Soy culto, atento y romántico. Deseo conocer chica joven y
atractiva, para amarla apasionadamente y darle felicidad y alegría".
"1,72, 55 kg. y catalanista no radical busca amiga".
"Juan, atractivo, romántico. Deseo conocer chica de buen corazón, sin vicios ni
malos rollos".
Las secciones de contactos de los periódicos y revistas darían para
un estudio sociológico. Con echarles un vistazo basta para tomarle el pulso al país. Es
decir, ¿a quién no le gustaría ser amado apasionadamente y recibir felicidad y
alegría? ¡Y gratis! (si es pagando pase unas cuantas páginas, sección relax). El
único requisito es la juventud y la belleza, pero eso es requisito para casi todo en
estos días, así que tampoco se nos van a caer los anillos ahora.
En general los hombres son mayoría: se definen como románticos, apasionados, atractivos,
cultos; algunos dejan caer "con negocio propio". Son sinceros, discretos y con
un ligero complejo de culpabilidad por acudir a este tipo de medidas. El catalanista
delgaducho de arriba es tímido y se siente solo, y con semejante currículum habrá
despertado en las lectoras un irresistible instinto maternal (dar pena es una manera como
otra de ligar). Un chico joven y atractivo invita "si piensas que tu marido te es
infiel y estás insatisfecha, anímate". Y el que da la justificación moral es un
hombre casado y culto: "cuando la vida resulta monótona, las nuevas amistades
resultan positivas".
En estos anuncios están la frustración: un separado busca "ante
todo, la sinceridad y el cariño que nunca he tenido". Lo inesperado: una mujer busca
a alguien para salir, charlar... "y en principio nada más, después ya se
vería". El ecologista: "ayúdame a planear una ruta en compañía de dos
burros" o también "colecciono cactus". El simpático: "mis amigos
dicen que soy muy gracioso". El existencial: "soy un fervor en la noche, divago
a solas por Madrid". El inadaptado: "estoy harto de discotecas". El
pusilánime: "soy una contradicción". El enfermo: "tengo hipo". El
padre de familia: "tengo dos hijos y un perro". La paradoja: "no importa la
edad. Tengo 28 años". La terapia: "chica busca chico psicólogo". La
salud: "busco grupo de no fumadores que se tomen en serio el problema de la
contaminación por humo, que esto también es ecología, digo yo". El modesto:
"me considero una persona sensible y respetuosa". La sindicalista:
"funcionaria. Soy una persona respetable". El religioso: "busco chica para
mantener relación estable, si Dios quiere".
En las escurridizas leyes de la oferta y la demanda nos hemos colado
los humanos. Nos vendemos en los medios de comunicación a la espera de que alguien nos
compre, a ver si cae algo. En Amsterdam las prostitutas se exhiben detrás de los
escaparates del barrio rojo. Aquí nos desnudamos con palabras; es más poético aunque no
nos da seguridad social. Por otro lado a ellas se les ve la celulitis, caso de tenerla, y
el que escribe bien puede permitirse el lujo de mentir.
La fórmula del "chico busca chica" es una constante en la historia. Los niños
se despiertan un buen día con las hormonas revolucionadas y la certeza de que existe el
príncipe azul. Es el legado de Walt Disney: todos queremos que nos despierten con un
beso. También creemos que la belleza está en el interior, pero curiosamente el príncipe
soñado se parece a Brad Pitt y tiene cuerpo de yogur. Es decir, no existe.
Y aunque nadie haya visto ni de lejos a su media naranja, en el subconsciente colectivo
está el convencimiento de que sí, que la próxima vez será la buena: la perfecta
comunión de las almas, el orgasmo antológico. Y se nos pasa la vida metidos en las
subidas y bajadas del mercado: el valor en alza es la sinceridad, el atractivo físico se
mantiene y se devalúa por momentos la insatisfacción. Lo que más cotiza es el buen
rollo, concepto abstracto pero muy descriptivo.
En fin. A lo mejor estaría bien que todos escribiéramos nuestro
anuncio por palabras, para poner las cosas claras por una vez en la vida y ofrecer lo
mejor de nosotros en pública subasta. ¿Qué diría el anuncio de nuestro vecino? En
cualquier caso el anonimato nos protege la vena cobarde. En la película "Tienes un
e-mail" dos personas que se odian cara a cara se enamoran por Internet. Es la
versión moderna del "quién le enviaba flores, dime quién era, quién le enviaba
flores por primavera" (era el marido, por si hay algún extranjero). Mientras, Lo que
necesitas es amor sigue siendo líder de audiencia. Así nos luce el pelo.
"Soy insensible a las campañas electorales, inmunizado contra la publicidad,
alérgico al consumismo, vacunado contra el aburrimiento y la infelicidad, y adicto a Los
Simpson". Es un chico de La Coruña y no les doy la dirección porque yo lo vi
primero.