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Paso clave hacia la cima del K-2 a 6750 mts.
LA MAGIA DEL K-2
J. A. PUJANTE
Texto: Elena G. Gómez /  Fotos cedidas por: J.A.Pujante

Los amantes de la montaña conocen al Dr. Josep Antoni Pujante porque además de haber participado en numerosas expediciones y aventuras, también es autor de doce libros en los que narra en primera persona dificultades y emociones, transmitiendo con la fuerza de los relatos clásicos del montañismo y con el vigor de la experiencia vivida, trepidantes episodios que hacen que el lector se sienta transportado a las cumbres más altas del planeta.

El 22 de junio de 1998, el médico barcelonés J.A. Pujante, que posee una amplia trayectoria deportiva y que ha llenado su vida de una nueva filosofía, la filosofía de las cumbres, inició en compañía de Joaquín Molins y el madrileño Luis Miguel López Soriano, la Expedición Internacional al K2, a la que, ya en Pakistán, se unieron un canadiense y varios turcos.
El K2, con sus 8.611 metros, es la segunda montaña más alta de la Tierra. En ella perdieron la vida muchos montañeros y está considerada como la montaña técnicamente más difícil de las 14 cumbres más altas de la Tierra. Pero el K2 tiene algo especial. Su dureza y belleza se combinan de forma tan fascinante que todo aquel que la mira, se enamora de ella.

-¿Cómo surgió esta aventura? ¿Quiénes participaron en ella?
-Surgió del deseo ilusionado que se generó tras muchos años de lecturas sobre ascensiones en el Himalaya, y de la constatación de un grado de madurez y experiencia montañera, después de anteriores expediciones a "ochomiles" -entre ellos el Everest, con cima-, que nos capacitaba para emprender esa aventura en el K-2. Participamos tres españoles (Luis Miguel López Soriano, Joaquín Molins y yo, J.A. Pujante), junto a tres turcos de nombres muy complicados (Ugur, Erdem y Sirjam) y un canadiense, Gilbert Grenier.

-Uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta toda expedición es la financiación. ¿Cómo ha sido en vuestro caso?
-La financiación provino de la colaboración de varias empresas. Son muchos años de experiencia en buscar patrocinios, y algunos contactos previos con directores generales y presidentes de compañías permiten solicitar directamente ayudas para nuestros proyectos.

-El tener información en Internet nos permitió conocer vuestra aventura día a día y, de alguna forma, involucrarnos en ella. ¿Cómo se os ocurrió llevarla a Internet? ¿Os siguió mucha gente? ¿Qué conclusiones sacáis de ello?
-Internet para mí es un misterio. Yo confieso que me hallo en la Edad de Piedra, pero afortunadamente, nuestro Jefe de Prensa, Manuel Cabanillas, es un experto en comunicaciones y de él fue la idea de difundir noticias casi en directo por Internet. Ha habido un seguimiento masivo; fue verdaderamente un éxito. Parece que esto es lo que hay que hacer ahora, ya que pasó de moda el sistema de enviar un sherpa con un mensaje escrito para que, tras muchos días de marcha, enviara un telegrama desde Kathmandú. Corren otros tiempos y hay que adaptarse a ellos, aunque yo reconozco que estoy anclado deliberadamente en el pasado.

"Las pequeñas cosas son muy importantes. En ocasiones, de ellas puede depender la supervivencia"

