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NAVIDAD
Es
Navidad. La tierra que hace dos mil años recogía la semilla del Amor,
regada y alimentada por la sangre de su mensajero, hoy se empapa de la
sangre de las víctimas del odio y del egoísmo, los opuestos al Amor.
Pero eso no significa que el Amor haya perdido la batalla y que aquella
semilla no haya crecido hasta convertirse en un árbol fuerte, no,
significa simplemente que un círculo se cierra y que los mismos que hace
dos mil años agredieron, escupieron y pidieron la muerte de Jesús, hoy
se enfrentan al mismo destino, y en su ceguera no comprenden que la Ley
Superior, la Ley del Padre, a quien Jesús invocaba, es inexorable y no
depende del tiempo, porque funciona fuera de él.
Es Navidad. Y esta Navidad cruzamos la puerta, el umbral, de un nuevo
milenio. Las promesas de un paraíso basado en la más moderna tecnología
invaden los sueños de los futuristas. Los nubarrones de una catástrofe
planetaria sin precedentes planean sobre las mentes más realistas y sobre
los cálculos científicos más optimistas. El hombre vaga sin rumbo fijo
olvidándose de lo más elemental de la existencia, el Amor, aferrándose
al poder, a la posesión y a los valores del pasado, caducos e
inservibles.
Es Navidad. Miles, millones de personas en todo el mundo sobreviven a
duras penas olvidados por los poderosos gobiernos del planeta que
derrochan millones de dólares en armamento, en lujos innecesarios, en
levantar palacios con los cimientos de arena que se derrumbarán al primer
aviso de los Elementos.
Mientras, las religiones, cómplices prostituidas de los gobiernos, luchan
por no perder su oscuro poder y su hegemonía en el concierto mundial,
como vampiros que se disputan las almas de los ciudadanos en nombre de un
"dios" que es la antítesis del Padre a quien Jesús se refería
y a quien obedecía.
Es Navidad. En el primer mundo las mesas se llenarán de turrones, de
suculentos platos y de guirnaldas. Se cantarán los villancicos que hablan
de un niño-Dios nacido en Belén y las familias se reunirán porque así
se debe hacer, pero nadie hablará del significado de ese niño y su
mensaje, nadie se atreverá a preguntarse si sigue vivo y dónde está,
nadie abrirá su corazón a los demás porque la relación es pura
hipocresía, porque nadie dice en realidad lo que piensa y porque es más
fácil esconderse tras una careta festiva que mirarse a los ojos y darse
de verdad la mano.
Es Navidad. Y la humanidad se sigue alimentando del pasado, y además de
un pasado distorsionado por los intereses de las Iglesias. Porque en estos
dos mil años han ocurrido muchas cosas, porque ahora un ciclo de tiempo
se cierra y se abre otro muy diferente, porque el Amor ha germinado en la
sangre y el tiempo ha sido cumplido, porque el Hijo y el Padre se han
unido para el nuevo tiempo, porque el examen ha comenzado, porque los
Elementos colaboran ya para restablecer el equilibrio original, porque los
últimos serán los primeros, porque la Justicia Superior dará a cada uno
lo que en verdad merezca y porque nadie puede decir ya que no sabía.
Es Navidad. Y una vez más la Navidad duele dentro, porque una especial
sensibilidad flota en el ambiente, como si el Maestro del Amor sobrevolara
nuestros corazones y dejara una gota del dolor que El vive al contemplar
lo mucho que el hombre va a sufrir por olvidar sus palabras.
Es Navidad. Y en algún lugar un niño nace, protegido de los peligros por
una blanca paloma que simboliza la eterna paz que existe más allá, en
esos otros mundos donde la vida es Verdad, donde el dolor no existe, donde
la luz no tiene oscuridad.
Todo ello y más le fue prometido al hombre. Todo ello y más forma
parte del Reino del Padre que ya ha abierto sus puertas para que comiencen
a entrar los que lo deseen por encima de cualquier otra cosa, más que
nada en sus vidas.
Es el futuro, es el nuevo tiempo, es la única realidad.
Es la eterna Navidad. ∆
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