Pero el hombre desconoce que su relación con el mundo o nivel externo está influenciada por la calidad de su nivel interno, es decir, por el grado de evolución de las vidas que existen en su interior, vidas de las que aún no es consciente pero que son las responsables de la mayoría de sus actos, de sus sentimientos, e incluso, de sus pensamientos.
En realidad, el hombre, cada ser humano, es una entidad espiritual que tiene como nivel mínimo, o más bajo, de expresión lo que en occidente se conoce como alma. Desde ese nivel construye su naturaleza física, sus cuerpos inferiores, y para hacerlo necesita echar mano de la sustancia existente en esos niveles inferiores, es decir, las vidas o entidades menores.

Ahora bien, según el estado evolutivo de cada hombre, así será la naturaleza de las vidas que forman parte de sus cuerpos inferiores, estableciéndose por tanto una relación interna, y con ella un compromiso por parte y parte de intercambio y evolución.
Pero el hecho de que el hombre aún no sea consciente de "sus vidas", no implica que estas no existan y constituyan la base fundamental de su existencia en el plano físico. Es más, el hombre, como entidad espiritual que es, nunca podría poseer un cuerpo físico si no fuera por la existencia de las vidas menores, que colaboran con él y obtienen de ello mayor evolución.

Es importante comprender que la calidad o estado evolutivo de las vidas que forman el cuerpo físico del hombre no es la misma en general. Es decir, las vidas que forman parte del cerebro son más evolucionadas que las que forman parte de una mano, o las que forman parte del corazón también lo son respecto a las que constituyen otros órganos de menor importancia.
Si el hombre fuera consciente de estas vidas, muchos de sus hábitos cambiarían, porque según la calidad de vida que el hombre se dé, así afecta positiva o negativamente a sus vidas, ya que el intercambio es permanente.

En el futuro, cuando el hombre sea consciente, es más, cuando puede conectar con ellas de la misma forma que ahora puede hacerlo con alguien del nivel externo, la comprensión definitiva de la auténtica dimensión de la Creación se abrirá para él, porque verá de una forma absoluta la existencia de la Red, de la perfecta Unidad, donde todo depende de todo, donde lo menor es tan importante como lo mayor y, sobre todo, verá que la misma relación de dependencia que existe entre nuestras vidas y nosotros, existe también entre todos nosotros, la humanidad, y un Ser mayor, el Creador, el Uno, el Dios del que todos somos hijos y del cual dependemos y formamos parte.

La visión de esta realidad abre las puertas al futuro que espera al hombre, porque en ese futuro el hombre será un Dios respecto a sus vidas y las conducirá sabiamente, y recibirá de ellas todo el conocimiento acumulado en el tiempo y ambos serán uno en la evolución.
Pero el hombre nunca podrá ver el Cosmos, el Universo, la Creación, con ojos de verdad, con visión auténtica, con comprensión total, mientras no sea consciente de su interior, de lo que ocurre en su mundo interno, de "sus vidas", y mientras no establezca con ellas la relación correcta que conducirá a ambas partes hacia el objetivo inicial por el cual se unieron.