Con gran picardía habló desde el corazoncito de un diván para
erigir a esta pieza como supremo instrumento erótico de la civilización. Sin duda, nos
convenció.
Sonrió con los etruscos y creó una bonita historia
de amor que conmocionó a un público que volvió a darle la razón.
Con El mercado y nosotros tuvo la osadía de
reírse de la economía convencional a pesar de ser economista.
Dejó volar su imaginación Mientras la tierra
gira, hizo un canto a la vida con La vieja sirena y encontró su sitio
definitivo en la peligrosa zona fronteriza.
Jose Luis Sampedro, escritor, economista, rebelde y
sobre todo, eternamente joven. |
-Cómo se puede llegar a fundir la mente de un economista con la
pluma del literato sin padecer una crisis de identidad por ello?
-Depende de cómo uno entienda la economía.
Para mí es una ciencia social, una ciencia con comportamientos humanos. Mire, si usted
quisiera hacer un modelo económico de la inflación, descubriría que para controlarla
necesita controlar también lo que llamamos la oferta monetaria. Es decir, al final
tendría que poner de acuerdo a los sindicatos con el gobierno, con los empresarios para
llegar a un acuerdo ¿no? Pues eso no será nunca un resultado matemático, será
cuestión de influencias, poderío social, capacidad de negociación, etc. De modo que una
ciencia social es sobre todo una ciencia de comportamientos humanos y dígame usted qué
es una novela más que una cuestión de comportamientos humanos. Yo soy un economista
social y el escribir con facilidad me ha ayudado a hacer más legibles mis obras de
economía; y el saber de la economía me ha permitido hacer más sistemática mi
preparación, sobre todo en la estructura de mis novelas.
-No obstante usted tuvo poco que
ver con los economistas ortodoxos. Siempre mantuvo posturas críticas e intentó acercar
esta disciplina al público en general.
-Claro, si yo hablo en la televisión de economía para todo el mundo,
pretendo que me entiendan todos. Le aseguro a usted que las cuestiones básicas de
economía, las que nos afectan a todos, se pueden explicar con una enorme sencillez.
Cuando no se hace así es por pedantería, porque uno se encuentra en un congreso de
economía o porque lo que se pretende en realidad es que no se entere nadie, cosa también
muy común.
Es imposible disimular la sonrisa. Las distancias se van
acortando a medida que transcurre la conversación. Es increíble cómo su juventud se
filtra cada vez más a través de su expresión, su frescura y su sensibilidad. La
pregunta suena a confidencia.
-¿Cuál es el secreto de su
eterna juventud?
-No es el resultado de una fórmula aplicada, es algo que se
hace instintivamente y creo que a ello contribuyen algunas cosas. Primero y muy importante
es reírse de todo, especialmente de uno mismo. Creerse importante es lo más nefasto que
hay, si uno se sitúa en un plano realista, de sencillez y humildad -creo que no se puede
ser de otra manera-, uno llega a ser bastante indestructible. La juventud en mi caso no es
el resultado de ningún secreto, me resulta más agradable tener este espíritu. Vivo
mejor así.
-¿Qué le han aportado esos
ochenta y un años que lleva sobre sus espaldas?
-La vejez -porque eso de la Tercera Edad me parece una
estupidez-, con un mínimo de salud, cierta independencia económica y algo de riqueza
cultural, me parece una edad estupenda. La salud no la tengo muy buena ya que padezco una
afección cardiaca permanente, pero me voy defendiendo. A nivel económico,
afortunadamente no tengo que pedir a mis hijos para vivir y con la cultura me paso ratos
estupendos. Además tengo una suerte que tienen muy pocos -y perdóneme que lo diga- y es
que escribo, y gracias a ello llego a mucha gente que me toma cariño, me escribe y se
preocupan por mí. Escucho música, disfruto leyendo, voy al cine, al teatro... Me gusta
la vida.
La sonrisa radiante que se escapa de su rostro sin duda rubrica
la afirmación que acaba de hacer.
