Dicen que el hombre siempre soñó con
poder volar pero que nunca lo conseguirá, sin embargo el hombre posee la capacidad de
llegar sin necesidad de volar, de estar allí sin depender del espacio ni del tiempo, de
agitar las alas de su mente y proyectarse donde quiera, cuando quiera y como quiera.
Y eso es así porque posee la mente, la mente de un Dios, la mente que
creó el tiempo y con él el espacio, la mente que diseñó las alas de los pájaros y las
corrientes de aire, las gotas de lluvia y el fuego que nos acoge con su calor.
El hombre observa al águila en las alturas y la envidia, sin embargo
él puede ir más allá, donde el águila no se atrevería.
Pero para ello tiene que descubrir la Unidad, el verdadero significado
de la Unidad, la telaraña energética que mantiene a todo cohesionado, entrelazado, unido
entre sí y con el punto centro, origen de todo.
El hombre es mineral, vegetal y animal, todo unido, más algo que le
diferencia de todos ellos, la Mente.
El hombre es la expresión más perfecta de la Unidad, la imagen más
real, porque en sí mismo contiene todos los ingredientes de la creación.
Siendo así, puede utilizar su Mente para entrar en la piedra y sentir
con ella, y captar de su memoria del pasado. Puede entrar en la planta y participar de su
crecimiento, de su fotosíntesis, de su fruto. Puede entrar en el animal y percibir sus
sensaciones, su instinto y su incipiente mente.
Pero si desarrolla su Mente, también puede viajar al pasado y al
futuro, volar por los espacios ocupados dentro del Espacio, ver en el sueño lo que el
Soñador tiene dispuesto, participar como Uno de la Energía Origen de todas las
energías.
El hombre puede ser agua y aire, fuego y tierra. Puede crear vida como
sólo los Dioses saben hacerlo y puede también destruirla porque aún no controla su
poder.
Pero nada le atrae tanto como volar. Tal vez porque en ello ve
reflejado su eterno sueño de libertad, la liberación de las cadenas de su cuerpo, la
ingravidez de su alma.
Y aunque el hombre nunca tendrá alas para volar, sí posee en cambio
algo mucho más valioso y que aún no descubrió, el poder de su imaginación.
El hombre, sin saberlo, vive caminando detrás de su imaginación. La
imaginación marca el camino a seguir y el hombre lo sigue, sea este bueno o malo, útil o
inútil, porque nada ocurre que previamente no sea soñado, imaginado, diseñado en las
aulas creativas de la Mente.
Y eso es así se sea consciente o no, se acepte o no.
Por ello, el dominio consciente de la imaginación pondrá alas a
nuestra existencia y nos conducirá allí a donde queramos ir, más allá incluso de los
niveles comprensibles de existencia, más allá de lo conocido, de lo tangible.
Porque si para el pájaro volar significa sencillamente batir sus alas,
para el hombre volar significa usar su imaginación y con ella el poder de su Mente. Así,
un día, descubrirá que puede desplazarse a voluntad con solo imaginar su vuelo, sin
limitaciones físicas, sin tiempo, dentro del Espacio. Entonces la palabra libertad
tendrá un sentido absoluto para él, porque nadie será libre hasta que rompa las cadenas
de la oscuridad y con ellas las del tiempo y el espacio.
Porque ser libre es poder volar y sólo quien aprende a volar sabe,
conoce, lo que significa ser libre. Y entonces comprende que la creación entera está
esperando por el hombre, dispuesta para él, igual que el bosque lo está para el pájaro
que en su nido está a punto de volar.
Pero al igual que el pájaro sólo conocerá el bosque cuando abandone
su nido y vuele libremente, el hombre sólo conocerá la verdad de la creación cuando
abandone sus limitaciones, cuando rompa sus cadenas, cuando reconozca su verdadera
naturaleza y vuele con su imaginación por el espacio mental, sin tiempo, sin miedos, sin
nada más que su Mente.
Aprender a volar es aprender a vivir.