utta lleva dos años y medio viviendo
en San Cristóbal de Las Casas, un municipio cercano al de Acteal, donde el pasado mes de
diciembre se produjo la matanza de 45 indígenas. Es miembro del Centro de Derechos
Humanos de Fray Bartolomé de las Casas y coordinadora de los Campamentos Civiles por la
Paz. El centro pertenece a la diócesis de San Cristóbal y lo preside el obispo Samuel
Ruíz.
Extranjera en un país en lucha y sin más pretensión que
contar lo que ven sus profundos ojos azules, Jutta expuso ante nosotros la situación de
injusticia que se vive en Chiapas.
-¿Cómo es la situación actual en Chiapas?
-Chiapas tiene tres millones de habitantes. Un 35% de
ellos vive desplazado y un 47% de la población es analfabeta. La malnutrición y la
tuberculosis son causas importantes de mortalidad. Gran parte de la población vive en un
estado de pobreza y sufre importantes violaciones de los derechos humanos: asesinatos,
detenciones arbitrarias, violaciones etc. La situación es de una creciente violencia.
Cada vez hay más grupos paramilitares; aunque el Gobierno niega su existencia, desde el
95 está claro que existen y que tienen vínculos directos con los Gobiernos, tanto
municipales como estatales.
Concretamente hay un grupo paramilitar en la zona norte de Chiapas que irónicamente, se
llama Paz y Justicia. Oficialmente es una organización campesina que favorece el
desarrollo de las comunidades indígenas en la zona norte, pero es claramente un grupo
paramilitar que está sembrando el terror en las comunidades. Y se sabe que esta
organización recientemente recibió miles de pesos del Gobierno Estatal.
-¿Ha cambiado algo la situación tras la matanza de Acteal?
-Acteal está en un municipio que se llama Chenalho, muy
cerca de San Cristóbal, en la zona alta de Chiapas. Es un municipio pequeño de 30.000
habitantes donde ya antes de la matanza hubo miles de desplazados; y desde entonces, cerca
de un tercio de la población se ha desplazado. Tras la matanza de Acteal se han agudizado
los problemas, hay muchos más desplazados. Existe una total impunidad con los
paramilitares por los vínculos que mantienen con los estatales. La policía de seguridad
pública los respalda, a veces directamente y otras indirectamente, diciendo que no ven
nada.
-Como miembro del Centro de Derechos Humanos, ¿en qué
consiste tu trabajo allí?
-Trabajo en la oficina, como coordinadora en el área de
los Campamentos Civiles por la Paz, un proyecto que dentro del centro permite a varios
observadores extranjeros conocer la realidad que se vive en este país. Los voluntarios,
tanto mexicanos como extranjeros, ofrecen su solidaridad y son observadores y testigos de
la situación indígena. Nosotros recibimos a los voluntarios que vienen de diferentes
comités de solidaridad de muchos países, les damos una preparación para convivir en las
comunidades indígenas, tratando de explicar que es una cultura bastante diferente, y les
hablamos de la situación general. También recibimos a los que regresan de las
comunidades y nos dan información sobre cómo las han encontrado.
-¿En qué condiciones están viviendo los desplazados?
-Hay campamentos de refugiados donde las condiciones son
infrahumanas: viven bajo lonas de plástico y hojas de plátano, sin protección frente al
frío y la lluvia. En concreto el Centro de Derechos Humanos denunció esta situación en
un campamento de Chenalho y una brigada fue a visitar el campamento. Un campamento donde
proliferan las enfermedades y ya han muerto varios niños de neumonía. Cuando dos días
después esta brigada se entrevistó con funcionarios del gobierno estos les preguntaron
si no sería todo un teatro. Fueron preguntas cínicas, casi imposibles de creer.
-Recientemente habéis denunciado una campaña por parte del
Gobierno mejicano de hostigamiento a los extranjeros.
-Los Campamentos Civiles por la Paz existen desde hace
mucho tiempo y siempre se ha tratado de desacreditar a los observadores nacionales e
internacionales que vienen a la zona para ver qué está pasando. Desde el Gobierno se
fomenta la idea de que los extranjeros contribuyen a la violencia, que están dirigiendo a
los indígenas, y desde la masacre en Acteal hay otra oleada de persecuciones hacia ellos.
