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PODER DE
PERSUASIÓN

XAVIER MARKIEGI
DEFENSOR DEL PUEBLO VASCO
Texto: Mariló Hidalgo - Fotos: José M. lópez

XAVIER MARKIEGI
 

Primero fueron aquellos niños, aquellas voces y gritos, aquel polvo de tiza que creaba una atmósfera casi irrespirable, o aquellos problemas de matemáticas sin resolver en el encerado, los que marcaron importantes años en su vida. Más tarde, la política llamó a su puerta, le puso humanamente a prueba y salió victorioso.

Después de tanto examen, Xabier Markiegi conquista la confianza del pueblo vasco y es elegido Ararteko -Defensor del Pueblo Vasco-. Aquí empezó una lucha cuerpo a cuerpo por los Derechos Humanos de los desfavorecidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MUSEO GUGGENHEIM DE BILBAO

Su vocación por la enseñanza le llevó hasta un remoto pueblo donde cada día tenía que pelearse con 71 niños de distintas edades, todos mezclados en un aula. Aunque acabó con los nervios destrozados, calificó la experiencia como muy positiva. De enseñar a niños pasó a formar futuros maestros y fue director de la Escuela de Magisterio de Irún. Se dejó hipnotizar por la política y mantuvo el tipo durante catorce años en el Parlamento Vasco, siempre fiel a sus ideas. Tras la disolución de su partido y después de un tiempo como independiente, vuelve a lo que más le gusta, la enseñanza. Una llamada de teléfono coloca a este hombre sereno, amable y recto en el cargo de Ararteko, defensor del ciudadano vasco frente a los abusos de poder, negligencias de la Administración y los administradores.

-¿Por qué usted? ¿Qué es lo que se valora en una persona para desempeñar el cargo de Ararteko?
-Eso creo que deberíamos de preguntárselo a todos aquellos que me votaron. Fue como una especie de conjunción de astros -comenta entre risas-, que hacen que un día a una hora determinada ocurra algo inesperado, como fue esto. Ahora en serio... Si yo tuviera que votar a un candidato propuesto para Ararteko, creo que me fijaría fundamentalmente en su trayectoria humana, en sus valores personales. Claro que esto dicho por mí, siendo el titular en estos momentos, resulta un poco arrogante. Después, me fijaría en su trayectoria profesional. Yo estuve en el Parlamento Vasco las cuatro legislaturas anteriores, tengo experiencia en leyes, en Instituciones, en la relación con los distintos grupos políticos... Esto favorece un mejor control y seguimiento de las distintas administraciones.

-Cada Comunidad Autónoma posee su propio Defensor del Pueblo. ¿Qué connotaciones específicas tiene el defender al pueblo en Euskadi?
-Cada comunidad tiene unos problemas comunes y otros específicos. Respecto a estos últimos, nosotros desgraciadamente contamos con una tasa de paro altísima, consecuencia del declive industrial generado por la crisis del petróleo de los años 70. Toda la industria metalúrgica y siderúrgica que hizo del País Vasco una comunidad de vanguardia, hoy se ha convertido en un cementerio de chatarra y ha obligado a una reconversión de todo el tejido económico de la comunidad. El paro ha generado grandes bolsas de pobreza que introducen un elemento de conflictividad social importante. A ello también hay que añadir el problema de la violencia, que en estos momentos carece de fundamento.

-Después de aquellas pancartas pidiendo "Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía" para el País Vasco, han cambiado muchas cosas. ¿Qué está pasando ahora?
-Con la Constitución se consiguieron unas libertades democráticas, luego obtuvimos el Estatuto de Autonomía y en octubre de 1977 Adolfo Suárez otorgó la amnistía, de forma que no quedó ningún preso político vasco en las cárceles españolas. Durante la Transición, muchos estuvimos esperando cambios, ya que los tres grandes objetivos de la lucha contra el franquismo se habían conseguido. Además, en 1981 se consiguió una reinserción de todos los que estaban fuera, exiliados o huidos. Pero en vez de cambiar las cosas, estos violentos descubren una nueva estrategia, que no es para tanto, pero que sí arma mucho ruido: utilizar a los adolescentes en una especie de guerrilla urbana.

-¿Cómo son estos jóvenes?
-La mayoría son chavales que tienen una vida académica normal y que luego a partir de las ocho de la tarde, se ponen un pasamontañas y el día que toca, montan una juerga con botellas de coca-cola llenas de gasolina. Ellos han dado al fuego un valor simbólico especial, se ven muchas pintadas por ahí representando las llamas y haciendo arder al país. Estos adolescentes están sirviendo de altavoces, y a muy bajo coste, a los que realmente mueven los hilos y no dan la cara. Aunque las cosas han cambiado mucho, a estos jóvenes aún se les martillea con informaciones caducas. Habría que convencer a los padres para que no sigan contando más mentiras a sus hijos. Y al sistema de enseñanza para que eduque en valores de convivencia y de mentalidad democrática. Lamentablemente la actividad de estos jóvenes no se canaliza a través del movimiento asociativo. Para ellos Jarrai, o el entorno KAS, las manifestaciones y los ritos iniciáticos como el fuego o las pegadas, marcan sus vidas.

