
Veo fotografías de viejos
perdidos y mujeres sucias y llorosas, y no veo ninguna sotana remangada entre las tiendas
de campaña, no veo cardenales enfangados hasta las cejas, ayudando a los ancianos a
caminar sin caerse, ni limpiándole los mocos a los niños, ni atendiendo heridos en
campos de refugiados. ¿Dónde se esconden, señores, cuando la gente necesita ayuda? |
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LOS IMPOSTORES
POR CAROLINA FERNANDEZ
Una noticia escueta me
llama la atención. Es una noticia resumida en pocas líneas que viene a decir que el
Vaticano no está de acuerdo con que a las mujeres albanokosovares que han sido violadas
durante el conflicto se les proporcione la píldora abortiva, la píldora del día
después. ¿Y por qué?, me pregunto, sin esperanzas de encontrar una respuesta coherente.
Bueno, la situación puede parecer dramática, pero ante todo hay que conservar la calma,
señores y sobre todo señoras. Han de saber que una cosa es la guerra, con todo su
rosario de bestialidades, y otra cosa es la moral católica, que es la hostia. El mensaje
es el siguiente: atención, mujeres albanokosovares que han sido obligadas a abandonar sus
casas con lo puesto, empujadas a culatazos para emprender un viaje camino a algún sitio;
mujeres que quizá han visto morir a un hermano, a un hijo; mujeres que han sido
arrancadas del lado de un marido capaz de portar un arma; mujeres que han caminado muchos
kilómetros oyendo los llantos de los niños y resistiendo el estupor de las miradas de
los ancianos; mujeres que han extraviado a sus hijos entre la marabunta de miles de
refugiados porque, sencillamente, se le soltaron un segundo de la mano; mujeres que se
enfrentan a la supervivencia en un campo de refugiados; mujeres que además han tenido la
mala fortuna de ser violadas por uno o varios soldados serbios, a los que odian, mujeres,
oigan, presten atención, esto es lo que les pide el Vaticano: guarden la calma, no se
alteren y sean capaces de razonar que una cosa es su desgracia personal, y otra cosa la
criatura que llevan dentro, que debe ser acogida con todo el amor del mundo en el seno
familiar, si es que queda algo del seno familiar cuando nazca la criatura.
¿Qué les pasa, señores de sotana? ¿Sufren un delirium tremens? No
les pidan a estas señoras que hagan lo que la Iglesia no ha sabido hacer en siglos de
existencia. Si ustedes se permiten el lujo de tardar un puñado de siglos en reconciliarse
con el mundo por los crímenes cometidos por la Inquisición, con qué autoridad moral le
exigen a una mujer que ha sido botín de guerra de un conflicto creado por otros para
enriquecer a otros, que se reconcilie siquiera consigo misma. La moral no se impone. Y
nadie dice que haya que odiar, pero es momento de apoyar, no de joder más exigiendo
imposibles.
Es de cobardes juzgar desde la distancia, dar órdenes desde sus sacros
sofás donde reposan sus sacras partes. Porque, me pregunto yo con ingenuidad ¿dónde
están en esta guerra los enviados especiales del Vaticano? Los busco en la prensa diaria,
entre las fotos de los campos de refugiados y la metralla de un convoy que ha saltado -por
error, todo es un error- por los aires y no los encuentro. Veo fotografías de viejos
perdidos y mujeres sucias y llorosas, y no veo ninguna sotana remangada entre las tiendas
de campaña, no veo cardenales enfangados hasta las cejas, ayudando a los ancianos a
caminar sin caerse, ni limpiándole los mocos a los niños, ni atendiendo heridos en los
campos de refugiados. ¿Dónde se esconden, señores, cuando la gente necesita ayuda? Y no
es que todo el mundo tenga que irse ahora a Kosovo, pero quienes están todo el día
predicando sobre el Amor a los demás, que es el Amor de El Maestro, deberían acudir a
toda velocidad allí donde fuese necesario su apoyo humano y material. Desde luego que
sería estupendo que lo hiciesen por una necesidad interna imperiosa de ayudar al
prójimo, por puro Amor con mayúsculas a sus semejantes, pero como es evidente que a eso
no alcanzan, siquiera que lo hagan para mantener el negocio, porque la gente no es tonta,
y ve la tele, y a la hora de ingresar mil duros prefiere la cuenta de Médicos sin
Fronteras al cepillo de la Iglesia, que nunca se sabe para dónde va.
Vamos al grano, que llevamos dos mil años dando rodeos: la pregunta
del millón es ¿aman estos señores al prójimo como a sí mismos? Es evidente que no.
Digo yo que si efectivamente fuesen lo que dicen que son, la voz del Vaticano tendría que
ser la más crítica de todas las voces, dar guerra en todos los foros internacionales,
convertirse en la conciencia de todos los Gobiernos del mundo, ser los más acérrimos
defensores de los Derechos Humanos. Y toda la intransigencia de la que hacen gala cuando
se trata de decirle a un chaval que si se pone un condón arderá en el infierno,
utilizarla para condenar todas y cada una de las violaciones a los derechos fundamentales
del hombre que se cometen en este planeta. Deberían ser la mano derecha de Amnistía
Internacional, en vez de interceder por Pinochet. Deberían ventilar sus cuentas
bancarias, en vez de ratonearle cuartos al erario público. Deberían ser unos indeseables
en todos los gobiernos, por denunciar hasta quedarse roncos los abusos cometidos contra
las poblaciones, en vez de esconderse en las grandes recepciones oficiales. Deberían ser
enemigos del sistema, en vez de lamerle el trasero. Y eso acompañado de campañas activas
en todos los lugares del mundo, no para evangelizar, sino para demostrar con sus propias
vidas lo que es el amor al prójimo por encima del amor a uno mismo, lo que son las manos
en acción, y no en oración, lo que es dar sin pedir, sin preguntar, y sin pasar después
la factura para entrar en el cielo. Hay una parte de Iglesia que sí responde a esta
descripción, hay que decirlo, como hay que decir también que es la que tiene más
problemas con la cúpula. Como ven, no sólo queda mucho por andar, que eso lo podríamos
decir todos nosotros, sino que van claramente en la dirección contraria.
¿Donde está esa Iglesia que habla de Amor a los demás? A lo mejor se
ha modernizado, a lo mejor lleva siglas de organización no gubernamental, a lo mejor ni
siquiera nombra al Maestro porque a lo mejor lo lleva simplemente reflejado en la cara.
¿Los otros? A lo mejor son unos impostores. |