Reivindico desde mi más
absoluta ignorancia y expresando el mayor respeto y admiración por la
ciencia, que no se dogmatice dando explicaciones tan brutalmente
totalizantes y absolutas sobre algo que nos sobrepasa. |
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EL PELIGRO DE LAS TEORIAS
TOTALIZANTES
POR JOSE ROMERO SEGUIN
El
universo es plano. Sí, claro que lo es. Es un corazón tendido en todos
los planos posibles. Como plana es la infinita esfera que vive en la
bendición de poder buscarse, sabiendo que va a encontrar, sin por ello
encontrarse.
El universo es la gran metáfora de la sabiduría, el alma de los sueños,
la eterna esperanza de la búsqueda y la fuente por excelencia de la vida
por la vida en su eterna secuencia.
El universo, más que dios, es de todos y para todos, pues sólo en él
cogen los sueños de todos, sólo en él todos somos de verdad iguales.
Es, además, el único espacio de libertad absoluta que existe.
Por todo ello, reivindico desde mi más absoluta ignorancia y
expresando el mayor respeto y admiración por la ciencia, que no se
dogmatice dando explicaciones tan brutalmente totalizantes y absolutas
sobre algo que nos sobrepasa, que no alcanzamos a comprender, que está
ahí quizás sólo como una proyección que va a ir agrandándose a medida
que se agrande nuestra capacidad de ver y comprender. El universo es pues
del tamaño de nuestro conocimiento, ni más ni menos. Quién puede
rebatir esta afirmación. Con ello no estoy tratando de competir con
quienes tienen mayor inteligencia y conocimientos, sólo reivindico el
derecho de todos a interpretarlo, a poder seguir sintiéndonos libres a
través de infinita y eterna libertad. En un mundo donde todo está atado
y bien atado, en todos los sentidos. Al ser humano no le quedan demasiados
campos de expresión de su libertad, y aún menos, y lo que no es menos
importante, referencias ciertas de su limitada capacidad de concepción de
la vida. El universo es la más cercana y asequible de las medidas de lo
que somos y hasta dónde podemos llegar por el momento. Por ello si algún
día caes en la tentación de sentirte excesivamente grande, sólo tienes
que preguntarte por la grandeza del universo, y de inmediato te verás sin
humillación alguna, retomado en la justa medida de tu real capacidad de
entendimiento.
La necesidad de conocer es al margen de las más hermosas cualidades que
nos adornan, el único camino hacia la evolución del ser humano, pues
sólo se avanza cuando uno se aleja del dogma. Pero cabe preguntarse si el
orden que alcanzamos en cada una de nuestras investigaciones científicas
es esencial y connatural con la esencia misma del universo u obedece sólo
a la necesidad de la forma en que vivimos. Tomemos como referencia a todos
y cada uno de los miembros de las distintas especies que poblamos el
planeta, o éste como ente vivo en su conjunto. Puesto que en lo referido
a nuestro sistema social la pregunta se responde sola, qué diferencia
encontraría el universo entre un edificio y un hormiguero.
Por otro lado, no podemos perder de vista que es de sobra conocido que
las investigaciones científicas varían, y no por casualidad, nuestras
vidas, y están por ello sujetas a las fluctuaciones del mercado y todas
sus lacras. Esto motiva que a menudo y si se valoraran con la suficiente
capacidad y perspectiva, se observe que son mucho más nocivas que
beneficiosas para el ser humano y el planeta. Y cuando la investigación
se centra en conceptos tan inasequibles al conocimiento como es éste del
universo, me temo que de lo que se trata es de manipular también el
espíritu, la mente, como motor de conocimiento y búsqueda continua.
Tiene por tanto, y a mi juicio, la teoría, un fondo si no fascista, sí
totalitario. Es duro decirlo, pero así lo siento, pues entiendo que con
tales aseveraciones por mucha base empírica sobre la que se sustente, no
vienen sino a ensombrecer y adormecer la necesidad y compromiso que cada
uno de nosotros tenemos respecto a nuestra propia e intransferible
capacidad de pensar y evolucionar hacia estados de conocimientos
superiores.
Quiero decir con ello, que el hombre con las respuestas absolutas no se
fortalece ni en conjunto ni individualmente, por el contrario, se
debilita. Nada ha retrasado tanto la evolución del hombre hacia el
conocimiento, como los dogmas, y toda esa utillería que vende sin cesar
la sensación de que no es necesario pensar, que otros lo hacen por ti,
que todo está controlado y es asequible a nuestro conocimiento, cuando no
es así, cuando lo que de verdad se necesita no es una élite de sabios
sino la sabiduría universal.
Ya está bien de certezas absolutas, de vendernos y envenenarnos con
dogmas de toda catadura. Hoy ya no son las religiones las que llevan la
voz cantante en este ámbito de ofuscación y embrutecimiento general. Hoy
hasta la más insignificante conservera de alimentos puede poner en
circulación su dogma como si tal cosa y con espantosas repercusiones para
el pensamiento del hombre. Basta por tanto de tanta militancia consumista,
de eso es de lo que me quejo, de tanto y tanto tener que militar en
verdades de basurero, intercambiables, desechables y reciclables. Para el
desconsuelo no más falsas alegrías, sino la aceptación del desconsuelo,
el acostumbrarse de una vez a vivir con la realidad de lo que somos y con
la esperanza de lo que podemos, que es mucho, más de lo que creemos
perdidos en medio de esta masa de dogmas y teorías que no hacen sino
robarnos la vida y los sueños.
El universo es plano, está bien, y nuestro cerebro rugoso, sinuoso y
curvo, como lo son los caminos de la sabiduría. ∆ |