
Despertad pues esa conciencia
adormecida y poneos manos a la obra. Basta de americanos del norte, de españoles y
españoladas, de generales ambiciosos y ejércitos famélicos dispuestos siempre a vencer
a su pueblo. |
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EL
ALEPH
LLEGO EL HURACAN Y MANDO PARAR
POR JOSE ROMERO SEGUIN
Como un puñado de
barbudos cargados de marxismo, como una bestia antediluviana, como la furia de los dioses,
como el dolor de un parto, como la rabia extensa y telúrica de la que emana y extrae su
fuerza, como todo eso y más, llegó el huracán, llegó y mandó parar.
Para terminar con los ricos y la riqueza, se llevó a los pobres y a la
pobreza. Pero no se quedó a gobernar su revolución. El prefirió irse, desvanecerse en
medio del cielo. Su sueño de igualdad, de liberación, se ha consumado. Ahora le toca al
pueblo administrar su grandeza, despertar del letargo y retomar la dignidad tantos años
atrás perdida. Despertad pues esa conciencia adormecida y poneos manos a la obra. Basta
de americanos del norte, de españoles y españoladas, de generales ambiciosos y
ejércitos famélicos dispuestos siempre a vencer a su pueblo. Basta de tanto criminal al
servicio de revoluciones de uno u otro signo. Basta ya de sangrar vuestros corazones, hoy
sois más que nunca libres, porque así lo ha dictado la naturaleza, harta de veros
mendigar, de veros humillados, harta de llorar por vosotros y con vosotros.
Ahora que los halcones de las grandes compañías han levantado el
vuelo, debéis liberaros de los buitres, de los carroñeros patrios, de esos hijos de
vuestras madres y de los que venidos de fuera se han hecho dueños y señores de vuestras
vidas y haciendas. No paguéis la deuda externa. Los banqueros y los empresarios de las
compañías fruteras, no deben recibir ni una gota más de vuestro sudor. Pero no
perdonéis tampoco a los que desde dentro os oprimen, a los dueños de la patria.
Liberaos, ha sonado la hora de retomar el pulso de vuestro corazón, de volver a abrazar
la cintura de esa América del Sur para bailar con ella la guaracha de vuestra
liberación.
Habeis tenido que perderlo todo para tenerlo todo. Ahora sabeis que
alguien vela por vosotros. Que alguien que no es tirano ni señor feudal, está ahí y que
puede volver salvaje, si salvaje vuelve a la ambición y la tiranía a esquilmar vuestro
tiempo, a destruir vuestras casas. O para derrocar un sistema injusto o una situación
degradante. Sed vosotros huracán contra el hambre endémica, contra la caridad, contra la
injusticia, contra el fanatismo, contra la desigualdad. Sed ahora ciclón frente a vuestro
destino, para que nunca más tenga que venir el huracán de la libertad a echar a los
chacales, a arrastrar a los halcones de la frutal cintura de vuestra tierra.
A los hombres que no sean capaces de gobernar su libertad, se les
condena a vivir sin ella. A los hombres que no son capaces de vivir dignamente se les
condena a vivir sin dignidad.
No sigáis el juego, establecer nuevas reglas, dudad de la caridad, que no es sino un mero
eufemismo del peor y más sofisticado y maligno de los colonialismos. Acogeos a la
solidaridad como regla y esperanza. Que sean vuestras manos y vuestras conciencias las que
levanten una a una cada casita, las que abrán los caminos, levanten escuelas, hospitales
y talleres.
Sed huracán frente a la nada, para construir una nueva América sobre el cimiento firme
de esas fuerzas que un día se conjugaron para mataros como única posiblidad de
despertaros de vuestro letargo.
No os pido ni os animo a que seais paradigma de nada, ni mucho menos bastión de nuestras
soledades y frustraciones espirituales e ideológicas, os pido sólo que seais libres,
rabiosamente libres.
Ahora, mañana y siempre se subirán al púlpito los sacerdotes de unas
y otras religiones a intimidaros en nombre de los dioses y diablos, a recordaros que tanto
los unos como los otros castigan sin piedra ni palo. Volverán las Compañías fruteras
con nuevas pero igual de falsas promesas, que esconden la intención de su despiadada
rapiña. Os hablarán los banqueros de nuevos proyectos con los que detener el hambre, el
hambre que ellos mismos proporcionan. Y cómo no, se subirán a los estrados vuestros
reyezuelos a prometeros lo que no está sino en los manuales de occidente, justicias,
libertad, igualdad, Sí, lo sé, no es fácil ser dueño de nuestro destino, pero os
tenéis los unos a otros, sin la rabia de ninguna guerra, sin el dolor de la injusticia
que produce siempre la revolución que parte de la mano del hombre. A vosotros os ha
liberado un elemento neutro, que no neutral.
Si terrible son los leves tiempos durante los cuales golpea el
huracán, más terribles y parsimoniosos son los duros años, los siglos de explotación y
desesperanza. Infinitamente peor que el efecto de vuestro ríos desbordados, de vuestros
vientos desbocados, de vuestras lluvias torrenciales, es el goteo de la sangre convertida
en sudor para la esclavitud, o el viento atragantado convertido en aliento para el vano
esfuerzo de ningún mañana de libertad, justicia y solidaridad, sino de desigualdad y sus
malditas secuelas. Y más terrible que esas lluvias bíblicas, es ese goteo calmo que os
desangra el corazón deshaciendo lenta pero inexorablemente vuestras esperanzas.
Sea pues el huracán la bendición que os distingue como los hijos más queridos de la
tierra, y no la maldición que os define como a los más desvalidos seres del universo
social.
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