Dicen que el Poder Judicial quiere
retrasar la jubilación de los jueces y parece que hablamos de una presencia sobrenatural,
en vez de unos jueces que se están asegurando el puesto de trabajo.
|
|
EL ENTE
POR ELENA F. VISPO
Dice la
Biblia que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Lo que no dice es que le salió
de estructura chiquitina, un poco amnésico y más bien miope; en un día tonto perdió a
Dios de vista y de momento no lo ha vuelto a encontrar. Dios creó al hombre, cuenta la
Biblia, pero no cuenta por ningún lado cómo el hombre creó a su Dios. Ese fue el mal
rollo: en vez de inventar a un padre sonriente y espléndido, algún listillo nos plantó
en el cielo a ese ente abstracto, dogmático y vengativo. No sé de quién fue la idea de
lo del valle de lágrimas, pero desde luego se lució.
Como las ciencias avanzan que es una barbaridad, desde que Galileo
descubrió que no somos el ombligo del universo, muchos han ocupado su tiempo en discutir
a ése que rige nuestras vidas, llámese Dios, destino o Wakan Tanka. Cuando los yankis
llegaron a la luna no vieron a Dios por ninguna parte, y en Marte la Pathfinder aún no ha
chocado con un señor de barba blanca y zapatillas de cuadros. Dios no está en el cielo,
no nos mira por encima de las nubes para decirnos lo que tenemos que hacer. ¿Y ahora
qué?
Algunos, cada vez menos, se declaran seguidores de Woijtyla, que si
bien es una persona física, es la afirmación del ente en sí misma. No me negarán que
tiene su miga ese anciano que afirma ser el hijo de Pedro, el delegado de Dios, el
ladrillo de la iglesia y la voz de Jesús, el Espíritu Santo y los ángeles custodios.
Como el Vaticano va perdiendo adeptos la gente tiene que buscarse la vida, y ahora le
pegas una patada a una piedra y te salen tres religiones. Lo difícil, lo que no hace
nadie, es asumir que la responsabilidad de nuestros actos es nuestra. Quizá por eso
cuando Nietzche mató a Dios empezó a hablar del superhombre. Pero la raza humana
necesita mirar hacia arriba y comienza el proceso de enteificación, de hacer
abstracto lo que no lo es.
Por ejemplo, dicen que el Poder Judicial quiere retrasar la jubilación
de los jueces a los 72 años, y parece que hablamos de una presencia sobrenatural, en vez
de un grupo de jueces que se está asegurando el puesto de trabajo. Los periódicos están
llenos de entes, es el nuevo politeísmo: El Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional, la
OTAN, el yen, Rusia... Cuando los precios obligan a subir el IPC no es que le pongan una
pistola en el pecho, es que detrás hay una cohorte de empresarios, banqueros y políticos
moviendo piezas como locos. Asistimos a la era del lenguaje descafeinado y las frases sin
sujeto. Nadie dice, nadie ve, nadie oye. Sobre todo, nadie tiene la culpa.
El otro día pongo Canal Plus para ver una película en versión
original y descubro que los subtítulos los hace un niño de primero de ESO: párrafos
enteros sin traducción, traducciones mal hechas, subtítulos que dejan la frase sin
terminar... Al descubrir un caso descarado de explotación infantil, llamo alarmada a
Canal Plus, y no hay manera: no consigo encontrar a nadie que me diga quién es el
responsable. Porque digo yo que ese pobre niño tiene que tener un tutor legal, pero no.
Se ha perdido en el organigrama de Canal Plus. Ya se podía perder mi factura cada final
de mes, pero no caerá esa breva. El ente pide y pide y pide, pero nunca da nada porque
sí.
Es así, absurdo y abstracto. Cuando los nazis masacraron a millones de personas no lo
hicieron por un señor bajito con bigote. Lo hicieron por "la raza aria". Cuando
un mártir se quema a lo bonzo ante la embajada americana lo hace por "la paz
mundial", no por la mala calidad de las salchichas de pollo.
Nos rodea como un halo invisible, pero está ahí. Está en el
espíritu del soldadito que va a morir por "la patria". Está en los nervios de
quien se presenta ante un tribunal de oposiciones -pero cuando se soborna al tribunal ¿a
quién se le paga?-. Está viviendo en nuestras casas, acampado en el salón. Cuando uno
dice "habría que sacar la basura", es posible que los restos de la cena se
pudran en el cubo.
Hay una película de terror que se llama precisamente así, El Ente. Va de una mujer a la
que una especie de fantasma se le cuela en la habitación por las noches para violarla. La
pobre lo pasa fatal, claro, pero a ver a quién denuncia. La guinda del pastel es que la
historia afirma estar "basada en hechos reales". Y yo me lo creo. Cojamos la
vida de cualquier españolito medio y veremos como el ente le da por saco cada vez que le
entra la necesidad.
Lo más surrealista es que el ente, como Hacienda, somos todos. Esa
cosa ambigua que controla nuestros actos está hecha de personas. Cuando el estado de Utah
condenó a John A. Taylor a la pena de muerte, la penitenciaría tuvo que instalar una
línea de teléfono para las peticiones de integrar el pelotón de fusilamiento. El ente
es irreal por naturaleza, pero siempre hay alguien que aprieta el gatillo.
Cuenta la Biblia que cuando Dios creó al hombre, miopías aparte, le hizo un regalo:
la capacidad de hacer con su vida lo que quisiera, lo que se dio en llamar el libre
albedrío. Da miedo. De ahí la necesidad compulsiva de hacer que el ente decida, que el
ente responda, que el ente organice. Pero eso no quita que al final podemos escoger entre
empuñar un arma o regalar un libro, entre tirar la basura o no. Quién sabe, igual ése
es el gran misterio de la creación. |