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Entrada al Valle del Silencio, camino del Everest.

Ramón Portilla
UNA VIDA EN LA MONTAÑA

Texto: F. Muñiz / Fotos: Ramón Portilla.

No busca hacer cosas que nadie haya hecho. No quiere ser mejor que nadie. No le interesan los récords ni las competiciones. Sólo le interesa subir montañas, y bajarlas para poder contarlo a los demás. Así entiende la vida Ramón Portilla. Así era a los 16 años, cuando empezaba a escalar en la Sierra de Guadarrama. Así ha sido hasta hoy, que lleva en su mochila la memoria de cientos de montañas.

Ramón PortillaUno de los grandes proyectos de Ramón ha sido subir las siete cimas más altas de cada continente: Europa, Asia, África, las dos Américas, Oceanía y la Antártida. Cada una de esas cimas dejó su huella en Portilla, y todas juntas le convirtieron en el primer español en poder contar la ascensión a estas siete cumbres.
En el Everest (8.848m), el punto más alto del planeta, conoció a "uno de esos espíritus libres que ejercen a conciencia de tales", que aparece también en la dedicatoria del libro: su amigo Miroslav (Mirra)Smid. Allí nació también la idea de las siete cumbres: una vez conseguida una, ¿por qué no hacer las otras seis? En el Kilimajaro (5.895m.), "una de esas montañas que dan mucho más de lo que prometen", un error les llevó a un desesperante descenso en el que se perdieron varias veces. El Aconcagua (6.959m.) fue duro: con su compañero José Luis Antón sufriendo serias congelaciones, Portilla recorrió los últimos kilómetros descalzo y con alucinaciones. Pero también selló una amistad de por vida. En el McKinley (6.194m.) se reencontró con su amigo Mirra; sería la última vez que le vio con vida. En la Pirámide de Carstensz (5.029m.) convivió con los danis, una tribu originaria de la Edad de Piedra. Para llegar al Vinson (4.897m.) vivió la soledad de coger un avión un 31 de diciembre y descubrió después la Antártida, siempre salvaje y fascinante. Y por último el Elbrus
(5.642m.) puso el punto final a esta aventura, que más tarde recreó en el libro "Las Siete Cumbres".
Cada uno de estos sucesos es una milésima parte de lo vivido en cada pico, pequeños apuntes que juntos configuran una vida. Y como la vida sigue, actualmente Portilla, recién recuperado de un grave accidente -por supuesto, de montaña-, prepara ya nuevas expediciones.

-¿Que es para ti la montaña?
- Es mi vida. Prácticamente todo lo que he vivido está relacionado con ella, incluso a mi mujer la conocí en una montaña. La necesito para ser feliz; y si yo no soy feliz difícilmente voy a hacer feliz a la gente que me rodea. Si alguien me dijera que dejase de escalar por miedo, o por estar con las personas que quiero, dejaría de ser yo mismo. La montaña es una pasión y eso es muy difícil de explicar. Michael Ende decía "las pasiones son un misterio".

"A veces es más importante el camino que recorres para llegar a la montaña que la montaña propiamente dicha, pero si no hay una cumbre al final del camino me cuesta más recorrerlo"

- ¿Qué lugar ocupa en todo esto la aventura?
- Yo no me considero un aventurero, simplemente empecé a hacer montaña de chavalín y descubrí que era una pasión. Y precisamente eso me ha llevado a visitar sitios en los que vives verdaderas aventuras. A veces es más importante el camino que recorres para llegar a la montaña que la montaña propiamente dicha, pero si no hay una cumbre al final del camino me cuesta más recorrerlo.

Conviviendo con los danis en el camino hacia la Pirámide de Carstensz- ¿Qué experimentas cuando haces cumbre?
- Depende. Si es una cumbre asequible, una gran alegría porque he terminado de subir y ya sólo tengo que bajar. Si es una gran montaña no hay una gran satisfacción, ni alegría o euforia, como se piensa. Cuando llegas al Everest o a una cumbre de 8.000 metros, estás tan agotado... Tu capacidad cerebral está por debajo del treinta por ciento por la falta de oxígeno. El cansancio, el miedo, todo esto hace que en ese momento no tengas una especial sensación de triunfo. Yo siempre digo que cuando realmente disfruto ese momento es después, cuando se lo cuento a los amigos.

- ¿Y qué te encuentras cuando vuelves?
- Acusas progresivamente el cambio de ritmo: primero las bicicletas en Nepal, luego el avión; y cuando llegas a tu ciudad y ves pasar los coches tan deprisa y a la gente corriendo, al principio no lo entiendes, necesitas un periodo de adaptación. Cuando vienes de una expedición llegas demasiado deprisa, gracias a los actuales medios de transporte. Y tu cuerpo llega antes que tu alma, porque a veces el espíritu te lo has dejado allí, con los monjes budistas o en el campo base; pero tu cuerpo ya está cruzando una acera con peligro de tu vida, porque todavía no has aterrizado.

- Ahora puedes contar todo esto, pero los principios fueron duros...
- Yo empecé a trabajar muy joven, a los trece años, porque en casa no había dinero. Trabajaba y estudiaba, estuve en una taberna, eché alguna vez una mano a mi padre en su carnicería y a los dieciséis años empecé a trabajar en una notaría. Lo dejé a los veintidós años para dedicarme a escalar, porque era lo que realmente me apasionaba y no hacer testamentos ni poderes.

