
Tenía que ir poco a poco
desmontándole muchas mentiras, mentiras que pronto empezaría a oír y que no le
pertenecían. Mentiras que estaban en sus genes, en esa herencia maldita del pasado que
pesa sobre la mujer como una condena. |
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EL
ARBOL DEL BUHO
MENTIRAS DE MUJER
POR ELENA G. GOMEZ
Llevaba meses
observándola, viendo cómo su cuerpo y sus movimientos poco a poco se transformaban y la
niña daba paso a la mujer que ahora, de momento, convivían en una mezcla especial, una
mezcla que sólo la naturaleza es capaz de realizar.
La contemplaba como quien cuida de una nueva y preciada flor. Sin atosigarla ni tampoco
descuidarla, dejando que entre las dos surgieran unos lazos invisibles de complicidad y de
confianza, mucha confianza.
Sus profundos ojos azules me decían que dentro se estaba formando una gran mujer, una
mujer del futuro, creada sin limitaciones, sin miedos, con fuerza, con ilusión y con algo
muy importante, con valoración de su condición de mujer.
Quería que ella fuera algo especial, que tuviera la oportunidad que
otras mujeres no vivieron, que recobrase algo que durante mucho tiempo los hombres nos
negaron: el orgullo de ser mujer. Y para ello tenía que ir poco a poco desmontándole
muchas mentiras, mentiras que pronto empezaría a oír y que no le pertenecían. Mentiras
que estaban en sus genes, en esa herencia maldita del pasado que pesa sobre la mujer como
una condena.
En ella ya se podía apreciar a una futura mujer inteligente, directa. Ella se merecía
conocer la verdad.
Un día la invité a dar un paseo. Mientras caminábamos hablamos de
todo un poco. Me maravillaba la profundidad con que se planteaba todas sus cosas, su
relación con los compañeros, sus inquietudes, sus observaciones ante nuestros actos.
Llegamos a un lugar muy tranquilo junto al río y nos sentamos en unas piedras.
Quiero contarte una historia, le dije, para que nunca la olvides, es algo que sucedió
hace mucho, mucho tiempo y desde entonces muy pocas mujeres conocen la verdad. Es la
historia de la mujer Chaman.
"La mujer Chaman estaba muy preocupada. Por primera vez en su vida
ni las piedras sagradas, ni el poder del fuego le habían servido para advertir a todos lo
que estaba sucediendo.
Había un cambio cercano y éste no era bueno. Lo había visto dentro de los negros ojos
del extranjero, oscuros como la entrada a la cueva, llenos de miedo y rencor.
Nadie quería escucharla pero el extranjero traía la destrucción en su cara. Había
destrucción detrás de sus palabras, aquellas con las que había hipnotizado a los
jóvenes contándoles fantásticas historias de pueblos lejanos. Había destrucción
detrás de su belleza, aquella con la que había conquistado a todas las jóvenes
muchachas que estaban dispuestas a todo con tal de estar junto a él.
Las cosas empezaron a no marchar bien dentro de la tribu. Las costumbres sagradas de
pronto se habían convertido en algo antiguo, para los viejos, en algo sin poder ni
sentido. Los ancianos empezaron a no ser escuchados y poco a poco se fueron muriendo unos
y retirando a las montañas otros.
La oscuridad empezó a entrar dentro de la tribu, y las más perjudicadas por todos los
cambios fueron las mujeres. Al principio se empezó por dejarle a la mujer las labores que
a los hombres no les agradaban, pero eso no fue lo más duro, porque lo peor vino cuando a
las mujeres se les negó el derecho de formar parte del consejo, cuando les retiraron la
confianza, cuando el hombre dejó de oírla y, sobre todo, de considerarla sagrada.
Entonces el extranjero, que sabía que la única forma de obtener el poder sobre la tribu
era dominando a las mujeres, utilizó en contra de ellas lo único que él nunca podría
dominar, el único momento en que la mujer no le pertenecía: la menstruación.
Así ordenó que las mujeres se apartasen de la tribu cuando tenían la
regla porque eran impuras y ningún hombre debía tocarlas.
Así las mujeres fueron rechazadas y alejadas de la vida de la tribu, y cuando la tribu se
movía ellas quedaban atrás, expuestas a todo tipo de peligros. Así, la mujer empezó,
por primera vez, a tener miedo y sentirse débil.
Desde entonces, generación tras generación, la mujer rechaza los días de la regla
porque significan una condena, un castigo, algo impuesto. Eso fue lo que aquel primer
hombre quería y que otros muchos detrás de él también utilizaron.
La mujer Chaman no hizo caso de las palabras del extranjero y fue
recluída en un lugar oculto de la montaña. Durante muchos años nadie supo de ella,
todos pensaron que había muerto, pero, un día, cuando una joven india se encontraba
recluída en la cabaña de las mujeres, oyó una voz que la llamaba. En la entrada había
una anciana, que le dijo así.
"Mientras la mujer no recuerde que estos días son para ella y son sagrados, no
podrá sentir en su interior la Fuerza.
Es la mujer la que se une a la madre tierra y juntas recogen la Fuerza y la Sabiduría de
los antepasados.
Son tus días, los que puedes unirte a ti, dentro de ti. Son los días en los que te
purificas y vibras con más intensidad.
Utiliza esta fuerza y ve hacia dentro, descubre lo que hay en ti, descubre en tus
entrañas la FUERZA. Yo soy la Mujer Chaman y mis palabras serán recogidas un día y la
mujer volverá a ser fuerte y valiente".
Ahora tú ya conoces la historia de la mujer Chaman, y puedes vivir estos días como en
el principio, sintiendo que la sangre, tu sangre, es tan sagrada como el agua de este río
que llena de vida todo cuanto rodea.
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