encuentra
el camino de salida, un camino marcado por unas puertas que conducen a
estados superiores de consciencia, donde la visión se expande, donde la
comprensión se hace nítida y real, y donde el miedo y la limitación son
sustituidos por el reconocimiento y la afirmación.
Pero la fuerza de la Inercia es tan poderosa que es
necesaria una gran fuerza de voluntad para enfrentarse a sus cadenas y a
sus consecuencias a través de los siglos.
Aquel que quiera recuperar su verdadera identidad, su razón de existir, y
poder mirar a la verdad de frente, sin miedo, necesita prepararse para
vivir la soledad más absoluta, aquella que te atenaza el alma y te pone
ante tus mentiras, desnudo, y te rompe en mil pedazos tus excusas, y te
impide definitivamente echar la culpa a los demás de lo que vives.
Aquel que quiera vencer la fuerza de la Inercia necesita
cerrar el pasado, limpiar su mente, abrir su corazón a la verdad y mirar
hacia el futuro con valentía, con espíritu aventurero, dispuesto a
destruir una a una todas las mentiras que doblegan a la humanidad y buscar
en la Esencia del Amor el puente que le conducirá a la Libertad, porque
sólo la Verdad construye hombres libres, pero la Verdad se esconde
detrás del sacrificio que supone Amar sin medida, sin condiciones.
La Inercia creó la rueda interminable de la vida y de la
muerte, un círculo vicioso que mantiene prisionera a la humanidad en la
trampa del Tiempo.
Pero en la Inercia no hay Mente, tan sólo hábito, y
grandes dosis de miedo que impiden enfrentarse al hábito, romperlo y
caminar hacia la renovación de la vida.
Pero existe miedo a romper el hábito porque el hombre se cree limitado,
impotente, incapaz, y ello como consecuencia de estar separado del Uno, de
su Creador.
Por ello, en la búsqueda del verdadero Dios, del Uno, no del que el
hombre se creó, éste encontrará su verdadera razón de ser, su
verdadera naturaleza, y entonces se sentirá ilimitado, poderoso, y
sentirá en su interior la Fuerza para romper las cadenas de la Inercia
y, unido a los demás, caminar hacia su futuro, que es el sueño del Uno,
que es la vida en libertad, que es la Mente.
El hombre tiene que abrir sus ojos y ver la irrealidad en la que vive para
romper el Tiempo y caminar hacia lo real, que es el Futuro.
Un Futuro en otro Espacio, en el Tiempo del Origen. ∆
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