Tiene ideas propias y las
argumenta sin vacilar. Gustavo Bueno es un filósofo innovador y
arriesgado, y no hay tema que se le ponga por delante ante el que se
acobarde. Aún cuando, como ocurre muchas veces, eso le suponga ir contra
corriente.
"No sabemos qué es
el hombre y por tanto no se pueden dar los derechos humanos como si
estuvieran escritos con letras mayúsculas en el cielo y la tierra".
"Si no se aplican
los derechos humanos no es por negligencia o mala voluntad, sino porque no
se puede: no se pueden aplicar porque son abstractos".
"Yo no critico los
derechos humanos, sino el uso ideológico que se hace de ellos, que es
distinto".
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Hablar
con el profesor Bueno es sencillo y complicado. Lo primero porque es
cercano en el trato, un caballero al estilo de la vieja escuela. Lo
segundo precisamente por eso: porque cada dos minutos se le acerca
alguien. De cada esquina sale un admirador, un antiguo alumno -tantos
años dando clase en la universidad de Oviedo-, alguien que quiere
saludarle, estrecharle la mano, sacarle una foto. Y Gustavo Bueno sonríe
a cada uno, se para y se interesa por su vida, la salud, el trabajo, la
familia...
Sin embargo, este hombre es el mismo que a sus 75 años es más que capaz
de levantar la polémica allá donde abre la boca. Admirado y criticado
por igual, se ha atrevido a dar una visión atípica de uno de los temas
más en boga en estos tiempos: los derechos humanos.
-Los derechos humanos están en boca de todos, pero usted mantiene
una postura crítica al respecto. ¿En qué sentido?
-Yo no es que cuestione los derechos humanos, porque alguna vez
que he hablado de esto se ha puesto al revés lo que quería decir y he
recibido unos reproches terribles, como es natural. Yo no critico los
derechos humanos, sino el uso ideológico que se hace de ellos, que es
distinto.
La posición mía viene a ser un análogo de la que mantenía Marx ante la
proclamación de los derechos humanos de la Revolución Francesa. Lo que
más le reprochaba era haber ofrecido una serie de ideales bajo la
rúbrica de "libertad, igualdad y fraternidad", que para Marx
era igual a "infantería, artillería y caballería". Marx tiene
la teoría de que los derechos humanos fueron una fórmula que la
burguesía en ascenso encontró para conceder la libertad al ciudadano y a
los individuos con respecto al antiguo régimen, con objeto de que
pudieran libremente vender su fuerza de trabajo. Y eso dio lugar a un
período de explotación todavía más duro que la época del antiguo
régimen. Es decir, que bajo denominaciones muy sublimes se escondían una
serie de intereses. Dicho rápidamente, les dejaban libres para morirse de
hambre.
-¿Y cuál es la aplicación actual de ese argumento?
-Naturalmente la crítica mía no va en este sentido, porque han
pasado ciento cincuenta años desde el asunto. Pero sí tiene una
analogía en el sentido de que los derechos humanos del 48 fueron
establecidos después de la Segunda Guerra Mundial. Se redactaron esos
famosos treinta artículos un poco para ponerse de acuerdo los estados
vencedores, pero no fueron suscritos por la Unión Soviética. De manera
que la cosa seguía igual, porque la Unión Soviética y en general los
países comunistas consideraron que estos derechos humanos eran algo
contra ellos; y algunos lo eran, efectivamente. Aunque como ahora ya ha
caído, se puede hablar de otra manera.
Como
buen filósofo, Gustavo Bueno juega con varios argumentos a la vez. Y
éste es el momento que escoge para aclarar la distinción entre ética y
moral, distinción que él tiene muy en cuenta. La ética, explica, tiene
que ver con el individuo mientras que la moral se refiere al grupo: la
banda, la horda, la familia, la nación, el estado, el ciudadano,
"porque en los derechos del hombre y el ciudadano, el ciudadano es el
estado". Bajo este prisma se enmarca la crítica más feroz a los
derechos humanos.
-La crítica que yo hago a esta declaración de principios es en primer
lugar que está todo centrado en el individuo. Los derechos humanos son de
carácter ético, están polarizados en torno al individuo, y claro, esta
ideología va acompañada de que muchos suponen que con los derechos
humanos ya tenemos las claves para la solución de los problemas. Que si
se cumpliesen los derechos humanos todo estaría arreglado. Entonces se
utilizan como una exculpación, como "ya hemos dicho cuál es el
arreglo, si no lo queréis aplicar, esto es lo que ocurre".
Pues yo sostengo que si no se aplican los derechos humanos no es por
negligencia o mala voluntad, sino porque no se puede: no se pueden aplicar
porque son abstractos. Porque el individuo humano es una abstracción, no
existe más que como ciudadano en una nación. Entonces los derechos de
esa nación, derechos morales y políticos, tienen unas leyes que en
cierto modo están en conflicto con los derechos humanos. Por
consiguiente, los problemas que tiene la humanidad son tanto o más
políticos que los derechos humanos. Dicho rápidamente, que no arreglamos
el mundo llevando unos kilos de leche en polvo a Mozambique -que hay que
llevarlos, claro, y yo soy el primero que se apunta-. Pero el problema de
Mozambique no se arregla con derechos humanos, se arregla con derechos
políticos.
Este
asturiano de adopción salpica su discurso con citas variadas. Una de sus
favoritas, la que redondea su argumento, es la frase de Terencio
"homo sum et nihil humani alienum puto" -hombre soy y nada de lo
humano me es ajeno-, "que es un poco el emblema que tantas veces se
cita para los derechos humanos. Pero lo que esta frase contiene son cosas
terribles". Y de ahí salta a una frase anti-Terencio, "homo sum
et multa humani aliena puto" -soy hombre y muchas cosas de los
hombres me son ajenas-. "Claro, esta frase también es
tremenda".
-¿Es una cuestión de humanización, entonces?
-No, yo eso no sé lo qué es, porque los derechos humanos no
tienen un campo definido. Sobre todo con el famoso proyecto pro-simio, que
han lanzado ahora, en donde quieren que los derechos humanos se extiendan
a los chimpancés, gorilas y orangutanes, pues a ver dónde estamos.
¿Qué quiere decir humanización, entonces? Lo que no sabemos es qué es
el hombre. El hombre está haciéndose, y por tanto no se pueden dar los
derechos humanos como si estuvieran escritos con letras mayúsculas en el
cielo y en la tierra. A mi juicio es todo un mito, empezando por la propia
declaración. Artículo primero: "todos los hombres nacen iguales,
libres y tal". Eso es mentira, todos los hombres nacen desiguales.
Empezando por el primer artículo, ya no hay por donde agarrarlo.
-¿El hombre es entonces un ser en proceso de construcción?
-Hombre, claro, sí, sí. Hay ciertas cosas construidas pero está
todo por ver. Y además la humanidad, los 6.000 millones que somos,
estamos repartidos en sociedades distintas, opuestas, contrapuestas. Hoy
día hablamos de globalización, sí, pero la globalización está pagada
por Estados Unidos, que es el imperio. Estados Unidos es quien globaliza,
los demás nos limitamos a ver la televisión.
Gustavo Bueno
participó en las Jornadas sobre los Derechos Humanos en el Instituto
Padre Isla de León.
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