No hay que dejar de insistir. Si
cayó el Imperio Romano, si se derrumbó el Muro de Berlín ¿no hemos de conseguir que
entren en razones un puñado de jueces? Cosas más raras se han visto. |
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VIOLACIONES
POR CAROLINA FERNANDEZ
Si alguna vez me toca la
mala suerte y me encuentro frente a frente con un violador dispuesto a hacer honor a su
nombre, es decir, a consumar la faena, sabré a ciencia cierta que la he cagado, y perdón
por la expresión, porque además de pasar por el trance, que ya tiene narices, tendré
que revisarme de arriba abajo, por delante y por detrás, para ver si cumplo con lo
políticamente correcto antes de pisar el juzgado. Sí, sí, la cosa tiene bemoles, porque
si resulta que la "circunstancia", por decirlo de alguna manera, me ha pillado
con una falda algo más corta que el hábito de una monja, que es la medida estándar con
la que la judicatura mide al grado de moralidad o inmoralidad, ya sé que llevo todas las
de perder, por lasciva y por provocadora. Si ese día me levanté dispuesta a regalarle la
vista al mundo con un escote generoso, chungo, porque ya se sabe, es una verdad universal,
que tiran más dos tetas que dos carretas, y como las leyes las han hecho ellos
tenemos que tragarnos el axioma y abrocharnos la camisa hasta la barbilla para no inducir
a ningún macho a cometer actos impuros. En ese caso, pierdo la partida por exhibicionista
e incitadora. Si llevo pantalones vaqueros, malo, porque a lo mejor me veo en la
disyuntiva de tener que decidir entre echarle una mano al violador a encontrar la
cremallera, más que nada para que no se ponga nervioso, o bien arriesgarme a que saque la
faca y los abra a la tremenda, con el riesgo de llevarse por delante algo más que las
costuras. En ese caso se vería claramente que he dado mi pleno consentimiento y que he
prestado gustosamente mi colaboración. O sea, que he mantenido una relación estupenda y
de mutuo acuerdo. Y yo resultaré ser una pelandrusca vengativa que no se quedó
satisfecha.
Pero dígame señor juez ¿dónde está el límite entre no tocarle las
narices a un psicópata para que no le dé la mala, y colaborar gentilmente a la
consumación del acto? El instinto de supervivencia funciona solo, no tiene esos carriles
tan estrictos que condicionan lo que se puede y no se puede hacer. Y claro, luego vete y
explícale tus razones a un carcamal septuagenario con mala leche y halitosis, que lo que
hiciste, lo hiciste por salvar el pellejo, y que nadie lo puede juzgar. Explícale que es
muy distinta la perspectiva del mundo desde una tarima de madera de cerezo, con un
martillito en la mano, que desde debajo de una bestia que ni ve, ni oye, ni siente y que
te embiste sin contemplaciones.
Y ¿qué pasa si uno te pasa por la piedra y otro se dedica a
contemplar la jugada? Pues que el mirón libra, porque mirar, sólo mirar, parece que es
sólo un pecadillo venial. ¿Y si resulta que tienes la mala pata de que encima esté
borracho como una cuba? Pues llegamos a la conclusión de que lo mejor que un violador
puede hacer es beber como un animal antes del asalto, porque si lo pillan con una buena
cogorza le rebajan la pena. ¿Creen que bromeo? Ni de coña. El juez entiende que una
intoxicación etílica importante justifica que Fulano y Mengano "llegaran a hacer lo
que hicieron", es decir, en este caso concreto, sacado de la prensa, robar, apalear y
violar a dos mujeres. Se sobrentiende de esta sentencia que el hombre es un animal salido
por naturaleza, sin una pizca de autocontrol y cuya bestialidad sólo está mitigada por
la socialización obligatoria. El juez entiende que basta una cogorza monumental para que
la cabra tire al monte, o sea, para que ocurra lo que tiene que ocurrir. Bonita
conclusión. Sugiero a los hombres que no se sientan identificados con este insulto
judicial, que organicen mañana mismo una manifestación en la Puerta del Sol para
reivindicar su imagen.
Pues este es el lenguaje que entienden los jueces.
No quiero ni pensar que se me ocurriese cometer la torpeza de tener un
gesto amable con el agresor, antes de saber que se me iba a echar encima, porque sería
interpretada como una evidencia clarísima de que estaba pidiendo guerra, lo cual
justifica sin más argumentos todo lo que viniera después. Pierdo por vivalavida y
calientabraguetas. Si le doy un guantazo por sobón, me la voy a cargar en el juicio, por
cabrear al violador y hacerlo salirse -más- de sus casillas. Si el agresor es mi novio,
voy de culo, porque se da por supuesto que había consentimiento previo, y si no lo
había, a ver qué estaba haciendo una pelandrusca como yo a esas horas y por esos sitios.
Encima me tocará una reprimenda paternalista. Peor todavía si es mi marido, porque ya se
sabe que dentro del matrimonio, sobre todo si ha sido bendecido por la Iglesia, todo se
consiente, y no hay forma humana ni divina de demostrar una violación a no ser que te
mande al hospital llena de cardenales. Y ni así. Tampoco quiero ni pensar que sea una
prostituta. Si por cualquier razón, incluidas las empresariales, me niego a hacer
negocios con un fulano, y me viola, me voy a ver en serios apuros para demostrarlo, porque
tendré que hacer salto con pértiga para pasar por encima de todos los prejuicios que
caben en la sala de un tribunal, que son muchos. Ya veo los titulares. No dirán
"mujer violada en un descampado", sino "prostituta violada en un
descampado", con lo cual el lector inconsciente musitará un "ah, bueno" y
pasará de página. Me gustará ver cuando pongan en titulares "ingeniera de
telecomunicaciones" o "especialista en endocrinología violada en la sala de
espera". ¿Y si soy una inmigrante, recién llegada en patera, muerta de miedo en un
país extraño, que pasa su primera noche en un calabozo? Si recibo la visita interesada
de algún agente lo que ocurra tiene muchas posibilidades de no salir de esas cuatro
paredes.
En fin, de locos. Casos como estos salpican la prensa todos los días. Son los que
trascienden, pero son muchos más los que no llegan a la luz por miedo y por vergüenza. A
pesar de todo no hay que dejar de insistir. Si cayó el Imperio Romano, si se derrumbó el
Muro de Berlín ¿no hemos de conseguir que entren en razones un puñado de jueces? Cosas
más raras se han visto. |