-Nada más empezar tuvistéis un problema importante con la caída al fondo de una grieta de un porteador. Cuéntanos cómo lo vivisteis.
-No es infrecuente que haya accidentes de relativa importancia entre los porteadores, pues aunque conocen bien el terreno y son buenos caminantes y trepadores, generalmente van mal calzados y, en ocasiones hay que encaramarse a peñas y riscos, o vadear un río, o cruzar puentes colgantes muy precarios, balanceándose sobre un furioso torrente, o destrepar pasajes casi verticales sobre roca o hielo morrénico. Además van cargados con fardos muy pesados, de 30 kg, y a veces muy voluminosos y mal nivelados. Desnivel es sinónimo de peligro... Un paso en falso, un resbalón, o el salto para superar una grieta, y se puede producir la caída. Eso fue lo que le ocurrió a nuestro porteador: resbaló con el hielo y cayó a una grieta amplia del glaciar de Baltoro. Oí los gritos de Luis Miguel que me requería y al llegar vi cómo ya se acercaban a él. Le exploré clínicamente para descartar lesiones graves como fractura vertebral o patología medular, ya que yo era el médico de la expedición, y le asistimos inmediatamente. Con los bastones que usan ellos y con unos sacos y mantas construímos una camilla de parihuelas y lo abrigamos para que fuera evacuado por sus compañeros hasta la población más próxima, sita a unos dos días de marcha. La caída fue considerable, pero aparte de alguna costilla fracturada no parecía que hubiera graves alteraciones. Allí ningún helicóptero podía socorrerlo ni había ningún hospital en muchas millas a la redonda.

-En una de las conexiones comentasteis las dificultades que había entre el campamento base y el campamento I...
-Bueno, en realidad, fueron complicadas las primeras travesías por el inmenso glaciar Godwin-Austin, que había que atravesar antes de llegar al pie de las rocas que hay que subir para llegar al C-I. Un glaciar muy alpino, cerca de la frontera de Pakistán con China, lleno de grietas profundas y torreones de hielo, precarios, y que a veces se desmoronaban. También había que pasar bajo la pared sur del K-2, que era por la que caían grandes aludes de vez en cuando y barrían aquel glaciar, llegando hasta la base del Broad Peak, que estaba enfrente.

J. A. Pujante

"Después de un cuarto de siglo encaramándome a las más altas montañas, me sigo considerando un alpinista del montón. Pero ya nada me sorprende. Ni la naturaleza humana, ni la dureza de las rocas de las cordilleras. En cierto modo, uno lleva siempre en su mochila a la muerte como pasajera"

Del libro "Odisea y victoria" de J.A. Pujante

-También ejerciste como médico, tu profesión, con lo cual me imagino que la experiencia tiene otras vivencias como la relación con los nativos, etc.
-Sí. Como médico es inevitable participar de las cuitas de los nativos, de sus dolencias. Casi todos los porteadores de los países pobres donde hay montañas se acercan al médico como si fuera un hechicero, como si tuviera pócimas mágicas o un arsenal terapéutico infalible, unas medicinas capaces de obrar milagros. Y al llegar a las aldeas se corre rápidamente la voz, o incluso la noticia nos ha precedido gracias a algún caminante indígena, y ya se nos espera. Pero, no pocas veces, es innecesario esforzarse en visitar, explorar, diagnosticar y dar medicamentos, puesto que luego entre ellos se las intercambian, y el que tiene la cápsula roja y blanca se encapricha de la pastilla verde o del sobre con un ganulado antibiótico. Así el tratamiento para la tos se lo toma el que tiene diarrea y el de éste el que tiene fiebre o una infección cutánea... Eso lo hemos ido comprobando a lo largo de muchos años, en Nepal, Pakistán, Nueva Guinea, Kenya, Tanzania, Madagascar, Rwanda, y en tantos y tantos lugares. ¡Pobre gente! Para ellos, la asistencia médica sigue siendo un lujo, a muchos kilómetros de sus hogares e inaccesible económicamente. Muchas personas enfermas se agravan y mueren debido a esas circunstancias. De todos modos, en mis libros (12), que suman más de 2.000 páginas publicadas, hablo mucho de las etnias y tribus con las que hemos contactado en los cinco continentes, puesto que me interesan mucho más los aspectos humanos, culturales y antropológicos que los meramente deportivos de las expediciones.