-No puede negar señor Sampedro
que sabe sacarle jugo a la vida...
-Sí, por supuesto, como un enano. Pero no lo diga usted así
porque podría escandalizar y resultar obsceno. Mire, nos educan para el miedo, para que
tengamos miedo de pasarlo bien. Nos educan para que creamos que esto es un valle de
lágrimas y que luego lo podremos pasar bien, pero sólo si somos buenos y dóciles. Pero
mire usted, yo eso no me lo creo -no quisiera ofenderla si es creyente, yo no lo soy-,
nadie me amarga a mí el placer de vivir. Esos señores de negro no me van a fastidiar.-¿Y a qué viene lo de obsceno?
-Pues porque parece escandaloso que un señor de mi edad diga
que se lo pasa bien. Hay gente a la que -perdóneme la expresión- le jodería muchísimo.
- Aquí entra el Sampedro con garra, el
"abajo firmante" por el que fue conocido en tiempos de la Dictadura, un Sampedro
que no está dispuesto a renunciar a nada. Su fama de conquistador, su erotismo vital
transmitido a través de la pluma han conseguido enamorar a un público de lo más
variado. Incluso llegó a publicar unos relatos eróticos en la revista Play Boy, ¿no es
así?
-He sido un sentimental y un enamorado, pero no un
conquistador. Un conquistador es un señor machista que cree que se apodera de la mujer y
encima lo dice con jactancia. Yo he sentido siempre un gran respeto por ella a veces
quizá excesivo. En cuanto a lo de los relatos eróticos, es cierto que fui el segundo
premio de un concurso de relatos eróticos y que salió publicado en Play Boy. ¿Por qué
voy a renunciar yo a lo erótico? El relato se titulaba Divino Diván y eran las
memorias de un diván, escritas por cierto con un alto espíritu científico. Debe usted
saber que soy un tratadista en divanología -comenta con sonrisa abierta-. No hay que
confundir los divanes con las camas. La cama es convencional, definitiva, solemne; el
diván es libre, transitorio, juguetón. En la cama se nace y se fallece; en el diván se
hace todo lo demás... se desfallece.
Luego, aunque crea que no, hay que tener cuidado con los tapizados: cuero, satén,
damasco... Unos resbalan y otros no. En fin, como puede ver, toda una ciencia.
-Una ciencia en la que usted parece ser
experto... Me hablaba antes del erotismo, ¿cómo lo entiende usted?
-El erotismo es algo que la cultura añadió al sexo, igual
que la gastronomía es lo que la cultura añadió a la nutrición. El sexo es el instinto
vital de la cópula y de reproducirse y todo lo que usted quiera... Luego viene la cultura
y lo adorna con un montón de cosas. Eso es el erotismo.
-Vamos, una cuestión cultural manejada
también por el poder.
-Sí, especialmente de poder porque el condicionar el sexo les
da a los señores de negro un poder extraordinario. Fíjese en el poder de bendecir y
anular matrimonios en el caso de reyes, empresarios, etc. Además de mover intereses
enormes, a la Iglesia se le hacían grandes concesiones. El pecado, la invención de
pecado es un invento morrocotudo. ¿Usted comprende que un niño recién nacido sea un
pecador, que alguien venga y diga que tiene arreglo porque le echa agua sobre la cabeza y
le pone su mano encima...? Vamos, que eso de perdonar los pecados les ha proporcionado una
fuerza fenomenal. ¡Menuda ganga!
-¿Y usted
se ha visto influido también por esta educación?
-Sí, desgraciadamente me condicionó y tardé tiempo en separarme de
estos planteamientos. La fuerza de estos señores de negro es heredada del pasado y en un
país como el nuestro, tienen la fuerza suficiente como para influir en la primera etapa
de enseñanza e inocular esas ideas desde la más tierna infancia. La mayoría de la gente
no consigue quitarse esos planteamientos de la cabeza y a otros nos ha costado mucho.
