a flaqueza del bolchevique le lanzó a la fama,
y muchos pensaron que Lorenzo Silva era un escritor novel. Pero el chaval llevaba ya dos
novelas publicadas -Noviembre sin violetas y La sustancia interior- y otras
muchas en archivo, fruto de su aprendizaje con las letras.
-¿Tienes algún tema recurrente en tus novelas?
-Yo creo que en una medida. Aunque las tres tienen tonos y ambientes diferentes, todos
los personajes lamentan haber perdido algo que probablemente no debieron perder. Y esas
pérdidas se producen por abandonar sus propios principios y seguir a una serie de cosas
que venían de fuera.
-Y ya que dicen que los protagonistas tienen algo de su autor,
¿tú qué lamentas haber dejado?
-No tengo una sensación trágica de pérdida, pero lo que sí tengo es una sensación
de que, a medida que vas avanzando en la vida normalmente te vas alejando de los impulsos
genuinos que tenías al principio. Tienes una serie de cosas muy claras cuando estás
empezando y muchos años después te planteas si sigues con ellas. Yo creo que en gran
medida las conservo y lucho mucho por conservarlas, entre otras cosas escribiendo. Yo
podría haberme abandonado a mi profesión y haberme dedicado a ganar dinero.
-¿De dónde sacas tus historias?
-Hay escritores que están obsesionados con leer libros, con la belleza, con la
biblioteca, con el mundo lírico y que no saben lo que pasa más allá de su ventana, en
la calle. Creo que hay que saber lo que pasa en la calle porque, en definitiva, en ella es
donde están las historias más sabrosas. Más que las que uno se pueda inventar. Además
me gusta que lo que escribo tenga que ver con lo que le importa a la gente. Me parece que
escribir sobre cosas que no le importan a nadie es una pérdida de tiempo.
-¿Qué crees que te separó de ganar el Nadal del 97?
-No lo sé. Supongo que el primero era mejor. (Risas)
-¿Qué te seduce de escribir?
-Fundamentalmente contar historias, pero también lo que seduce de crear. El impulso
de crear te lleva a hacer cosas que no estaban y que de repente existen. En todas las
cosas de la vida en las que se gana dinero hay alguien que pierde, hay alguien a quien le
quitas algo. Y el arte lo que hace es añadir a lo que existe, enriquece lo que existe, es
una posibilidad de multiplicar lo que existe.
-¿Qué puntos de conexión hay entre ser abogado y escritor de
novelas?
-Pocos y muchos. Es muy diferente estar delante de una sala en una vista defendiendo
casos y estar sentado en tu casa escribiendo una novela. Eso es en parte muy diferente,
pero las dos profesiones tienen mucho que ver con la palabra: un abogado es un artista de
la palabra, que es su arma.
-Como abogado, ¿cómo ves la justicia española?
-Creo que es evidente que la organización de la justicia en el momento actual es
absolutamente nefasta. Es una máquina que no funciona, no sirve para lo que debe servir:
que a cada uno se le dé lo suyo, que no se cometan abusos y que cuando se produzcan, se
pueda corregir por la razón y no por la fuerza. Lamentablemente, no cumple esa misión.