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¿Qué hace que un adolescente rechace el alimento hasta dejarse
morir de hambre? Se llama anorexia y tiene el índice de mortalidad más elevado de las
enfermedades mentales. Se ha dicho de ella que es la epidemia de la sociedad moderna y
preocupa cada vez más a los especialistas. El bombardeo de la moda, el consumismo
disparado y la presión social para conseguir un cuerpo de anuncio son parte de las
razones que explican el aumento vertiginoso de enfermos.
ANOREXIA
La dictadura de la báscula
TEXTO: Carolina Fernández
(extractos)
Estoy gorda y me doy
asco". Lo afirma con contundencia, por mucho que los ojos nos muestren a una joven
delgadísima, esquelética. En los enfermos de anorexia la percepción de la realidad se
altera gravemente. Cuanto más delgada está, más gorda se ve, y nadie puede convencerla
de lo contrario. La obsesión por adelgazar es tal que el enfermo se percibe a sí mismo
con un sobrepeso exagerado que debe que corregir a toda costa, de manera que se
autodisciplinan para seguir una dieta que poco a poco va haciéndose más estricta hasta
extremos radicales. Tanto la anoréxica como la bulímica tienen terror a recuperar un
solo gramo. La báscula se convierte en una inseparable compañera. Su medida ideal está
por debajo de los cuarenta kilos; si pueden bajar la aguja hasta los treinta, mejor. Con
ese peso, la muerte es un peligro muy cercano.
La franja más peligrosa se sitúa en la adolescencia. Se calcula que alrededor del 50% de
las adolescentes españolas tiene el hábito de hacer dieta. Uno de los factores que más
alarma crea entre los profesionales de la salud es el descenso en picado del tope de edad:
son más jóvenes las adolescentes que acuden a las consultas. Trece, doce e incluso ocho
años.
Son inteligentes, responsables, disciplinadas, muy activas.
Generalmente brillantes en los estudios. Aparentemente hay ningún motivo de queja, nada
que anuncie la posibilidad de la enfermedad. ¿Qué hay detrás de un trastorno de este
tipo? Viajando hacia el interior se encuentra a personas muy dependientes, muy frágiles o
muy influenciables; o rígidas, obsesivas y muy perfeccionistas; o con un perfil
depresivo.
Detrás de un trastorno alimentario siempre hay mucha inseguridad, una autoestima
bajísima y toneladas de insatisfacción. Todo el mundo necesita sentirse aceptado. Cuando
no sucede así, la publicidad ofrece en bandeja un método para abrir todas las puertas:
la imagen. Mejora tu presencia física, adelgaza, cuidate y verás como mejoran tus
relaciones con el exterior. De esa manera se pone en marcha la espiral: la sensación de
autocontrol que proporciona la dieta estricta o el ayuno prolongado son gratificantes.
Provocan una falsa sensación de estar sosteniendo la sartén por el mango. Por eso el
enfermo de anorexia mantiene su disciplina a rajatabla, con voluntad de hierro.
Para superar anorexia es necesario contar
con la voluntad del paciente. No se cura quien no reconoce que está enfermo, cosa que no
sucede siempre. En casos extremos se recurre a una orden judicial para internar al
paciente. El proceso de recuperación es largo. "Un tratamiento puede durar entre dos
y tres años en los casos en los que la evolución es positiva", comenta el doctor
Josep Toro, jefe de sección de Psiquiatría infantil del Hospital Clínico de Barcelona.
Si el paciente no evoluciona bien, la enfermedad puede hacerse crónica. Se puede vivir
muchos años en la fina línea que separa la vida de la muerte, jugando a mantenerse al
límite de la resistencia física. El infierno. Al cabo de cinco o diez años, se puede
afirmar que un tercio de los enfermos se cura, un tercio mantiene algunos síntomas, y el
resto son los que se hacen crónicos. De ese grupo sale normalmente el 5% de víctimas
mortales de la enfermedad.
"Muere más gente por anorexia que por sida en nuestro país
-denuncia la diputada Cristina Almeida-, y sin embargo todavía no hay conciencia de este
problema". Recientemente fue presentada a la Mesa del Congreso de los Diputados una
proposición no de ley sobre medidas para reducir los índices de anorexia entre les
jóvenes españolas. Tanto Cristina Almeida, de Nueva Izquierda, como Mercé Rivadulla, de
Iniciativa per Cataluña, responsables de esta proposición, creen que es imprescindible
que las administraciones se impliquen en la búsqueda de soluciones globales para un
asunto que consideran "un problema de sanidad pública".
En algunos casos la presión llega a invadir el terreno laboral. Mercé Rivadulla denuncia
que "en determinadas tiendas, sobre rodo franquicias, a partir de una determinada
talla no cogen a las mujeres, o las despiden porque han subido de talla. Nosotros hemos
instado a que abra una línea de investigación en este sentido".
Actualmente son los diseñadores, fabricantes de ropa, empresarios, publicistas y medios
de comunicación los que crean y difunden el modelo de mujer vigente. Hoy en día nos
hemos alejado notablemente de aquel mítico 90-60-90, que para los cánones actuales
serían unas medidas generosas.
"La mujer está muy supeditada a presiones externas -denuncia el doctor Vicente
Turón Gil, actual Jefe de Sección del Servicio de Psiquatría y Jefe de la Unidad de
Trastornos de la Alimentación del Hospital de Bellvitge-. El cuerpo de la mujer está muy
vinculado a situaciones de éxito. Cada vez que alguien quiere vender un coche o presentar
un congreso busca azafatas bonitas y atractivas, modelos que se ponen al lado del coche o
del nuevo electrodoméstico. Esta utilización de la imagen femenina es muy
perjudicial".
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