PUERTA DIMENSIONAL
Texto: MIGUEL
COPPA
SUICIDIOS COLECTIVOS
Recientemente la sociedad se volvió a inquietar ante la supuesta
preparación de un suicidio colectivo supuestamente organizado por una supuesta secta en
Tenerife. Una vez más la noticia ocupó la primera página, una vez más la extraña
mezcla de espiritualidad, secta, ovnis, más allá y fin del mundo, se combinó como si de
un cóctel explosivo se tratara, para acabar en nada.
Pero el fenómeno tiene varias y
diferentes lecturas.
La noticia explosiva, el comentario fácil, las clásicas preguntas a
los "expertos", el juicio rápido, la calle, con su punto de vista
influenciable, todo ello son ingredientes, siempre los mismos, que ponen la letra pequeña
a unos hechos que tienen un profundo significado y que son un reflejo de lo que es esta
sociedad que nunca quiere mirar de frente sus propias miserias.
De sobra es sabido que nuestra sociedad crea y potencia aquello que luego critica, juzga y
desprecia.
¿Qué es suicidarse sino huir, escapar de una realidad que se odia, que no se soporta,
que supera la capacidad o la fuerza de lucha de la persona?
¿Es más digno dar la vida por la patria, otra forma absurda de suicidio, que dar la vida
porque se desea pasar a otro estado de existencia en otro lugar?
Que unas personas decidan suicidarse porque crean que sus espíritus serán recogidos por
una nave extraterrestre, no es más chocante que el hecho de que millones de católicos
crean que si reciben la extremaunción antes de morir su alma se salva, o que si se
arrodillan en un confesionario y cuentan sus "pecados" a un cura y luego
comulgan, ya están limpios y relucientes por dentro. Que un grupo de personas paguen
50.000 pesetas a una psicóloga para que les dé terapias espirituales, no es menos
dramático que el hecho de que miles de personas entreguen sus ahorros al Opus porque se
crean que es la obra de Dios y sean tan ingenuos como para pensar que con ello son más
buenos.
La sociedad se rasga las vestiduras porque un grupo de personas se suicida porque cree en
los extraterrestres y en su salvación siguiendo esa vía, pero todos los días miles de
personas se suicidan en el mundo porque están deprimidos, porque no tienen trabajo,
porque son injustamente condenados, porque les torturaron, o les violaron o porque ven a
sus hijos morirse de hambre.
Y eso no crea alarma social.
¿Y
qué hay de los que se suicidan conscientemente por su adicción al tabaco o al alcohol?
¿Por qué esta hipócrita sociedad no se rasga las vestiduras clamando por leyes
que prohíban fumar a todo el mundo?
Los gobiernos, con su política medioambiental nos están suicidando a todos. ¿Por qué
entonces les seguimos votando? ¿Qué diferencia existe entre quien paga 50.000 pesetas a
una "iluminada" para que le conduzca al paraíso y quien vota y aclama a su
líder político sabiendo que todo lo que dice en sus mítines es mentira y que no va a
cumplir nada de lo que oferta?
¿No existe detrás de esas conductas la misma necesidad de que alguien nos solucione
nuestros problemas?
No seamos hipócritas. Si hablamos de sectas hablemos de todas, si hablamos de
"gurús" o "iluminados", hablemos de todos, si hablamos de mentiras y
mentirosos empecemos hablando de la Iglesia y su historia sagrada, que ni es historia ni
es sagrada, y tienen el coco comido a millones de personas en todo el mundo, prostituyendo
el mensaje de Cristo, manipulando las mentes y las conciencias y amenazando siempre con un
más allá del que no tienen ni puñetera idea.
Todos los suicidas sectarios de la historia no son nada comparado con todas las víctimas
de las cruzadas religiosas, a las que hay que añadir las que mueren por seguir las normas
Vaticanas, tales como no usar preservativos, o tener los hijos que Dios mande, como si
Dios se preocupara de tales menesteres.
¿Por qué se priva de libertad a una persona que cree que suicidándose su espíritu
volará libre hacia otro lugar y se deja en libertad a terroristas que pagados por el
Estado mataron o mandaron matar?
¿No dice la Constitución que cada uno es libre de creer en lo que quiera? ¿Por qué
entonces unas creencias son respetadas y otras no?
Podríamos seguir haciéndonos interminables preguntas, preguntas que nadie quiere nunca
hacerse, preguntas que destapan las miserias de una sociedad, de un sistema hipócrita,
intolerante, racista y, sobre todo, ignorante.
Tan libre es, tanto derecho tiene una persona a creer en un "iluminado" que diga
que es la reencarnación de Jesucristo, como otro a creerse la falacia de que el Papa es
el representante de Cristo en la tierra. Pero lo segundo es cuestión de fe y lo primero
es cosa de chiflados. ¿Quién decide eso?
Los
integristas islámicos están masacrando pueblos enteros por cuestión de fe y de
profundas creencias religiosas. ¿Qué es entonces la fe?
