
Sueño con un mundo en el que no
existan tantos estúpidos hombres prepotentes, ni fanáticas creencias que llevan a los
hombres a matarse entre sí. |
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SOLO NOS QUEDA SOÑAR
POR ELENA G. GOMEZ
En estos tiempos que
vivimos tan llenos de contradicciones, mientras unos esperan horas y horas por un trozo de
pan, otros se ponen a dieta para perder los kilos que sobran para lucir un cuerpo danone
de verano.
Mientras que unos señores juegan a la guerra, a experimentar sus últimos avances
tecnológicos a costa de miles de vidas, a demostrar su poderío y pedantería, hay unos
niños que ya nunca jamas serán niños, en los que se ha sembrado la semilla del odio y
de la desconfianza, semilla que algún día se transformará en más sangre, semilla que
alimenta un círculo vicioso del que esta humanidad no es capaz de salir.
Y yo, como la mayoría de los mortales, permanezco como espectadora en una guerra que no
hace más que mostrar que el ser humano es incapaz de aprender las lecciones, y no soy
capaz de tragar, ni aunque lo unte con mermelada, tanta estupidez de unos y tanto dolor de
otros.
Y lo peor es que yo no puedo hacer prácticamente nada salvo mirar hacia el futuro y
soñar.
Sí, sólo nos queda soñar, soñar con un mundo en el que no existan
tantos estúpidos hombres prepotentes, ni fanáticas creencias que llevan a los hombres a
matarse entre sí simplemente por haber nacido bajo unas determinadas ideologías o con un
color de piel distinto.
Que no existan niños educados bajo el miedo y la represión, y sobre todo, que no existan
hombres que se crean superiores a otros, porque mientras esto se permita habrá quien
tiene derecho a matar, degradar o insultar y habrá quien tenga que sufrir sus
consecuencias.
Sólo nos queda soñar, y hacer que cada día ese futuro se haga
realidad poniendo lo mejor de nosotros mismos. Haciendo oídos sordos y ojos ciegos a lo
que hagan o digan los demás, porque el odio engendra odio y la muerte más muerte, y con
ello no hay posibilidad de cambio ni de evolución y, al final, cada uno tendrá que
recoger sus propios frutos y, ya se sabe, quien siembra vientos recoge tempestades.
Sueño, sí, sueño con un mundo totalmente distinto donde las personas
sepan escuchar y no tengan que tener siempre la razón. Sueño con humanos sensibles que
sabrán que muchas veces un abrazo, una sonrisa o un beso, valen más que mil palabras.
Y sé que ese mundo que sueño puede ser realidad si aprendemos a respetarnos, a
aceptarnos, a querernos, y sobre todo a estar mentalmente abiertos y dispuestos a ver
nuestros propios errores.
Sueño con un futuro donde se recobre el valor de la palabra, donde un
apretón de manos sea un pacto, donde valores como la lealtad, el honor o la dignidad sean
auténticos pilares donde se forjen los nuevos caballeros del futuro.
Y por más que las películas futuristas se encarguen de mostrarnos un futuro lleno de
suciedad, de miseria, de clones o de zombis, en mi futuro veo personas vivas, alegres y
con muchas ganas de conocer todo cuanto les rodea. Personas que no se detienen ante nada
ni ante nadie, personas a las que les gusta conocer y experimentar.
Personas que no pongan carteles ni etiquetas ni mordazas a la relación, personas que
aprendan a amar sin poseer, sin limitar, sin encadenar.
Personas capaces de pensar, conscientes de lo que hacen y que no sigan como borregos los
mandatos o las leyes creadas por los intereses de unos pocos.
Sueño con un futuro de hombres y mujeres que ya no luchan para
demostrar quién es más que quién, simplemente porque han comprendido que el hombre y la
mujer son parte de un todo y que juntos se complementan, que no son ni serán iguales,
porque cada uno tiene sus propias cualidades, pero que ambos tienen los mismos derechos y
responsabilidades ante la vida, ante sus semejantes y ante su Creador.
Sueño sí, y mi sueño no es imposible, sólo depende de que otros
también sueñen con él, y lo hagan viviendo y haciendo realidad sus sueños.
Sólo nos queda soñar... pero el sueño es algo que le pertenece a cada uno, que no
depende del dinero que se tenga, ni de la suerte, ni de la belleza. Donde no hay límites
ni imposibles, donde el hombre puede volar.
Soñar es abrir una ventana al futuro para así tener un presente, porque el futuro se
está haciendo ahora mismo.
Y si ya no eres capaz de soñar, entonces, amigo, te han quitado lo más preciado que
posees: tu libertad. |