-Son muestras de ese nacionalismo radical que se niega a desaparecer...
-Bueno, la mayoría de estos chavales violentos ni siquiera son nacionalistas. Caen en un determinado entorno y como está de moda en ese momento prender fuego a las cabinas telefónicas y a los cajeros automáticos, pues entran en esa dinámica casi sin saber por qué.

-¿Qué diferencia existe entre ver el mundo con ojos de parlamentario a verlo con ojos de Ararteko?
-Una, la independencia. A ti te nombran para cinco años y tú con la ley y la conciencia tienes que acertar o equivocarte. No tienes partido, ni obediencias debidas, no tienes que estar pensando en cómo les va a sentar lo que hagas a tus electores. A veces se deben de tomar medidas totalmente impopulares para defender a una minoría frente a la mayoría. Aquí llega gente con problemas reales. De esta forma tengo la oportunidad de palpar la realidad diaria y poder solucionar problemas concretos, pequeños, pero que para la gente son muy importantes.
Otra diferencia es la eficacia. Esta institución intenta mediar entre el ciudadano y la Administración cuando surge un conflicto, y proponer dentro del marco de la ley soluciones que normalmente en un tribunal no se propondrían nunca. Tenemos resultados muy satisfactorios ya que estamos solucionando con rapidez -en ocasiones con una sola llamada de teléfono- problemas que por procedimientos tradicionales -basados en el exceso de garantías- llevaría años solucionarlo.

-No deja de ser paradójico que precisamente para asegurar garantías al ciudadano, éste deba renunciar a la eficacia y rapidez en la resolución de sus problemas.
-En la actualidad y según las estadísticas, nosotros damos más atención al ciudadano que el contencioso por vía administrativa. La nuestra es una magistratura de persuasión, no ejecutiva ni de coacción, pero en cambio nos hacen caso las administraciones. Un 66% de nuestras recomendaciones tienen éxito y son aceptadas.

-¿Cómo son sus relaciones con el poder?
-Esta es una institución que tiene que conseguir cosas, resolver problemas de los ciudadanos, por las buenas o por las malas. Por temperamento prefiero hacerlo por las buenas, pero si así no puede ser, llamo a los medios de comunicación y expongo la problemática. A partir de ahí, no para de sonar el teléfono en toda la mañana.
En general estamos satisfechos con la relación que mantenemos con las administraciones que dependen del gobierno del País Vasco. Con las Diputaciones existen más problemas, sobre todo en temas de impuestos y bienestar social.

-Los temas de insumisión y objeción de conciencia, me imagino que aparecerán con frecuencia encima de su mesa...
-Sí, fue uno de los primeros problemas que llegaron a mí. Hoy estamos luchando por conseguir la despenalización de la insumisión y una revisión de la ley de objeción de conciencia, porque entendemos que aún dentro de un Ejército Profesional una actuación concreta -por ejemplo la Guerra del Golfo- puede ser objetada. No me parece justo el castigo de la muerte civil para un insumiso.

-Recién abiertas las puertas del año 98, ¿cómo ve el futuro el Ararteko?
-Creo que estamos avanzando y además nos encontramos inmersos en una evolución imparable. Todo lo que hace unos años se consideraba como atención asistencial -menores, enfermos, deficientes- hoy en día están legislados como derechos. Los usuarios se conciben a sí mismos como sujetos con derechos y no como objetos de protección. Se ha avanzado en los derechos humanos al irse creando una serie de condiciones materiales que hacen real el disfrute de esos derechos. Pero de la misma manera en que la humanidad consiguió extender la abolición de la pena de muerte y hubo un avance en la conciencia colectiva, por ese mismo salto dialéctico debería abolirse también la pena de privación de libertad. Cuando la humanidad descubra que la libertad es también un derecho no condicional, le repugnará su privación como ahora le repugna la pena de muerte. El futuro habla de cambios y de revitalización.

-¿También con el tema de la violencia?
-Ahí soy más pesimista. En un tiempo pensé que estos violentos al no conseguir nada, sólo muertos, dolor y presos, acabarían aburriéndose. Nueve años después siguen ahí y han conseguido que un sector social les apoye. Yo creo que tarde o temprano -más bien temprano- se va a producir algo, no sé el qué, que va a generar una convulsión como fue la caída del muro de Berlín. Ahí existe algo que sirve de catalizador, que logra desmantelar entramados ideológicos y políticos. Este acontecimiento llegará cuando menos lo esperemos, cuando estemos más sumidos en el pozo, y afectará claramente al mundo de ETA, que no ha dado ninguna señal de que quiera parar y someterse a lo que el pueblo ha decidido democráticamente en las urnas. Tienen que aceptar que cuando se pierde, se pierde, y uno debe asumir la lucha desde la oposición.

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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