¿Quién tiene más fe, el que espera al ovni, el que entrega su fortuna al Opus, el que
ve en el Papa a Cristo, el que saca un bebé de un machetazo del vientre de la madre, el
que reza para que su equipo de fútbol gane o el que se levanta de la cama y le pega un
pelotazo a la botella de coñac para poder arrancar?
¿Por qué unos son respetables y otros están pirados?
Precisamente en estos momentos, y tras las conclusiones de la reciente cumbre climática
de Kioto, podemos afirmar, los científicos ya lo hacen, que la humanidad se está
suicidando. Sólo que es en nombre de nada, simplemente por estupidez.
O sea, vivimos inmersos en un suicidio colectivo de dimensiones planetarias, suicidio
patrocinado por los gobiernos y consentido por los pueblos. Luego, dentro de ese suicidio
global, existen muchos de menor entidad, pero suicidios al fin y al cabo.
Existen los conscientes y los inconscientes. Los premeditados y los esperados. Los
diseñados y los de carácter espontáneo. Los finos y los vastos. Existen también
suicidios para ricos y para pobres. Un rico nunca se suicida tirándose al tren, por
ejemplo, o de un puente abajo. Un rico se suicida de un tiro en la sien en su despacho
enmoquetado y después de tomarse un buen whisky con soda.
Sintetizando, ¿no suena muy absurdo que se arme tanto jaleo por un suicidio, o intento de
suicidio, de unos que creen en ovnis, cuando el sistema se está cargando todos los días
a montones de personas, cuando los mayores se nos mueren de soledad y los niños de malos
tratos, cuando las mujeres maltratadas aumentan día a día con el consentimiento de la
justicia, cuando se siguen fabricando minas que destrozan inocentes, cuando auténticos
asesinos andan sueltos, pagados y protegidos, y cuando los que nos hablan de Dios cada
día dan más muestras de no saber de quién hablan?
Pues sí, es absurdo, absurdo y cínico.
Además, detrás de ello existe una cuestión de fondo, de profundas dimensiones, y que
esta sociedad rechaza porque sí, sin argumentos de peso, y es el derecho de cada uno a
manejar su vida, a decidir si quiere vivir o no.
La eutanasia, de nuevo en primera plana, es otro tipo de suicidio. Y es curioso, ambas
cosas, el supuesto suicidio de la supuesta secta y el fallecimiento del tetrapléjico
gallego que reclamaba su derecho a morir, saltaron a la vez.
¿No deberíamos pararnos a pensar? ¿Por qué se prohíbe con tanta saña el derecho de
cada uno a morir cuando le venga en gana y, al mismo tiempo, se justifica, e incluso se
apoya, Nuevo Catecismo, el derecho a matar, a quitar otra vida?
Si uno no es dueño de su propia vida... ¿cómo puede serlo de la de los demás?
Las respuestas a todas estas preguntas no están en la legislación humana, sino en la
comprensión de la verdadera dimensión de la vida y de la muerte, de lo que hay más
allá de la frontera entre ambas, de la naturaleza del espíritu y sus necesidades.
Cristo sabía que iba a morir, sabía que si seguía con su misión le matarían. El
hombre, Pilatos, le dio la opción a librarse de la muerte, simplemente tenía que negar
su condición divina y ser uno más, pero El renunció.
¿No es otra forma de suicidio? Escoger la muerte cuando se puede seguir viviendo. ¿No es
suicidarse?
Todo es cuestión de valores, pero...¿quién determina las razones, el peso de los
valores en cada uno, en el interior de cada persona?
El problema es que esta sociedad es demasiado superficial como para plantearse la
posibilidad de razones más allá de la lógica cotidiana, de lo supuestamente correcto de
cada día, de cada actitud, de cada pensamiento.
Es correcto lo que crea hábito, lo que marca la inercia, lo que todo el mundo hace.
Es incorrecto lo que rompe las reglas del juego, lo que no se entiende, lo que asusta. Y
la muerte asusta, da mucho miedo. Por eso se consiente a los muertos desde la vulgaridad
cotidiana y no se perdona a los que mueren escapando de esa vulgaridad.
La prueba está en que tan incomprendido es un suicida de una secta como un montañero que
se mata a 8000 metros entre el hielo y la soledad. Ambos son bichos raros, especímenes
que se salen de lo normal. Y eso no gusta a la mayoría supuestamente normal.
Conclusión, existen pocas, muy pocas personas en esta humanidad que están viviendo desde
el punto de vista de la vida superior, de los auténticos valores y objetivos de la vida
superior.
La mayoría, la inmensa mayoría, se está suicidando lenta o rápidamente, según el
método.
La comprensión de esa realidad ayudaría a reflexionar sobre el sentido de la vida y
sobre el porqué y para qué estamos aquí.
Todo lo demás no soluciona nada, porque la realidad es que nadie puede evitar que cuando
termine de escribir esto, si me da la gana, me quite la vida.
En nombre de qué lo haga es sólo mi problema y no le importa a nadie, sencillamente
porque nadie tiene ningún derecho sobre mi vida.
Yo soy el único responsable de mi existencia. |