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El Ventano

 

 

Tengo al lado de casa un cartel electoral con el careto de Josemari tamaño King-Kong. Y dice: vamos a más. Insuperable surrealismo. Ni Borges.

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YO TAMBIEN
POR ELENA F. VISPO

"Si Kafka fuera latinoamericano lo suyo sería costumbrismo".*

Lo que nosotros llamamos realismo mágico, en Latinoamérica es simplemente realismo: una manera de vivir.
Tomemos Cuba, por ejemplo. El verdadero mérito de los cubanos no es ser el último bastión del verdadero comunismo. Ni haber hecho del reciclaje un arte; ni siquiera fabricar unos puros buenísimos. El verdadero mérito de los cubanos es que son la juerga. Bloqueos, escaseces o explotación turística no han conseguido quitarles el ánimo festivo y jodedor. Más allá de manipulaciones políticas, eliancitos y visitas del santo padre, Cuba es la isla donde siempre brilla el sol, cada casa es una sonrisa y cada guitarra es una fiesta. Es absolutamente envidiable, porque en España el sol atorra en el sur y escasea en el norte. Cada casa es una urbanización y detrás de cada guitarra suele haber un mánager. Nuestro realismo mágico, salvo honrosas excepciones, nace y muere en el bigote de Aznar. (Tengo al lado de casa un cartel electoral con el careto de Josemari tamaño King-Kong. Y dice: vamos a más. Insuperable surrealismo. Ni Borges).

Todos los hispanohablantes tenemos algo de cubanos: desde el turista que va por jineteras hasta el enamorado de la salsa. Incluso los exiliados en Miami guardan un trozo del alma para Cuba, mientras despotrican contra Fidel. También los balseros que van en busca del sueño americano: cuando salí de Cuba dejé mi vida dejé mi amor. Y el que no haya estado nunca en la isla habrá admirado un póster del Che y habrá soñado, aunque sea de joven, con la revolución. Con Sierra Maestra en Cuba, con Allende en Chile, con Juan Ángel en Uruguay... La conexión sudaca es algo genético: es la nostalgia de la utopía. 

En busca de utopías se ha ido Maradona a La Habana con un tatuaje del Che. Quiere desintoxicarse. Y en Cuba, utópicamente, tienen los mejores profesionales de la medicina -la educación gratuita es la base de la revolución- aunque no haya dólares para tiritas. Pero lo que el tratamiento cubano ofrece es sobre todo la propia Cuba. En un país que se defiende del capitalismo con la risa, es inevitable que el alma se te cure un poquitico.
Bueno. Mis mejores deseos a Dieguito Armando, que consiga quitarse la adicción, los kilos que le sobran y ese hablar balbuceante. Y por favor que se quite también el tatuaje, que yo no sé por qué a todo el mundo le ha dado por pintarse la cara del Che, ahora. Ya le hubiese gustado al Che tener los pulmones del pibe en sus buenos tiempos, él que se pateaba todas las selvas tirando de inhalador para el asma. Lo de Dieguito se llama, con todos mis respetos, acordarse de Santa Bárbara en su momento estelar. Pero es también asilarse en esa patria universal que es Sudamérica. Si tienes problemas, recurres a la magia.

El escritor gallego Manuel Rivas afirma poseer un íntimo pasaporte portugués. Ser miembro del Club Portugal, dice, exime del patriotismo exagerado y la vergüenza, y autoriza a disfrutar libremente de los fados, la saudade o el bacalao en un chigre de Lisboa. Coincido: Portugal es un estado de ánimo. Pero es importante advertir, en estos tiempos de xenófobos exaltados y arribaespañas, que hay otra raza oculta en el Estado Español: es el Estado Sudaca, y es peligroso. 
Los sudacas ilícitos no tenemos más pasaporte que el íntimo convencimiento; ni más señas de identidad que la envidia cochina cuando oímos el acento de un sudaca autóctono: la caricia de las eses, las y griegas sonoras, los acentos bailantes, el voseo
Y no se engañen los fascistas organizados, porque nosotros también somos muchos y tenemos una pequeña red desplegada por el país. Somos un reducto: en Valladolid, planeta facha, las películas del argentino Eliseo Subiela aguantan en cartel más que Armaggedon. Y así podemos leer a Benedetti con orgullo de paisano, llorar con un tango arrabalero o indignarnos por el caso Pinochet con conocimiento de causa. Mientras, la mitad de los niños de España se ríen más con El Chavo del Ocho que con Pokemon: ellos son los sudacas del futuro.

Hace un tiempo podíamos ver a un grupo de intelectuales españoles luciendo pin con slogan: yo también soy sudaca. Esto es: a favor de los inmigrantes, reivindicando la responsabilidad de la madre patria, y asumiendo el agradecimiento como cualidad a fomentar, por todos los exiliados gallegos que encontraron refugio en Sudamérica. Quizá con todo lo recientemente ocurrido -y lo que tiene pinta de ocurrir- haya que ampliar el club, aunque los nuevos miembros no hablen español: los inmigrantes magrebíes también entran en la red solidaria. Y, por apurar, entran los inmigrantes en general e incluso los que no llegan al país porque no tienen dinero para pagarse la patera. Este Estado da para todos, el que quiera puede ser sudaca.
Yo también.

 *Eduardo Galeano, creo.

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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