En contra de lo que algunos opinan,
no toda envidia es devastadora, puesto que hay una sana envidia que no es otra cosa que el
motor que impulsa a conseguir aquello que se desea y se envidia porque otros ya lo han
conseguido. |
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EL DEPORTE NACIONAL
POR RAQUEL BUZNEGO (PSICOLOGA)
Dicen que es la envidia,
al menos en nuestro país, y así debe ser porque día tras día cualquiera de nosotros
puede observar en cualquier momento y en cualquier lugar a individuos con comportamientos
hostiles, agresivos, críticos y destructivos, dirigidos hacia personas que, para ellos,
suponen una clara amenaza psíquica y social.
Un fenómeno muy curioso se produce con reiterada frecuencia. Yo lo
denomino "la exaltación de lo malo y el desconocimiento de lo bueno". Veamos:
cuando una persona comete un error, fracasa en algo o, por las circunstancias que sea, se
ve implicada en algo censurable, la información corre de boca en boca como un reguero de
pólvora; por el contrario, una persona que con esfuerzo, tesón y cualidades llega a
conseguir algunos logros sociales, en la medida en que se pueda se la ignora, y en vez de
motivarla, animarla y reforzar sus pequeños éxitos se procura obviarlos. Nadie quiere
darse por enterado de lo bueno que acontece, y si por fuerza se entera, lo atribuye a la
pura casualidad. Si las cosas positivas se hacen muy ostensibles entonces las conductas
comienzan a cambiar y los que han permanecido mudos consideran que es el momento de
modificar su actitud porque, sin duda, ha llegado la hora de adular al triunfador.
La envidia es la tristeza por el bien ajeno, el envidioso se siente
mal, siente hostilidad hacia el envidiado y en cuanto se le presenta la mínima ocasión
lo critica sin cesar y sin piedad sin apenas darse cuenta de que esa crítica despiadada
obedece más a la propia incapacidad para luchar por nada que a razones objetivas.
En contra de lo que algunos opinan, no toda envidia es devastadora, puesto que hay una
sana envidia que no es otra cosa que el motor que impulsa a conseguir aquello que se desea
y se envidia porque otros ya lo han conseguido.
Afortunadamente lo grande y hermoso de la naturaleza humana es la capacidad para aprender
y, por tanto, también es un aprendizaje, duro quizá, el ser capaz de desarrollar una
vida libre de envidia.
Digo duro porque difícil es vivir al margen de lo que la sociedad en
la que vivimos valora como meritorio: una buena vestimenta, un buen coche, una buena casa
y la capacidad para triunfar. Pero admitiendo que es duro, no dudo que es posible, al
menos si uno se empeña; para ello es preciso tener en cuenta y poner en práctica los
siguientes puntos:
-Los padres, profesores y familiares tienen la obligación de educar a los niños en
algunos valores importantes, muchas veces olvidados, a saber: cualquier semejante tiene
virtudes y defectos indistintamente de que su familia sea humilde o posea un elevado
status social y como tal hay que valorar a las personas por sus cualidades, y no
exclusivamente por su procedencia.
-Tener más y vivir en mejor lugar es algo positivo para quien lo disfruta, pero por sí
solo no garantiza que esa persona sea merecedora del visto bueno para una buena amistad.
La amistad se gana con la conducta y con los hechos, y los hechos son objetivos.
-Evitar las comparaciones, las que hacen los padres o maestros con hijos y alumnos, y las
que hacemos nosotros mismos con aquellos a quienes emulamos. Cada persona es única y por
tanto irrepetible y hay que aprender a quererla y valorarla por esa condición de
singularidad con la que ha nacido y ha crecido. Y ese amor por la singularidad comienza
por nosotros mismos. Si creemos en nuestras capacidades, las cultivamos y las empleamos
seguramente darán fruto, un fruto, en ocasiones, diferente al apetecido, pero fruto al
fin y al cabo y como tal ha de ser valorado.
-Disfrutar de lo que se posee, que a veces no es poco, pero sí poco valorado. Jamás lo
he encontrado tan explendidamente dicho como en la siguiente frase: "Sólo piensa en
lo feliz que serías si perdieras todo lo que ahora tienes y luego volvieras a
recuperarlo..." (Anónimo)
-Algunas personas tienen mucho éxito, a veces con escasos méritos aportados, pero nada
se puede hacer al respecto, las cosas son como son y no siempre se pueden cambiar;
olvidemos a esas personas y centremos nuestra atención en nuestro ser: ¿A dónde
pretendemos llegar? ¿Cómo queremos que sea nuestra vida? ¿En qué podemos mejorar?
¿Cuáles son nuestras ilusiones?
Hagamos un examen de conciencia, de nuestra situación, de nuestra experiencia y de
nuestras capacidades, y tracemos nuestro singular proyecto de vida, sin comparaciones y
sin malas envidias que no conducen a nada, salvo al odio hacia el envidiado y a la
depreciación de nosotros mismos.
-Aprendamos a ser optimistas, el optimismo se siembra, se cuida y florece. Si, por
circunstancias no nos lo enseñaron de chicos, aún estamos a tiempo, acostumbrémonos a
ver el lado positivo de las cosas, de los hechos y de las personas.
-Se podrían citar pautas y más pautas para fortalecer una vida sin envidias pero con las
citadas, si son a bien consideradas, es más que suficiente. Basta para ello reflexionar
sobre su contenido; los corolarios que los amplíe cada cual en función de sus gustos,
necesidades y personalidad.
Y si, tras la reflexión, alguien conviene que merece la pena hacer,
que haga; el camino para nuestro mejor vivir y para mejor relacionarnos con nuestros
semejantes siempre se puede retomar.
Si hemos errado podemos aprender a hacer las cosas mejor en el futuro, si hemos envidiado,
hasta sentirnos mal con nosotros mismos y con los demás, estamos a tiempo de trabajar
para no envidiar, si hemos odiado a muchos, porque han tenido más suerte o más
oportunidades, estamos a tiempo de desterrar el odio porque, a fin de cuentas, el odio
devasta y desgasta y si, en definitiva, no somos medianamente felices es porque,
desgraciadamente, sólo atendemos a lo negativo de nuestro alrededor.
El sol sale cada día y cada día debemos repostar el depósito de nuestras ilusiones, si
no podemos ir al Caribe, disfrutemos de nuestras playas, son hermosas y algunas
desconocidas; si no podemos tener un coche fantástico tampoco importa porque el que
tenemos también nos va a llevar a cualquier sitio y si no podemos llegar a ocupar el
cargo soñado disfrutemos del que tenemos. Al fin y al cabo, sin duda alguna, las ventajas
y desventajas están en cualquier parte.
No arruinemos nuestra estancia en la vida por el solo hecho de envidiar a los demás. |