REFUGIADOS:
LA ESPERANZA DESDE EL EXILIO
50
ANIVERSARIO DEL ACNUR
Texto: Cristina Guzmán
(Asociación España con ACNUR)
Fotos: © ACNUR
"Estoy contenta de estar aquí de nuevo. Espero que la paz dure
y que podamos ser felices". Mwanaisha Saidi, una refugiada
mozambiqueña, contaba sus esperanzas a la trabajadora de ACNUR que les
acompañaba en el convoy de retorno a Mozambique, en 1994. Volvía a su
ciudad natal, Metangula, que dejó en 1985 huyendo de la guerra civil.
Cualquier
refugiado ansía pronunciar esas mismas palabras. El sueño de todos ellos
-22,3 millones de refugiados en todo el mundo- es volver a la tierra
natal, y encontrarla en paz, y poder reconstruir la vida, el futuro. A
veces eso no es posible durante años. Así la existencia de muchos
niños, mujeres y ancianos discurre sin tiempo durante años en campos de
refugiados, mientras esperan las noticias de los acontecimientos en su
país, los avances o retrocesos en los frentes de guerra; esperan sobre
todo que acabe la persecución a los de su etnia, raza o religión. Y
mientras pasan los días, luchan por conservar la esperanza.
Cuando en 1950 Naciones Unidas creó la Oficina del Alto
Comisionado para los Refugiados (ACNUR), se le asignó la tarea de
buscar soluciones al millón de personas refugiadas y deportadas a causa
de la II Guerra Mundial y del comienzo de la guerra fría. El mandato del ACNUR,
otorgado por la Asamblea General, consistía en proporcionar a los
refugiados "protección internacional... y buscar soluciones
permanentes, ayudando a los Gobiernos y a las organizaciones privadas (no
gubernamentales) a facilitar la repatriación voluntaria de los refugiados
o su asimilación en las nuevas comunidades nacionales". Por otro
lado, en julio de 1951 en la ciudad de Ginebra se aprobó la Convención
relativa al Estatuto de los refugiados, en la cual quedó fijado el
concepto internacional de refugiado. El refugiado se define ante todo como
una víctima. Se aplica a "toda persona que debido a fundados temores
de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad,
pertenencia a determinado grupo social y opiniones políticas, se
encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o no quiere, a
causa de su temor, acogerse a la protección de tal país..."
También quedó fijado uno de los pilares fundamentales de la protección
internacional, el principio de "non-refoulement"
(no-devolución), por el cual los países firmantes de la Convención se
comprometen a "no expulsar o devolver a un refugiado a un territorio
donde su vida o libertad peligre...".
El ACNUR
tuvo desde sus comienzos un mandato claramente establecido, sin embargo se
creó como un organismo temporal, cuya duración en principio estaba
prevista por un período de tres años. En reconocimiento a la labor de
protección ejercida en ese período, ACNUR recibió en 1954 su
primer Premio Nobel de la Paz.
Desde entonces hasta nuestros días se han sucedido en todo el planeta
conflictos generadores de refugiados y grandes éxodos de población
civil: las invasiones soviéticas de territorios vecinos y las
consiguientes deportaciones étnicas, el proceso de descolonización en
África, los conflictos secesionistas en la India y centro de Asia, las
dictaduras en Latinoamérica, las guerras civiles en el sudeste
asiático... En la década de los 90, los conflictos que han estallado se
han cebado particularmente en la población civil. La ONU calcula que el
90% de las víctimas actuales de un conflicto bélico son civiles. De los
22,3 millones de refugiados bajo el amparo del ACNUR, más de la
mitad son menores de 18 años. Además asistimos en la zonas menos
desarrolladas del planeta a una repetición cíclica de la violencia, la
lucha por los escasos recursos y los éxodos masivos: Balcanes, Grandes
Lagos, Cuerno de África, Afganistán, Angola, Sierra Leona y Liberia,
Timor, Chechenia... Estos destructores ciclos llegan a transformar
sociedades enteras, tornándolas endémicamente violentas e inseguras, e
impidiendo el desarrollo continuado, la mejora de la educación, el
establecimiento de inversiones extranjeras, etc.
En todos estos años ACNUR ha ido asumiendo, además de su garante
de la protección internacional, otras tareas, relacionadas con la
asistencia material, sanitaria y educativa de las poblaciones refugiadas.
De nada sirve asegurar la protección legal de un grupo de refugiados si
éstos no tienen qué llevarse a la boca, o carecen de toda
infraestructura básica. En aquellos países de asilo cuyos gobiernos
carecen de medios o de cobertura social para hacerse cargo de los
refugiados, ACNUR ha tomado también la responsabilidad de asegurar
que la ayuda humanitaria llegue a los refugiados, asegurando su
supervivencia. Para ello ACNUR colabora con otras agencias de Naciones
Unidas como el programa Mundial de Alimentos (PAM), Unicef o
la Organización Internacional de Migraciones (OIM), y también
establece asociaciones con organizaciones no gubernamentales, tanto
internacionales como locales, financiando programas de asistencia básica,
salud, saneamiento, educación, formación de adultos, y atención
terapéutica a personas vulnerables o traumatizadas.
Pero la tarea de ACNUR no acaba en los campos de refugiados.
Continúa cuando el retorno es posible. Los refugiados que voluntariamente
retornan a su país reciben también asistencia, legal y material, del ACNUR,
quien pone en marcha proyectos "puente" entre la emergencia
y el desarrollo, los llamados "proyectos de impacto rápido",
para facilitar la reintegración de la comunidad de refugiados.
Apoyo a la sociedad
civil.
A vista de pájaro, estos 50 años
de existencia de ACNUR resumen una realidad que los analistas
vaticinan para el siglo que viene: el siglo XXI será el siglo de las
migraciones. De todos nosotros, como sociedad civil, depende que los
refugiados y víctimas de la violencia encuentren un lugar seguro donde
rehacer sus vidas, de nosotros depende el crear una sociedad tolerante y
abierta, capaz de acogerlos y de ofrecerles oportunidades para que aporten
su potencial y su valía a la comunidad de los acoge. ∆
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