ubo un tiempo en que la
democracia era un lujo sólo al alcance de la mano de los ínclitos países Occidentales.
Un sofisticado teorema e incomprensible dilema, asimilable sólo por aquella élite de
potencias que un día de su historia y en un sin par alarde de cinismo, habían hecho de
la ignorancia la más sublime técnica para poner en práctica con toda impunidad el
holocausto y el genocidio. O cuando mejor, la subyugación y degradación de aquellas
culturas que por desconocidas eran consideradas de su propiedad, y como tal corrían la
trágica suerte de entrar dentro de sus planes civilizadores.
Pero eran acaso ignorantes, o sólo corsarios disfrazados de salvadores
de bienes y almas, entiendo que lo segundo, pues no creo que ignoraran que el descubrir, y
mucho menos en este ámbito, no te da derecho de propiedad sino de conocimiento, y el
conocimiento no es para nada compatible con la depredación, el exterminio y la
subyugación, sino con el respeto a la pluralidad de pueblos y razas.
La democracia fue en otro tiempo un producto casero, pero en absoluto
sencillo de elaborar, sino que había costado sangre, sudor y lágrimas y como tal tenía
implícito un valor referencial de respeto a la dignidad de los hombres y mujeres que
componían estas comunidades. Y era por ello, nada fácil no ya de regalar, sino de
gobernar. Pero pese a que su gracia era a la vez su desgracia, no había por qué
masacrarla, no en vano era un bello producto que distinguía, enaltecía y predisponía a
más de medio mundo al servilismo y a la depredación por parte de un puñado de
privilegiados.
Porque era así, para el currito de la periferia, salvaje irredento, se
recomendaba y apostaba por el dictadorzuelo de turno, ignorante, ávido, arribista,
endiosado y sanguinario con su pueblo, y cómo no, perro fiel a los pies de la metrópoli.
En fin, un auténtico chollo para la política social y económica que en ese momento
imperaba en el mundo.
Pero los tiempos cambian, y al igual que a la iglesia un día le hizo
falta un Cristo filántropo y netamente democrático, al que robar el mensaje y embarcar
en algo que no tiene nada que ver con lo que predicó, al mundo Occidental también se le
reveló primero que una democracia de diseño es un elemento de distorsión y dominio
mucho más fiable y por supuesto más estético y presentable que esas caducas dictaduras.
Y segundo, y dentro de esa misma maniobra de maquillaje, que al salvaje una vez emancipado
había que educarlo para poder seguir manejándolo a su gusto. Y no cabía vender esa
refinada educación si no era tras la máscara de cierto talante democrático.
Aquí entra en juego Los United States Of América, medio continente al
Norte, limpio del caótico mestizaje del Sur, poblado un día por un puñado de pieles
rojas, salvajes no reciclables que habían preferido el exterminio a la aceptación del
nuevo orden y la nueva estrategia civilizadora. Y es allí donde los más de los más de
la Europa culta y democrática ponen en marcha la Democracia transgénica. Los hombres que
la iban a poner en marcha no eran ya sino eso, meros habitantes europeos, especialmente
anglosajones a los que se le había variado el ritmo y rumbo de su cultura y su historia,
que es en el hombre el gen vital del desarrollo de sus capacidades para la vida en
sociedad.
Porque el animal tiene la necesidad de grabar en sus genes sus recursos
vitales y de relación, pero el hombre tiene además de estos, ese apócrifo bucle
desoxirribonucleico, que es la historia, en el que éste establece a la carta las pautas y
mutaciones que van a caracterizar su comportamiento social.
De ese modo se consiguió una especie de democracia transgénica a la
que, tras un elaborado proceso sociológico, se le ha privado de esos innecesarios genes
de compromiso con la dignidad, la justicia, la solidaridad y la libertad. Ese espacio
pasó a ocuparlo la pesadilla del sueño americano, es decir, el capitalismo puro y duro,
que se consigue situando la esperanza de éxito en la vida como individuo y como miembro
de la sociedad, en el dólar, él pasa a ser el leitmotiv de la nueva democracia. La meta
del demócrata transgénico no es otra que la de situarse a cualquier precio sobre los
demás.
En ésta democracia Euro-transgénica y no otra, la que hoy se reparte
a bombazos, la que se promete a todo el mundo y a todo el mundo se le vende quiera o no.
Ella es hoy el gendarme del mundo, el ángel custodio con que se extorsiona y compra a
Tirios y Troyanos.
Pero no nos engañemos, esta democracia al igual que los hombres que la
han puesto en marcha, no son sino un mero subproducto modificado genéticamente de un
producto que mejor o peor, reservaba en su alma un pequeño espacio para la utopía.
Y por favor, no insultemos más a la noble Nación India, llamándoles
americanos a los pobladores de esas tierras, porque éstos no son sino seres
Euro-transgénicos al servicio del DOLAR.