Ya expulsaron a algunos extranjeros y están amenazando con expulsar a más. La idea es
obvia: no tener testigos que puedan difundir la situación real del estado, la imagen de
Méjico y del Gobierno democrático es muy importante para ellos, sobre todo ahora que se
está negociando el Tratado de Libre Comercio tienen que tener la imagen de una democracia
plural y de respeto a los derechos humanos. Tener testigos que muestren lo contrario no
les conviene, y así desvían los problemas que existen echándoles las culpas a los
extranjeros.
-Mencionas la existencia de una guerra de baja intensidad,
¿cómo es esta guerra?
-Es una guerra más silenciosa, cuyos objetivos son acabar
con la oposición armada y con todo tipo de oposición al gobierno, que quiere mantener el
poder y control sobre estas zonas. Esta guerra tiene por blanco la sociedad civil, es
decir, la población que a su vez es la base o el apoyo de los zapatistas. Y como
estrategia, no sólo desarrollan una táctica militar, sino que tiene varios ejes: por una
parte hay una fuerte militarización de las zonas con presencia zapatista y por tanto hay
una intimidación diaria de la vida de las comunidades; por otra parte los militares
están ofreciendo su labor social en forma de servicios médicos, peluquería, etc. en un
intento de dividir a la gente de las comunidades.
-¿Cómo reacciona la gente ante esto?
-Con la creciente violencia también la resistencia está
creciendo. A principios de año, entraron militares a distintas comunidades supuestamente
buscando armas u ofreciendo ayuda a las comunidades, y en muchas ocasiones fueron
rechazados. Han sido las mujeres las que han jugado un papel importante, rechazando la
ayuda de los militares; se organizaban y les ponían límite. Cuando llegaron los
militares a un campamento de refugiados supuestamente a ofrecer alimentos, las mujeres les
dijeron que no los querían allá, y en ese campamento no hubo alimentos. Se necesita
tener una fuerza importante para poder decir: esta ayuda viene con un precio que no
queremos pagar, y no la aceptamos.
-¿Cómo es la situación de la mujer en Chiapas?
-Ellas cada vez están cogiendo un papel más importante
en las comunidades, pero también es un proceso lento. Hay una separación muy grande
entre las tareas de los hombres y de las mujeres, es un proceso lento. Las mujeres son las
que principalmente cuidan el hogar, y los niños, siguen siendo las víctimas de las
violaciones, de la pobreza, aunque los hombres también.
-¿Qué fue lo que te motivó a ir a Chiapas?
-Fue la casualidad. Llegué después de la ofensiva
militar y me interesaban los Derechos humanos. Tenía amigos en Méjico que me presentaron
el Centro. Hice varios viajes a las comunidades indígenas y me impactaron mucho.
-Apenas has estado en España dos o tres días dando
conferencias y mañana mismo regresas a Chiapas, ¿cuesta salir de Chiapas?
-Al principio no quería marchar porque no sabes qué va a
ocurrir allí al día siguiente, pero por otra parte es un tiempo muy importante para
difundir la información de una forma más viva. Lo que sale en los periódicos es
información más seca, y yo espero que transmitida así, de forma más personal, pueda
despertar mejor el interés de la gente.
-No deseas dar tus datos personales, ¿crees que podría ser
problemático para ti?
-Sí, al igual que para todos, porque la persecución es
generalizada. En noviembre del año pasado en la zona norte donde actúa el grupo
paramilitar Paz y Justicia, atacaron la caravana de dos obispos, y también en Chenalho
hubo ataques físicos a trabajadores del Centro de Derechos Humanos.
-¿Tienes esperanza en una solución a los conflictos?
-A veces es muy difícil ver la luz al final del túnel,
pero hay que mantener la esperanza. En ese sentido, lo que ocurre en las comunidades
indígenas es algo impresionante, porque tienen una fe profunda que les da mucha
esperanza, y esa esperanza les da una fuerza de resistencia que también nos anima a
nosotros, tanto como la solidaridad nacional e internacional.