"Siempre sueñas con llegar a la cima con buen tiempo pero si cambia y llevas días sin comer, sin beber ... esto es lo que hace que sea especial"

- ¿Cómo te financias actualmente?
- Al principio hacía de todo, era capaz de vender mi alma al diablo por ir a escalar montañas. Ahora ya no, con los años te haces más conservador. Tengo algunos patrocinadores que me ayudan y otras expediciones las pago de mi bolsillo. Por ejemplo, el proyecto de las siete cumbres lo financié con lo ganado trabajando en el Everest como cámara de televisión. Ahora mismo estoy relacionado con varios temas, desde comercial de prendas de montaña muy técnicas, a colaborar con el diseño y la imagen de algunas casas comerciales... un poco de todo.

- En los Alpes te visitó la muerte. ¿Cómo son esos encuentros?
- En los Alpes he vivido una de las situaciones más duras de los casi veinticinco años que llevo haciendo montaña y es que tuve una fractura abierta de tibia y peroné. Un bloque prácticamente me cortó la pierna y estuve once horas colgado de una cuerda, con torniquetes, pensando que iba a morir. Fue realmente duro porque no podía permitirme el lujo de morir, tengo una mujer y un hijo. Pasé once horas intentando no perder el conocimiento, porque sabía que mientras sufría estaba vivo. Y bueno, tuve suerte y un helicóptero y mis compañeros me salvaron la vida.

Abriendo huella en el Aconcagua- ¿Cómo asumes las tragedias que se viven en la montaña?
- Cuando dices que la montaña lo es todo, es difícil de explicar y difícil de entender. Cuando digo que es todo me refiero a eso: te da los mejores momentos, los más gratificantes, pero a veces te quita a tus compañeros o te quita la vida. Este juego es muy difícil de entender, por eso el alpinismo se sale del concepto de deporte normal. A lo largo de la vida tienes tiempo de convivir con la muerte, con la vida, con el nacimiento de los hijos... la diferencia es que aquí son sensaciones muy intensas en un periodo muy corto de tiempo.

- ¿Compartes la filosofía de Messner: la montaña, tu mochila y tú?
- Yo pienso que la montaña es libertad, que no hay que ser profeta de nada y cada uno que vaya a buscar lo que quiera encontrar. Si Messner quiere ir con su mochila a buscar unas sensaciones, las encontrará, y otras personas buscarán otras cosas. Yo elegí esto porque nadie me dice lo que tengo que hacer, sólo hay unas normas éticas de comportamiento. Y eso es lo que más me gusta, que no me digan si tengo que subir con oxígeno o sin él, con clavos o sin clavos. Si voy a la montaña es para realizarme como persona, busco mis vivencias, no ser mejor que otros ni vivir lo que otros. La montaña es lo que cada uno quiera de ella.

- ¿Cómo llevas la soledad en la montaña?
- Me encanta. Si puedo elegir, siempre prefiero ir con amigos; pero si me he propuesto un reto, un proyecto, una aventura y no puedo elegir, pues me voy solo, como fue el caso del Vinson u otras montañas del Himalaya.

- ¿Cómo aplicas en tu vida la frase "sueña en grande y atrévete a fallar"?
- Yo necesito sentirme vivo; proponerme proyectos, aventuras, que me pongan a prueba, donde me demuestre a mí mismo si soy capaz de conseguirlo. Cuando subes dando un paseo, y llegas a la cumbre con sol y buen tiempo, pues bueno, queda ahí. Pero si has subido en medio de una tormenta, si las cosas se han complicado, no porque tú lo busques, sino porque afortunadamente esta actividad se desarrolla en la naturaleza y ésta es imprevisible, éstos son realmente los retos, lo que hay que superar. Siempre sueñas con llegar a la cima con buen tiempo pero si cambia con la tormenta, el mal tiempo, llevas días sin comer, sin beber... pues todo esto es lo que hace que sea especial.

"Cuando vuelves de una expedición llegas demasiado deprisa, gracias a los actuales medios de transporte. Y a veces el espíritu te lo has dejado con los monjes budistas o en el campo base; pero tu cuerpo ya está cruzando una acera con peligro de tu vida, porque todavía no has aterrizado"

-¿En montaña se aprende más de los errores que de los aciertos?
-Yo personalmente suelo sacar más partido de los fracasos. Cuando aciertas se supone que todo lo has hecho bien, cuando fracasas puede ser por varios motivos: porque has hecho cosas mal, porque no estabas a la altura , o porque causas ajenas a ti estaban por encima, condiciones meteorológicas, condiciones de la propia montaña.

Ramón Portilla agotado tras el descenso del Kilimanjaro.-¿Qué nuevos retos tienes en mente?
- Quiero acabar un proyecto que estaba haciendo en las caras norte de los Alpes. Hay seis paredes en los Alpes, que no son las más difíciles pero es donde tuve el accidente y este verano voy a volver a intentarlo. Llevo dos años sin poder hacer prácticamente montaña, entre operaciones y rehabilitaciones.

- Acabas de salir de una lesión importante que te podía haber costado la vida y ya estás pensando en la montaña. ¿Cómo se explica ese ansia de aventura?
- Ya he dicho que es difícil de explicar. Yo necesito ir a la montaña y vivir esas sensaciones; necesito escaparme, que me dé el aire, ver las estrellas por la noche... Desgraciadamente vivo en la ciudad, donde las estrellas casi no se ven y los edificios no te dejan ver la luna, entonces de vez en cuando me escapo y duermo fuera. Ni siquiera uso tienda porque me gusta dormirme viendo las estrellas, me gusta que me moje la lluvia, el frío y el calor. Decía Serrat que el sol sólo es el sol si brilla en ti y la lluvia sólo es lluvia si te moja al caer. Y yo creo que es verdad. 

"Yo elegí la montaña porque para mí era la libertad. Sólo había unas normas de comportamiento éticas y eso es lo que más me gusta, que no me digan si tengo que subir con oxígeno ó sin él, con clavos o sin clavos: yo busco mis vivencias, no busco ser mejor que otros ni vivir lo que otros"

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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