-"Estábamos preparados a esperar, con paciencia, la oportunidad de alcanzar nuestro objetivo". Tuvisteis muchas dificultades con el clima. ¿Fue dura la espera? ¿Qué pensamientos pasan por la cabeza en situaciones así?
-Las esperas nunca son demasiado largas cuando se sabe esperar; aunque sean de muchas horas. Los interminables silencios, la soledad compartida con el compañero de tienda o de vivac; la paciencia adquirida tras años de rodaje, curten y forman parte del talante de los expedicionarios. Se encaja todo muy bien.

-Parece difícil imaginar que construir una pequeña plataforma en la nieve para colocar la tienda pueda llevar 3 horas de duros trabajos. ¿Cómo se valoran las pequeñas cosas en la montaña?
-Las pequeñas cosas son muy importantes. En ocasiones, de ellas puede depender la supervivencia. Decididamente, pueden condicionar, igual que las grandes cosas, la diferencia entre el éxito y el fracaso.

-El contacto con los elementos, la nieve, los vientos huracanados, etc., debe ser impresionante. ¿Dónde queda la prepotencia humana en esas situaciones?
-Ante la Naturaleza, se impone la serenidad; pero ante los elementos desencadenados, el ser humano se siente abrumado, incluso atemorizado, y con razón. En cualquier caso, ante la majestuosidad de la montaña, de la Creación en general, uno se siente tremendamente insignificante, muy poca cosa. Para el ego, es una lección de humildad.

-Háblanos sobre los distintos intentos de hacer cumbre, la unión de otras expediciones, etc.
-Cada intento era, como suele ocurrir a estas alturas, un desgaste muy grande, una pérdida de energías agotadora y que requería una lenta recuperación, para la que no había tiempo. La convivencia con compañeros de otras expediciones de otros países es siempre una incógnita, pues nunca se sabe qué tipo de personas son hasta que se las trata personalmente, o hasta que se les ve actuando en situaciones delicadas o difíciles. Pero, como todos compartimos los mismos ideales, y la ilusión y la pasión por escalar hasta la cumbre nos une, se forma un equipo con un espíritu único. Se pasan muchas horas juntos, se habla, se sufre, se ríe, se acusa el desgaste de la misma manera. Todo fue armonía.

-Definitivamente el día 18 de agosto y a menos de 600 m. una tormenta os impide llegar a la cumbre. Antes de poner en peligro vuestras vidas tomáis la decisión de descender... ¿Fue duro dar la vuelta? ¿Cómo hicisteis el descenso?
-Tomar la decisión de descender cuando ya se ve todo perdido, es una reacción absolutamente natural. Duele, porque se han invertido muchas ilusiones, mucho tiempo y mucho dinero, y se experimenta un cierto dolor moral, pero instantáneamente el psiquismo, la mente, reacciona a la defensiva: ya no hay nada que atacar, hay que defenderse. Defenderse de la tormenta implacable, de la montaña, del riesgo mortal de los aludes o de las grietas traicioneras cubiertas de nieve, del resbalón que comportaría la caída por un precipicio de casi 2.500 metros, todo lo que habíamos subido. ¡Imponente! Momentos de gran tensión, de miedo, incluso. Pero no hay que dramatizar. La falta de visibilidad, la ausencia de puntos de referencia, la incertidumbre a cada paso... En el fondo, era tan duro el concentrarse en salvar la vida luchando por un complicadísimo descenso, en medio de la vorágine de nieve, de las temperaturas polares y el viento huracanado, que importaba poco abandonar el asalto a la cima. Cuando es imposible subir un metro más y se ha hecho todo lo posible, se encaja muy bien la renuncia, la retirada, la huída...

Campo base del K-2 a 5000 mts.

Campo base del K-2 a 5000 mts.

"Ante la majestuosidad de la montaña, de la Creación en general, uno se siente tremendamente insignificante, muy poca cosa. Para el ego, es una lección de humildad"

-¿Volveréis?
-
Sí, en el 2001 ó 2002, cuando nos conceda el permiso el Gobierno de Pakistán.

