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SEPARATIVIDAD
En el
principio todo era Uno. La Energía de la Unidad, emanada del Creador,
hizo que todas las cosas, que todos los seres, se mantuvieran unidos
formando una perfecta Red.
Luego, el Creador, el Uno, decidió que todo descendiera hasta otros
niveles inferiores, para que se creara una copia perfecta de la Idea
original en el lugar más alejado, en lo que conocemos como Plano Físico.
Pero las vidas, al descender y alejarse del Origen, perdieron la
consciencia de la unidad y fueron absorbidas por la atracción de las
formas, creándose como consecuencia un mundo donde la separatividad y el
conflicto se convertirían en los sustitutos de la unidad y el equilibrio.
El plano físico se convirtió así en el único nivel donde los seres
tenían consciencia de sí mismos, pero las características de este plano
hicieron que la vida fuera una permanente lucha por la supervivencia,
aspecto que propició aún más la separatividad entre todos los seres
vivos y, así, la lucha y el conflicto se adueñaron de un mundo destinado
a ser un laboratorio experimental donde se forjarían dioses.
Por ello, la historia de este planeta se escribe a base de guerras, de
civilizaciones levantadas y destruidas, de las consecuencias de la
presencia de una gran Fuerza que siempre ha sido incorrectamente
canalizada, la Fuerza de la Unidad que, pese a todo, sigue desde otro
nivel sustentándolo todo, protegiéndolo todo.
El Uno, consciente de todo el proceso, vela por todo y dirige
sabiamente todo para que del conflicto surja el poder, para que del dolor
surja la consciencia, para que de los errores se levante la sabiduría y,
con todo ello, un Hombre Nuevo sea construido, forjado con el Fuego de la
guerra, con el Aire que imprime movimiento a la vida, con el Agua que la
dota de fuerza y de sensibilidad, y con la Tierra, que como Madre paciente
sigue alimentando y sosteniendo a sus hijos a pesar de sus actos, de su
desprecio hacia ella.
El hombre actual vive prisionero de la separatividad, ha perdido el
contacto con su Origen, con su Fuente de Vida, con el Uno.
Al vivir en separatividad ha perdido la visión y, en su ignorancia,
considera a los demás como enemigos, como responsables de sus males, sin
saber que su puerta de salida se encuentra en la vivencia y comprensión
de la Unidad, porque todos somos uno ante los ojos del Uno, y porque las
diferencias de la forma son sólo ilusiones que se pierden ante la muerte,
la gran equilibradora de la vida, la guardiana de la frontera entre lo
real y lo irreal.
Por ello, existen dos Fuerzas muy poderosas enfrentadas que son el
mecanismo regulador de la vida. Una, la Fuerza de la separatividad, que
opera en los planos inferiores o externos y que domina al hombre. Otra, la
Fuerza de la Unidad, que permanece en los niveles superiores o internos y
que lo sostiene todo vivo y en movimiento.
Ambas tienen un punto máximo de conflicto en el interior de cada hombre,
y es éste, con sus decisiones, quien inclina la balanza hacia uno u otro
lado.
Pero al ser el hombre una creación del Uno, éste envía cada cierto
tiempo a seres especiales para que recuerden al hombre su Origen, su
verdadera naturaleza y el vínculo sagrado que le une con sus hermanos,
con toda la humanidad.
Pero la Fuerza de la separatividad es muy poderosa y el despertar del
hombre es, por tanto, muy lento. El reconocimiento de los demás, de sus
derechos, el respeto a la vida y al bienestar de los que nos rodean, el
equilibrio de la posesión, de la riqueza, son factores determinantes del
progreso hacia la concepción de la Unidad como ley básica de la Vida, al
mismo tiempo que su desconocimiento o rechazo nos conduce a la
destrucción de los valores, a la pérdida de la vida, a la confusión y
al sufrimiento.
El hombre tiene que descubrir la razón de su creación, de su existencia,
y sólo puede hacerlo mirando a través del prisma de la Unidad, de sus
leyes y de su vivencia.
Todos somos uno en el Uno, todos nos movemos en la Espiral de la Vida, a
todos nos espera la muerte como puerta hacia la verdadera vida.
Pero no todos saben vivir para saber morir.
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