uede que Vd., como yo,
nunca lo haya pensado, pero la falta de imaginación es uno de los grandes problemas que
afectan a nuestra sociedad, y ante esta carencia cada uno se defiende de la única forma
que sabe: copiando.
Pero no se crea que copiar es exclusiva de los estudiantes, no señor,
copiar lo hace todo el mundo, y como todo en la vida hay copias y copias, veamos.
Hay copias que podríamos llamar institucionalizadas, las de
toda la vida, las que además, si tratas de oponerte, se te echa todo el mundo encima. El
prototipo más común son las que están muy relacionadas con el mundo de la imagen y de
la estética y que hasta hace unos pocos años eran "cosas de mujeres" y que
ahora resulta que también les interesa a los hombres. Me refiero a las copias de la moda,
a tener que llevar un peinado que le sienta fenomenal a tal actor o actriz, mientras que
tú pareces peor que un fraile con dos pistolas.
Luego están las copias profesionales. Estas son muy peculiares
porque funcionan como las denominaciones de origen y clasifican a las personas por su
profesión. Las más significativas son las de los ejecutivos, esos que te encuentras
siempre cuando vas por la calle y que van uniformados con trajes del Corte Inglés, el
pelo engominado, luciendo un bronceado de fin de semana en la nieve (o lámpara solar),
cartera o maletín de piel a juego con el color del traje y el móvil desenfundado. Son
auténticos clones difíciles de diferenciar entre sí.
Otras copias que no podemos olvidar son las que denominaríamos copias televisivas,
cuyo mayor peligro reside en que no sólo se reproducen entre sí, sino que además
traspasan la frontera de la pantalla y se instalan en el mundo real. Así, no resulta nada
difícil encontrarnos con policías que parecen sacados de la serie de "Corrupción
en Miami", con sus gafas oscuras y mascando chicle al más puro estilo americano.
Las copias de televisión son fáciles de detectar, sólo tienes que
pasar de una cadena a otra a las horas consideradas de mayor audiencia y ver que todas
están con el mismo tipo de programa basura de la temporada.
Pero lo último en copias es la copia de calidad, es decir, la
de los internautas, esos jóvenes con aire de despistados, con vaqueros (de marca, claro),
camisas amplias y que hablan un idioma especial que ellos se han inventado y que nadie
entiende. Que viven en un mundo sin espacio ni tiempo pero con grandes facturas de
telefónica que, de momento, sigue intentando ser única.
Pero para mí las copias más peligrosas son las copias intelectuales,
las que se van colando poco a poco en nuestras vidas y van creando mundos de
especialistas, mundos que nos separan.
Las copias intelectuales afectan a algo tan importante para la sociedad
como es la comunicación. Así, cada vez resulta más habitual coger una revista escrita
en castellano, se supone, y encontrarte con que está tan llena de términos copiados de
otros idiomas o de expresiones propias de una determinada actividad, que resulta difícil
leerla.
Por ejemplo, si Vd. se encuentra con DJ no se rompa la cabeza buscando
su significado porque están hablando de un pinchadiscos. Si se encuentra con términos
como Skate, Snow, Street, están hablando de deportes, que todavía no he conseguido saber
bien qué son y que además se practican con ropa de marca como Bufallo, Vans, Sessions,
Stucheys, como claro ejemplo de lo que farda utilizar palabras extranjeras para decir lo
de siempre.
Existen muchas más copias, y copias de copias que, como ya se sabe,
pierden mucha calidad, y el problema se incrementa porque las copias se seleccionan y se
clasifican y crean mundos que cada vez son espacios más cerrados, mas aislados.
Y digo yo, ¿qué puede hacer un pobre mortal con tanta copia y tanto
especialista?
Mi opción es sencilla, mirar hacia lo único que nos rodea que se
mantiene puro y original: la naturaleza.
Porque la naturaleza es única, irrepetible, y en ella no hay dos días
iguales, ni dos lugares que se parezcan, sencillamente porque todo está unido y
permanentemente cambiando.
En realidad no necesitamos tantos términos especiales para tapar
nuestras carencias, lo único que necesitamos es saber valorar todo lo que tenemos.
La naturaleza es un derroche de imaginación, de creación, de
variedad, es transparente y sencilla. El hombre puede tratar de destruirla pero nunca la
vencerá porque en la naturaleza cada uno sabe lo que es. El árbol, el pájaro, las
nubes, todos son para lo que han sido creados y funcionan dentro de un todo. El hombre se
olvidó que forma parte de ese todo y no sólo no se conforma con haberse alejado de la
naturaleza, sino que ahora trata de crear más barreras entre sí.
Lo dicho, la imaginación hace del hombre un creador.