-Me pregunto, señor Sampedro, ¿en qué
cree usted?
-Creo en el ser humano. Una civilización humana es la que
sigue la regla del griego que dice que "un hombre es la medida de todas las
cosas". Subjetivamente hablando, creo que no puede ser de otra manera. Pienso que una
sociedad no será humana, ni humanista, mientras no sea laica, mientras se siga
impartiendo la enseñanza religiosa obligatoria. Esta sociedad está empapada de la
mentalidad de que la mujer es un ser de segunda -la mujer es la pecadora, la carne es del
pecado, etc.-, mentalidad que viene heredada especialmente de la Iglesia que aún no ve a
la mujer digna por ejemplo, para el sacerdocio. Mientras la mujer no sea tan persona como
el hombre, no seremos una sociedad humana, seremos una sociedad machista, católica,
religiosa o lo que quieran... pero no humana.
-Siempre ha demostrado ser una persona que
piensa por su cuenta, ¿ha sido castigado por ello?
-Yo comento las cosas con consideración y respeto a los
demás. Pero recuerdo cuando se publicó mi libro El río que nos lleva, en pleno
franquismo y me ofrecieron hacer una versión radiofónica de él. Aquello hubiera sido
una buena publicidad para mí, pero no llegó a ver la luz porque me dijeron que yo era
uno de los "abajo firmantes" ya que siempre firmaba escritos en la Facultad
protestando contra el sistema de enseñanza de entonces. Cosas como esas sí me han
ocurrido, pero también lo digo sin ningún tipo de heroicidad.
Sampedro fue profesor de Estructura Económica en
Madrid. Por sus atípicas clases pasaron casi todos los economistas de hoy que estudiaron
en aquella época en la capital de España: Solchaga, Alvarez Rendueles o Estefanía
Moreira. Fue asesor del ministro de Comercio siendo un declarado antifranquista y para
más inri, escribió en tono divulgativo y escéptico un cómic de iniciación a la
economía: El mercado y nosotros "para que la gente no se crea lo que le dicen
los economistas sobre el mercado. Ellos aseguran que el mercado es libertad, y eso es
falso. Lo que te permite elegir no es el mercado sino el dinero que tú tienes cuando vas
al mercado".
-Siempre fue un adelantado para su época,
incluso se declaró europeísta en plena dictadura...
-Publiqué en 1957 el libro más gordo que se haya escrito
sobre la integración de España en Europa. Digo el libro más gordo, no el mejor. Y en
cambio a mí hoy, no me interesa lo de Maastricht. Me parece una estafa decir que esa es
la única puerta posible hacia Europa. Europa es mucho más que una unidad económica, y
Maastricht no es siquiera eso, es una unidad comercial y financiera. A mí lo que me
interesa es una unidad humana y social, aspectos no incluidos en esa unidad europea de la
que se habla.
- Su mente vuela como una mariposa en
primavera. Experimenta el maravilloso placer de poder dar vida a cualquier tema sólo con
su mente. ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración?
-Infinitas. Físicamente tengo las facultades reducidas, pero
mentalmente no. Podré decir disparates, fallar o no, razonar algunas cosas, pero imaginar
imagino lo que me da la gana. Todo puede llegar a ser una buena historia, sólo hace falta
captarlo. De esta misma conversación podría salir una gran novela, ¿no cree?...
"Igual que un niño que juega
en la arena y encuentra una concha nacarada, o un guijarro pulido por las olas, o un
corcho desprendido de las redes y, conquistador de semejante maravilla, corre hacia la
madre a ofrecerle el humilde tesoro y la hazaña de haberlo hallado, arrancándoselo al
mundo por ella"(*), así Jose Luis Sampedro se aproxima a sus lectores, a sus amigos de manera
inmediata, como un niño que ofrece su mejor tesoro, el más sencillo, el más valioso...
todo él.
(*) Mientras la tierra gira. Plaza y Janés.
|