Yo creo que hay personas
que se dedican a estudiar la forma de ahogar las esperanzas de los demás.
En su nómina debe figurar la descripción de la actividad que desarrollan.
De profesión, jodedor, en sentido figurado, por supuesto. |
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¿NO ESTAMOS LOCOS?
POR CAROLINA FERNANDEZ
Supongo
que ya no es noticia para la mayoría que existe un proyecto en la UE que
tiene el esperanzador nombre de "Levántate y anda", que
pretende poner en pie a los parapléjicos. No me importa decir que casi me
emociono cuando vi por televisión las primeras imágenes de un hombre
levantándose de su silla de ruedas, recuperando por unos segundos la
posición vertical. Otro, medio tumbado, lograba mover unos centímetros
las piernas. Desde luego, ni el primero tenía la gracilidad de una
bailarina, ni el segundo se movía con el salero de Elvis, pero ambos
representaron sin duda una puerta abierta para los miles de personas que
contemplan el mundo desde una silla de ruedas. Las imágenes eran de
esperanza de un futuro mejor, de confianza en la capacidad del ser humano
para sobreponerse a la limitación física, de asombro, por lograr lo que
hasta hace poco sólo podía ser considerado un milagro. Y yo, con estas
cosas, me emociono, qué quieren, me pongo como un flan. Quizá porque sé
que ni yo ni ninguno de los que caminamos todos los días sin ser siquiera
conscientes de que lo hacemos, no podemos llegar a imaginarnos siquiera lo
que supone tener que organizar la propia existencia desde una silla de
ruedas. El hombre es una criatura maravillosa, piensa una, en pleno
arrebato sentimental, pensando que no hay cosa en este mundo, por lejana
que parezca, que no se pueda lograr.
Y después del sarpullido metafísico sobre las bondades de la
naturaleza humana, llega el jarro de agua fría, porque siempre hay jarro
de agua fría. Yo creo que hay personas que se dedican a estudiar la forma
de ahogar las esperanzas de los demás. En su nómina debe figurar la
descripción de la actividad que desarrollan. De profesión, jodedor, en
sentido figurado por supuesto. Pues bien, como decía, después de la
euforia llega la decepción: la UE detiene el ambicioso proyecto porque
destina sus presupuestos sólo para abrir la puerta, no para cruzarla, es
decir, financia la investigación, no el desarrollo de lo investigado,
cosa que queda de mano de quien lo quiera asumir. Está claro que esa
distribución de los dineros la hizo alguien que no sabe lo que es mirar
el mundo desde la altura de las braguetas de las personas, dicho sea con
todos mis respetos, porque se debe aprender mucho desde esa perspectiva.
Y así con todo. Basta que alguien se alce con una solución, en un
tiempo en el que lo único que hacen falta son soluciones, para que
inmediatamente después se le echen encima un puñado de cuervos y le
tiren por tierra la ilusión. Sólo sobreviven los que tienen una moral de
caballo, y fuerza, y tesón, y una ilusión infinita, y la convicción de
que el ser humano no sólo no es un cabrón por naturaleza, sino que
esconde algo muy valioso por lo que merece la pena luchar.
Mientras tanto, un puñado de impresentables repartidos por el mundo se
dedican a abortar todas las buenas ideas. Dicen que hay capacidad
suficiente para producir alimentos para todos, y aún sobraría. Sólo
depende de gestionar adecuadamente los recursos disponibles. Bien, pues
estoy convencida de que existen equipos enteros de funcionarios del
sistema cuya única ocupación es estudiar cuál es la peor gestión
posible y ponerla en marcha. De la misma manera que hay vacunas sencillas
y baratas que podrían salvar miles de vidas... si no hubiese personas que
dedican sus días y sus noches a evitar que por un descuido lleguen a
donde no tienen que llegar. La lista es interminable. Constantemente se
trata de poner maravillas detrás de un escaparate y darnos permiso
únicamente para lamer el cristal. No hay dinero para proyectos
ambiciosos, como por ejemplo ese centro para la investigación del
cáncer, que es la niña bonita de un ángel que se llama Barbacid. Hay
que batallar contra viento y marea para arrancarle unos duros más a la
administración. No entiende el gobierno que un centro de esas
características, que supone, una vez más, una brizna de esperanza para
muchas personas, no puede funcionar con el presupuesto de un colegio de
monjas. Sin embargo se abrirán las arcas, no lo dudemos, para renovar ese
contrato mediante el cual Alemania nos cede gentilmente en alquiler una
estupenda y utilísima flota de tanques que son una maravilla en los
desfiles. Porque ahora los tanques se alquilan, como los pisos. Llegado el
caso podrían servir, digo yo, de viviendas de protección oficial para
algunas familias. Mola vivir en un tanque. O para allanar campos de
fútbol, ahora que ya ha empezado la liga, o para que las mujeres que
sufren la violencia de sus señores esposos los utilicen para ir a
trabajar, en vez del turismo habitual. Todo es ponerse a pensar, y de todo
se puede sacar algo bueno, salvo que se tenga la mente retorcida y se
prefiera cavilar sobre la mejor forma de jorobar al prójimo.
De todas formas, pese a todos los pesares, existen personas que a base
de cabezonería y de confianza en la naturaleza humana superan todas las
zancadillas y nos hacen creer, por un instante, que los milagros no sólo
son posibles, sino que es lo único que merece la pena mirar. El resto es
basura. ∆ |