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EL HOMBRE Y LOS REINOS
Cuando
los Dioses recibieron la orden de crear al hombre, se les dijo que éste
debería de estar rodeado de todas las vidas representativas de toda la
creación. Estas vidas mostrarían al hombre permanentemente los poderes y
los senderos ocultos de la Vida y, junto a él, recorrerían el camino
evolutivo contemplado en el Experimento e intercambiarían sus dones con
la cualidad o el aspecto que el hombre poseería y que le convertiría con
el tiempo en el rey de la creación, la Mente.
Así, el planeta Tierra se convertiría en el epicentro de los mundos al
reunir en su esfera a todas las manifestaciones de la vida y, a la vez, el
hombre se convertiría en una nueva criatura que sintetizaría en sí
mismo todas las cualidades de las demás criaturas más el nuevo poder que
recibiría directamente de su Creador, la Mente.
Y todos los reinos de la naturaleza, todas las vidas, ocultan un mensaje
para el hombre, una clave que, una vez descubierta e incorporada,
convertirá a éste en el verdadero rey contemplado en el Sueño. Pero
cuando el hombre empezó a ser consciente de su poder, de la Mente, supo
que era superior a todos, que poseía algo que no sólo le diferenciaba de
los demás, sino que le daba potestad sobre sus vidas.
Ese descubrimiento, unido a la ignorancia y al miedo, le condujo a
convertirse en el peor enemigo que las demás vidas podían tener, y así,
alejarse cada vez más de ellas, de su conexión e intercambio de
cualidades.
A pesar de todo, la sabiduría de la Vida, contemplando
esa posibilidad, creó algunas especies que acompañarían permanentemente
al hombre y que le transmitirían, a pesar de su inconsciencia, los
valores que éste necesitaba para desarrollar su sensibilidad y la
consciencia de su verdadera identidad.
Y entre esas especies dos destacaron y se convirtieron en compañeros de
viaje del hombre, el perro, descendiente del lobo, símbolo de la
libertad, de la vida, de la lealtad, de los poderes externos, y el gato,
exponente de los poderes ocultos, internos, símbolo de la serenidad, del
equilibrio, de la visión y también representante de Kaos, el Origen, el
Principio.
Y cada uno de ellos conecta al hombre con una fuente de energía cósmica
y le acompaña, le protege, le transmite vibraciones y le envuelve en su
aura de misterio y de poder.
Pero el hombre sólo es sensible a su compañía a través del
sentimiento, no de la mente. El hombre responde con gratitud, en el mejor
de los casos, a la compañía que estas vidas le hacen, pero no ha
profundizado en su sentido y mucho menos ha tratado de establecer una
comunicación que le llevará más allá de lo imaginable, más allá de
lo comprensible, para entrar en el Origen y desvelar el secreto, el
mensaje, que estas vidas llevan escrito en sus genes y en su incipiente
mente.
Cuando el hombre haya abierto su mente a la
comprensión de su naturaleza y, por tanto, a la de su Creador y a la de
las vidas que le rodean y que forman parte de sus cuerpos, entonces verá
que todo es Uno, y que todo fue creado para él, para su evolución y para
su preparación como exponente de una nueva especie, de una nueva raza que
se extenderá por el Cosmos llevando consigo, en una espiral evolutiva, a
aquellas vidas menores que la Vida, que la Luz, puso junto a él para que
le acompañaran y le compartieran sus dones.
Pero el hombre, en su ignorancia, en su prepotencia, destruye cada día
más y más las vidas menores que le rodean, sin comprender que con su
acto está destruyendo el mensaje, la clave, escrita en el origen por los
Dioses creadores, y que encierra el secreto de la incorporación del
hombre al Cosmos, la llave de la puerta que le conducirá a la
comprensión de la Vida, de sus misterios y de su poder.
Así, a medida que se acerca el tiempo en el que el hombre debe dar un
salto dimensional que le integrará en el Cosmos, una parte de él, de la
humanidad, sigue aniquilando las vidas menores, mientras que otra parte se
esfuerza cada día más en protegerlas, respetarlas y fundirse con ellas.
Con ello, la división se acentúa más y más y lo escrito se cumplirá,
y aquellos que sepan ver la verdad oculta tras las diferentes
manifestaciones de la Vida, aquellos que sepan unirse a todo lo creado,
estarán preparados para comprender el cambio y ser dignos herederos de
una Nueva Tierra, de una Nueva Vida, donde cada criatura, mineral, vegetal
o animal, incluidas las no visibles, serán exponentes reconocidos de una
parte de la creación, de algún lugar del Cosmos.
Y el hombre entonces será en verdad Rey de la creación, porque
compartirá su poder con todas las criaturas.
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