Cuando a una la llaman como
la tienen que llamar, "¡Paqui!" o "¡Encarna!",
enseguida se da la vuelta y responde, ¿no?, pero lógicamente si a una la
llaman ¡virgen! lo mejor que puede hacer es pasar de todo y ponerse a
silbar rancheras. |
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VIRGENES AL PODER
POR CAROLINA FERNANDEZ
Por si
no lo saben, el Papa, ese anciano bromista que siempre tiene cara de
estarse cachondeando por lo bajo de alguna cosa que no nos cuenta, le ha
encomendado recientemente el futuro del mundo nada menos que a la virgen.
Repito: a la virgen. ¿A cuál? Pues a una, no ha especificado, habrá que
esperar a ver. Esto es como cuando el presidente reparte las carteras de
ministro: ¿A ti cual te ha tocado? A mí Presidencia. Jo, pues a mí
Salvar al Mundo... Digo yo que será como ser ministra de Defensa, pero en
global, a lo grande. Chiquita responsabilidad.
El caso es que me ha dejado preocupada. Desconfío un poco, la verdad,
y creo que con razón, porque ya son muchos siglos, oyes, siglos, que
lleva la humanidad encomendándose a esta señora, pidiéndole,
suplicándole, reclamando su atención sobre los asuntos terrenales, y la
señora que no mueve un dedo. Ni se inmuta. Virgencita sálvanos de la
peste negra. Nada. Virgencita ayúdanos a ganar la quiniela de esta
semana. Nada. Un desastre. Yo creo que es que no se entera. Nosotros nos
dirigimos a ella con fe, porque hay que tener fe: "¡virgen, virgen,
yuhuuu, sí, usted, la virgen!" y ella que no mira, que está a otro
rollo, que no se da por aludida. Yo creo que lo que pasa es que a la pobre
mujer la tenemos en un concepto equivocado, porque cuando a una la llaman
como la tienen que llamar, "¡Paqui!" o "¡Encarna!",
enseguida se da la vuelta y responde, ¿no?, pero lógicamente si a una la
llaman ¡virgen! lo mejor que puede hacer es pasar de todo y ponerse a
silbar rancheras. A nadie se le ocurre darse la vuelta y saludar con los
brazos extendidos diciendo ¡soy yo, soy yo! Se lo calla y a otra cosa,
que tiempo habrá de remediarlo. Siempre hay excepciones, claro.
Ultimamente hay algún especímen, tipo Enrique Iglesias, que al grito de
¡virgen! se levanta y responde "¡yo, yo!" con una sonrisa
bobalicona de oreja a oreja. En fin, no pasa nada, el mundo está plagado
de Cleopatras reencarnadas y de panolis que se creen Napoleón, allá cada
uno con sus cosas.
Otro punto que creo que habría que revisar con respecto a este
delicado asunto, porque el futuro del mundo es un tema complejo y
enrollado, es el tema de la concentración de poderes. Para mi modesto
entender una responsabilidad tan trascendental no debería estar tan
fragmentada, porque ¿cuántas vírgenes hay? Nunca he entendido bien por
qué cuando hablan de la virgen hablan de una sola, cuando luego en la
práctica quieren hacernos creer que hay muchas, una en cada pueblo, la
virgen de tal, la virgen de cual... Y a cada una le hacen una gran fiesta
todos los años, la fiesta mayor, con toda la gente echada a la calle
durante varios días, celebrando con verbenas a la virgen en cuestión.
Año tras año se organizan jaranas, yo creo que para ver si de una vez
por todas, en una madrugada de farolillos, pasodobles y sangría, alguien
le hace un apaño a la pobrecilla. Se sospecha que con la primera fiesta
bastó, pero que se sigue celebrando porque en realidad lo que le mola al
pueblo entero es desmelenarse una vez al año a cuenta de la susodicha.
En fin, a lo que iba es que yo digo que con tanta virgen repartida por
el mundo esto de la salvación no puede funcionar. Haría falta un
organismo internacional que las unificase, tipo OVU, que suena muy
apropiado, Organización de las Vírgenes Unidas, porque con tanta
alcaldesa de provincias no hay asunto que pueda llegar a buen término. La
burocracia, y los españoles lo sabemos muy bien, es un coñazo se mire
por donde se mire: los papeles se pierden por las esquinas, las peticiones
se eternizan sobre las mesas de los despachos, las decisiones se posponen,
los formularios se terminan y nadie los repone... No hay quien pueda
salvar al mundo en esas condiciones. En fin, un desastre. Habría que
unificar este asunto de alguna manera si se quiere que funcione, quizás
poner a alguna de ellas a la cabeza, a esa que llaman La Virgen con
mayúsculas, la Gran Virgen, una misteriosa señora que nadie sabe quién
es, pero que de verdad, de verdad, por mis muelas, juro que no me quiero
ni imaginar con qué monstruosa tara física habrá podido dotarla la
naturaleza para que no haya conseguido en tantos siglos superar su
condición, de manera que no le ha quedado más remedio que convertirla en
bandera. E insisto, sin ánimo de ensañarme con la desgracia ajena, en
que el Papa debería reconsiderar su decisión, ya que esta señora ha
demostrado de sobra su completa ineptitud para el cargo. Francamente, no
creo que sea la persona más adecuada. Nunca ha hecho una a derechas.
Veinte siglos de historia demuestran que todos los ruegos no han servido
de mucho, ya que el mundo que hoy tenemos está plagado de odio, de
muerte, de mala leche. Que no se moleste, no pasa nada, cada uno vale para
lo que vale, y salvar al mundo no es tarea sencilla. Es lo malo de estos
nombramientos que se hacen a dedo, que no resultan bien. Habría que
someterlos a consenso, sí, buscar a la persona más adecuada para ocupar
el puesto. Organizar unas oposiciones o poner un anuncio: Se buscan
vírgenes para puesto de dirección en importante multinacional. Estaría
bueno que sólo se presentase Enrique Iglesias.
De todo esto a mí me queda una sola duda que no he sabido despejar:
¿Qué le hace tanta gracia al Papa? ∆ |