UNA TIERRA NO TAN SANTA
La paz sólo es posible
cuando se desea de verdad, pero donde existe odio no entra la
comprensión, el respeto, el diálogo.
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El mundo
entero mira con recelo hacia la mal llamada tierra santa. A lo peor,
cuando estas líneas salgan a la calle ya estaremos hablando de guerra. A
lo mejor habrá surgido un acuerdo de esos que no se sostienen por sí
solos y que sólo será un parche en una herida abierta hace mucho tiempo
y que no tiene pinta de cerrarse.
Donde un día nació y cobró vida el mensaje de Amor más perfecto de la
historia de la humanidad, hoy se está gestando y acumulando el odio más
visceral que sólo puede conducir al desastre.
Es el contrasentido de la especie humana, es el fanatismo impuesto por los
políticos y las religiones, es la sinrazón absoluta que ve en la muerte
un camino hacia la gloria eterna y en la destrucción del enemigo un acto
de servicio a su dios.
Pero si esta guerra estalla no será una más. No será como la reciente
de Bosnia, o como la de Kósovo, guerras brutales por su sadismo pero sin
peligro de generalizarse.
La llamada a la guerra santa contra Israel, por parte del pueblo árabe,
es una bomba que puede estallar en cualquier momento y su trascendencia
abarcaría todo el planeta, porque Israel es también EE.UU y su alianza
les convierte en enemigos del pueblo árabe.
Además, las consecuencias de una guerra Israel-Naciones Arabes, tendría
una repercusión desastrosa para la economía mundial, porque el
suministro de petróleo se vería automáticamente reducido y eso
supondría un caos generalizado.
Pero tal vez lo más desesperante de esta situación es que huele a
definitiva, es decir, muy pocos apostarían ahora mismo por que más tarde
o más temprano no acabe estallando esa temida guerra.
Las declaraciones y las actitudes de ambos bandos muestran claramente
cuáles son las intenciones, y todo da a entender que unos u otros,
palestinos o judíos, sobran de la faz de la tierra. Nunca habrá una
convivencia pacífica de ambos bandos, porque es mucha la sangre
derramada, porque ambos necesitan los territorios en disputa, porque está
en juego su supervivencia como naciones.
Las diferencias son insalvables y sólo es cuestión de tiempo. Y el mundo
entero debería prepararse para tal evento, sobre todo en lo concerniente
a la dependencia del petróleo, porque después de la experiencia vivida
con la guerra del Golfo, ya se pueden sacar conclusiones ante la
posibilidad de una guerra que sería muy superior a aquella en todos los
niveles.
Si los gobiernos de la U.E. fueran inteligentes empezarían a tomar
medidas en sus respectivos países para poner en marcha otras energías
alternativas que ya existen y que sólo necesitan apoyos para su
definitivo lanzamiento e instalación.
Porque la esperanza de la paz, las buenas intenciones y las buenas
voluntades son a veces un impedimento para ver la realidad de las cosas, e
independientemente que se siga trabajando por la paz, ahí y en todas
partes, también se puede ir construyendo un futuro distinto que no esté
hipotecado por las continuas amenazas de guerras.
La llamada tierra santa, ni es santa ni pronto será tierra, como sigan
por el camino que van.
Y la paz sólo es posible cuando se desea de verdad, pero donde existe
odio no entra la comprensión, el respeto, el diálogo. Donde existe odio
sólo cabe la muerte, y el odio que existe entre palestinos y judíos
trascendió ya la razón y se convirtió en obsesión.
La prueba evidente es que los líderes de ambos bandos no son
representativos de todo su pueblo. Sólo unos pocos quieren la paz, el
resto quiere la guerra. Y cuando un pueblo quiere la guerra ésta se
convierte en inevitable.
Tal vez Palestina marque el principio y el fin de una Era. Tal vez se
cierre un círculo abierto hace 2000 años, cuando allí mataron al
mensajero del Amor y hoy se maten entre ellos.
Pero el mensaje no lo puede destruir nadie./ M.C.
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