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Hace tanto tiempo que estoy entre vosotros y aún no me
habéis reconocido!
Dos mil años es mucho tiempo para comprender mi verdad, aunque desde la
perspectiva del tiempo en la mente de mi Padre sea tan solo un suspiro, el vuelo fugaz de
un águila en la inmensidad de la Espiral.
Mi Padre... ¿Pensasteis alguna vez a quién me dirigía cuando llamaba a mi Padre?
Por supuesto que no, de la misma forma que tampoco quisisteis profundizar en los misterios
de mi vida y de mi muerte. Y, ¿sabéis por qué? porque ello implicaría el
reconocimiento de que seguirme a mí os exigiría coger vuestra cruz, la de cada uno,
cargarla con dignidad, aceptar el sacrificio y renunciar a todo aquello que os apartara
del camino, del camino recorrido por mí para mostraros la salida de esos planos
inferiores que tanto os ilusionan y que tan prisioneros os tienen.
No comprendéis nada, no habéis entendido mis palabras, habéis tergiversado el sentido
de mi sacrificio y habéis levantado con todo ello una religión que en vez de liberar
encadena, que en vez de amor, mi amor, practica el egoísmo y la lucha por el poder humano.
Algunos de vosotros os habéis autoproclamado mis representantes ante los hombres, cuando
yo nunca os di tal potestad, sobre todo porque no necesito intermediarios, ya que desde mi
muerte y mi posterior resurrección, yo vivo en cada corazón humano, luchando desde
dentro para que cada criatura despierte a la luz y venza la oscuridad que en forma de
mentira se esconde en las mentes manipulando y distorsionándolo todo.
Cuando yo viví entre los hombres asumí mi responsabilidad y ello me llevó a enfrentarme
al poder político y al poder religioso, los mismos que hoy siguen dominando a los
hombres, los mismos que hoy me volverían a crucificar si yo regresara.
Pero mi regreso no será como víctima, sino como juez, y mi justicia no está corrompida
como la de los hombres, sino que es la de mi Padre, justa y generosa, firme e inalterable.
Yo fui, soy y seré lo que nunca quisisteis admitir, un rebelde que os ama hasta el punto
de dar mi vida por vosotros y, sobre todo, un hijo que ama a su Padre aún más de lo que
os ama a vosotros.
Por eso soy rebelde, porque mi Padre lo es. Pero mi rebeldía va en contra de la oscuridad
que os tiene engañados, de los que utilizan esa misma oscuridad para hacerse poderosos,
creyendo que ese poder ficticio que consiguen con la sangre y las lágrimas de los demás
les va a servir para algo.
Pero su poder no les sirve para vencer la muerte, como yo hice. Su poder no les sirve para
no enfermar. Su poder no beneficia a los que sufren. Su poder es su gran mentira y serán
víctimas de ella.
Aún no habéis comprendido la verdad, la verdad que os hará libres.
Vivís en la oscuridad creyendo que os pertenece, cuando en realidad estáis destinados a
ser dioses, hijos perfectos de vuestro Padre, que es también el mío.
Aún no habéis experimentado la plenitud de vivir el auténtico amor, el que yo os
mostré.
Mis energías, las energías crísticas, están entre vosotros para que las utilicéis, y
su correcto uso os conducirá a vuestro verdadero objetivo, la mente.
Sois hijos de la mente y portáis en vosotros, en vuestro interior, el germen de la mente
más poderosa que os podáis imaginar, la de mi Padre.
Y yo os mostré el camino para despertar esa mente, un camino de sacrificio, de renuncia,
de entrega y, sobre todo, de amor.
No lo olvidéis, el amor no lo es todo, es el camino, el método para nacer a la
auténtica mente.
Por el Hijo se llega al Padre. ¿Recordáis mis palabras?
Aún no habéis comprendido nada y os creéis poderosos.
Aún no me conocéis a mí... ¿Cómo vais a comprender quién es vuestro Padre?
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