-El K2 sigue siendo una montaña especial. Además de la dificultad ¿qué la hace tan atractiva?
-Todo. Su forma de pirámide impresionante, su perfecta arquitectura; su altitud; su historia; su aureola; su halo de misterio; la literatura leída sobre la gran montaña...Chogori es mucho más que un pico.

-Después de una vivencia así, ¿qué te enseña la montaña? ¿Cuales son tus conclusiones finales?
-Te enseña a seguir amándola. Por difíciles que sean las circunstancias que confluyan en una ascensión, la pasión por la montaña es más poderosa que la ira o el sentimiento derivado de la adversidad. A la montaña, por mal que lo pasemos en los momentos límite, siempre acabamos volviendo.

-¿Tienes previsto publicar algún libro sobre esta aventura?
-Sí. Ya estoy trabajando en ello. Hay mucho que contar: grandes momentos, buenos amigos, personas excelentes, vivencias humanas, etnografía, cultura, historia, antropología, paredes de roca, vertiginosas pendientes de nieve y hielo, tormentas, frío, vientos, aludes, cadáveres, historias de amor y desamor, alegría, miedo, felicidad, noches de luna llena y danzas de los nativos, travesías de ríos salvajes, caravanas de porteadores, comunicaciones emotivas por radio, muchos recuerdos... Y, buenas fotografías.

-¿Qué proyectos tienes para el futuro?
-Acabar el Proyecto Siete Islas, que consiste en coronar las más altas cumbres de las siete islas más grandes del planeta: Australia, Groenlandia, Nueva Guinea, Madagascar, Borneo, Sumatra y la Isla de Baffin. Ya sólo faltan las tres últimas, y en noviembre-diciembre de 1998 afrontaremos las dos de Oceanía (Sumatra y Borneo). Baffin está prevista para 1999 y en el año 2000 tendrá lugar la expedición que llevamos preparando en los últimos tres años: la Real Expedición Annapurna'2000, bajo el patrocinio de honor de S.M. El Rey Juan Carlos de España y de S.M. El Rey Birhendra de Nepal. Se trata de un homenaje a los pioneros que realizaron la primera ascensión, la expedición francesa de 1950. En junio del año 2000 se cumplirá medio siglo de la proeza, y para conmemorar tamaña aventura de la humanidad, como fue la conquista del primer "ochomil" de la historia, se escalará la montaña siguiendo la ruta original. Maurice Herzog, jefe de aquella legendaria expedición y primer hombre que, junto a Louis Lachenal, alcanzó la cumbre, hoy octogenario, ha accedido a ser Jefe Honorario de la Real Expedición Annapurna'2000.

"Por difíciles que sean las circunstancias que confluyan en una ascensión, la pasión por la montaña es más poderosa que la ira o el sentimiento derivado de la adversidad"

-Por último, una vez vivida esta experiencia, cómo valoras el estilo de Messner de subir sólo o con un pequeño equipo de apoyo?
-
El estilo de Messner lo valoro muy positivamente. Es un gran tipo. Ha sabido escalar cuando había que escalar y vivir cuando tocaba vivir. Todo es bueno: las grandes expediciones, las de pequeños grupos, las ascensiones en solitario... ¿Cómo iba a haber algo mal en montaña? En el monte hay lugar para todos los gustos y estilos acerca de los objetivos y los medios, siempre que sean respetuosos con el medio ambiente y con las leyes no escritas de amor a la Naturaleza. Sería irreal catalogar, etiquetar, lo que está mejor o peor. Cada uno elige con libertad plena que es lo que quiere hacer en la montaña. Cuando Messner subía solo, o con un mínimo equipo, afrontaba más complicaciones, menos apoyos y asumía más riesgos, pero también simplificaba muchas operaciones. Sin duda, ascensiones en solitario hacen más difícil el conjunto de la acción, pero todo está bien, ni mejor ni peor, como decía. Solo o acompañado, la montaña está para disfrutarla y las cumbres para ser alcanzadas. Cada ser humano debe adecuar su aventura a sus posibilidades.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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