Fidel es un
dictador, el Papa el omnipotente y único representante de dios en la tierra y Clinton el
dueño y señor del nuevo orden.
Fidel habla de revolución, el Papa de dios y
Clinton del orden, todos ellos son actores de un serial de terror que nos cautiva y nos
esclaviza; del sistema social de que nos hemos dotado, dogmático y sifilítico,
hipócrita e impresentable.
Fidel recordó el holocausto a que sometieron los
colonizadores españoles a Cuba y a toda América del Sur. Hizo bien, bueno es tener
memoria, pero mejor aún tener conciencia. Si sabes distinguir lo justo de lo injusto; si
tienes la capacidad de entender que aquellos harapientos y ambiciosos personajes, que unos
impresentables reyes mandaron a saquear esas tierras en nombre de dios y de la
civilización, no eran mejores que lobos; si entiendes que nadie es dueño de nadie y que
todo hombre tiene derecho a elegir aunque se equivoque, no se puede sostener un régimen
que niegue el derecho al sufragio universal. Ya se sabe que si se convocan elecciones van
a venir los que compran voluntades, los que conocen las debilidades del hombre, y las van
a explotar en su beneficio; ese es un proceso tan necesario como brutal. De qué sirve
mantener un sistema cuya función es silenciar y prohibir, de qué sirve la solidaridad si
no nace del corazón de cada uno de nosotros, de qué valen todas esas virtudes que
encandilaron a tantos y tantos hombres y mujeres cuando se han de imponer por decreto,
cuando no son producto de una voluntad mayoritaria sino de una voluntad institucional. En
Cuba ya sólo es Comunista el Estado y el Estado no es sino un cúmulo de instituciones y
los serviles personajes que la gobiernan. Hago esta reflexión porque Fidel no puede
criticar a ningún colonialista: él mismo se ha convertido en eso, él y su dogma son un
puro reflejo de aquellas fanáticas civilizaciones de la rapiña económica y espiritual
que asolaron esas tierras.
El Papa pidió que Cuba se abra al mundo y que el
mundo se abra a Cuba. Después de siglos de mandar monjes con espadas, el Papa entra
victorioso en Cuba con su dogma de fe al frente. Cambian las formas no los procederes. El
sabe, como Fidel, distinguir lo justo de lo injusto, sin embargo no hace nada por
evitarlo, luego nada tiene que reprochar a Fidel.
Clinton mandó sus huestes periodísticas, él
también sabe distinguir lo justo de lo injusto, se preocupa por los cubanos, mientras
centenares de hispanos se pudren en los barrios marginales, sin seguro, sin contrato de
trabajo, sin esperanza. Qué le puede reprochar a Fidel. Pero todos se reprochan, y lo
hacen porque no son sino un puñado de dogmáticos que se han puesto al servicio de ese
dogma, y se han olvidado de los hombres y mujeres que habitan el planeta.
Fidel se curró el cargo, pero eso no lo justifica.
Al Papa lo eligieron vete a saber por qué. Y a Clinton, porque alguien tiene que ser la
cabeza visible de una maraña de instituciones paranoicas. Detrás de ellos habita la
rapiña, la confabulación, la hipocresía, eso es lo que representan. Y lo que
representan no es ni más ni menos que las tres grandes opciones políticas, sociales y
espirituales que dominan en el mundo, aunque en el caso del comunismo sea ya más que una
especie en extinción.
Cuba no fue nunca más que un juguetito en manos de
grandes intereses; la Unión Soviética ,por darle por ahí a Estados Unidos; Estados
Unidos, porque no puede soportar que alguien diga no a su maldito sueño, y la Iglesia
porque es así desde siempre, porque no puede permitir que haya un lugar en el mundo donde
al menos se pretenda que el hombre sea más importante que Dios, y no lo admite porque eso
desvirtúa todo su rollo evangélico. Pero es así a pesar de Fidel, del Papa y del
Clinton de marras.
Nuestros símbolos son el reflejo de nuestras
conciencias y de nuestro pensamiento. Somos malos cristianos, pésimos comunistas y unos
putos adictos al capitalismo. Somos impresentables y lo sabemos, pero no hacemos nada por
evitarlo porque en el fondo nos encanta. Si no fuera por la injusticia no habría
perseguidos, si no hubiera perseguidos no habría tiranos y libertadores, si no hubiera
hambre y necesidad no habría posibilidad de ser solidarios y caritativos, si no hubiera
miseria no habría posibilidad de mostrarnos generosos. Si no fuera por dios conoceríamos
el valor exacto del hombre. Pero eso no interesa. Hay que creer, pero en abstracciones
hábilmente diseñadas porque ello nos distrae de nuestra culpa y nos permite ser lo
suficientemente buenos para poder habitar un día el dogma que domina al mundo. Sin Fidel,
sin el Papa, sin Clinton, qué sería de nosotros, hombres de escasa voluntad.