Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

EUROPA EXTREMA

 

El voto extremo es la forma que tiene el pueblo de hacer llegar a las altas esferas un grito cabreado.
La pregunta es: ¿qué provoca ese malestar social?

 

vinternac.jpg (7028 bytes)

EUROPA EXTREMA

Estaba claro. Que un partido como el de Jörg Haider llegase a formar parte del gobierno de un país de esta Europa nuestra, tan civilizada, tan comedida y tan supuestamente escarmentada por su pasado, era sólo cuestión de tiempo y de estar en el momento justo en el sitio apropiado. Y ahí justamente estaba Haider, un hombre del que se ha dicho en estos días que tiene más de oportunista que de político. El caso es que ahí está, respaldado por un buen montón de votos de otros que piensan como él.

Claro que ahora todos se llevan las manos a la cabeza. Cómo es posible que haya sucedido esto, dicen los representantes de los países de la Unión Europea. ¿Debemos consentirlo?, se preguntan entre sí, mirándose de reojo, aunque ya saben que es una pregunta idiota, porque no hay nada que consentir. El FPÖ, Partido Liberal, no se ha colado en este teatro por la puerta de atrás, sino que ha pasado por taquilla y ha pagado la entrada, como mandan las normas. Y eso lo saben unos y otros. Probablemente un boicot a nivel europeo, que es lo que algunos intentaron sugerir como reacción acalorada del primer momento, no sólo no tendría efecto alguno, sino que sería una manera absurda de echar más leña al fuego y de crear divisiones.

De momento, se conforman con el pataleo de colegiales. Así, los nuevos ministros austríacos se encuentran con que sus colegas les niegan el saludo, desvían la mirada, no les dan la mano, no quieren salir con ellos en la foto, o les dan pequeños plantones en alguna reunión. Cosas de críos. 
Los otros, saben que están dentro del juego democrático y duermen con las espaldas tranquilas. Lo dijo la nueva ministra de Exteriores austríaca: "Forma parte del juego democrático elegir con libertad", ¿no? Cierto. Atengámonos, pues, a las consecuencias, porque aceptar el juego implica aceptar los riesgos.

Lo que realmente debería preocupar a los dirigentes europeos, si es que el tema les llega realmente a quitar el sueño, no es que esto haya sucedido -de hecho este partido ya había llegado al gobierno en otra ocasión, en coalición con los socialistas, aunque entonces pasó más desapercibido porque lucían su extremismo con menos descaro-. Lo que realmente debería provocar una reflexión es el porqué. A fin de cuentas, todos los partidos fascistas, o populistas, como se denomina al FPÖ, tienen un rasgo común: las orejas muy grandes para escuchar las quejas populares y fabricar un mensaje político que calme su insatisfacción. El voto extremo es la forma que tiene el pueblo de hacer llegar a las altas esferas un grito cabreado. La pregunta es: ¿qué provoca ese malestar social que acaba traduciéndose en un mayor número de simpatizantes de extrema derecha? ¿Qué es, utilizando palabras del escritor José Saramago, lo que hace que otra vez un pueblo civilizado y cultivado se incline hacia la intolerancia y el odio? Esas son las preguntas que tiene que responder Europa en su conjunto, porque lo peligroso no es que exista un Haider; el peligro está en que existe quien lo respalda. La respuesta hay que buscarla en la calle. Quizás tenga algo que ver el paro, que afecta a quince millones de personas en todo el continente. O quizás influya la distancia, cada vez más grande, que separa a los europeos ricos de los europeos pobres. Ya sabemos que es fácil que el descontento social desemboque en intolerancia y xenofobia. Los españoles nos sorprendimos con los recientes sucesos de El Ejido. De alguna manera pensábamos que episodios de ese tipo estaban reservados para países como Alemania, donde los ataques a extranjeros son relativamente habituales. Pero el fenómeno se extiende, y si continúa sin control no sería de extrañar que dentro de un tiempo el electorado reclamase donde no lo haya, un partido político que recoja el sentir xenófobo y racista, un partido como el de Haider. No es tan difícil que suceda.

Habría que analizar todo lo ocurrido para prever lo que nos pueda aguardar en el futuro, teniendo en cuenta, entre otras cosas, que ya se espera una entrada masiva de trabajadores inmigrantes en los próximos años, sin que Europa esté social, económica y culturalmente preparada para ello.
Si Europa no es capaz de unir fuerzas para analizar en profundidad las causas de este fenómeno y aplicarle el tratamiento adecuado, es que la Unión ha fracasado. Cualquier otra cosa son sólo aspavientos teatrales. Pura hipocresía. /C.F.

 

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA