Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

EL ALEPHEL ALEPH

POR JOSE ROMERO SEGUIN

EL VALOR DE LAS PALABRAS

"Las palabras en el ámbito social sólo son hermosas y necesarias cuando van acompañadas del acto, del compromiso, de la decencia".

Después de leer boletines llenos de palabras, escudriñar documentos llenos de palabras, hojear proyectos de toda índole repletos de palabras, después de asistir a conferencias y mesas redondas en las que las palabras aturden. Después de sentir durante toda la semana en la boca el eco exasperante de tanta palabra vacía, de tanta palabra que no es más que eso, una palabra, grandilocuente, precisa y tal vez preciosa, pero ausente y vacía de toda realidad. Después digo, llega el sábado día 6 y celebramos la Constitución, un brutal esfuerzo de palabras, tal vez la madre de todas las bandadas de palabras que luego han venido a poblar nuestros corazones de ecos que no sabemos a qué voz pertenecen, que son necesarios para convivir pero que no cambian nada la vida. Me temo que los hombres de esta tierra nos hemos llenado de palabras y vaciado de intenciones. Durante la dictadura todo fueron silencios apagados por los chillidos irracionales de los hijos de ordeno y mando. Vinieron luego las consignas de los libertarios, frases cortas y sencillas que iban a la cola de grandes actos, durante este tiempo las palabras contenían el valor exacto del esfuerzo, medían la esperanza con delicadeza, abordaban el futuro con cautela, habitaban el presente con firmeza, entonces las palabras no eran sólo palabras, eran los órganos vitales de una existencia que se prometía compensada entre la palabra y el acto. Pero pronto nos perdimos. Pronto, demasiado pronto, nos atrapó el arte griego del sofisma, y las palabras pasaron a ser meros instrumentos de una pesadilla que se contrapone insolente al noble ejercicio de la utopía. Las palabras son desde entonces elementos apócrifos de la realidad y es que pronto todo adquirió y radicó su valor en palabras, nada se ha hecho desde entonces que no venga precedido de un mar engalanado y engolado en su marea de palabras. Y así poco a poco nos hemos ido internando en un mundo de papeles y palabras que nacen a la vida con la soledad en los ojos y las manos metidas en los bolsillos mientras se pasean por nuestras reglas instituciones, por nuestras humildes casas, por nuestras maltrechas conciencias. Pobres palabras atrapadas en el sueño loco de un pueblo que no sabe distinguir literatura de legislación, que no sabe separar el cuento del relato fehaciente. Que tiene en ellas un arma que esgrimir contra el silencio de la razón y también contra las razones del silencio. Es el nuestro un pueblo que no se conforma con una sola palabra, que quiere tener miles de palabras para pronunciar lo impronunciable, palabras para nombrar la libertad, palabras para nombrar la solidaridad, palabras para gritar lo que se debe callar, palabras para sostener una verdad que es mentira, palabras para ser las víctimas y los verdugos, palabras para explicar nada, palabras que son la culpa y el culpable, palabras para no hacer nada, palabras vacías como cáscaras de una fruta helada putrefacta que hace tiempo perdió su bendita esencia. Palabras que no debieran salir del mundo literario, para qué lo han hecho, que pululan ahora por él vericuetos sociales, políticos y económicos con la altanería de dioses fatuos que convierten en mentira todo cuanto tocan.

Hoy no existimos, palabreamos simplemente, porque ese es el lenguaje que tienen para sí los que como nosotros habitan el planeta palabra de su vacío sueño social. Somos tan sofisticados, tan delicados y sabios, y tan escrupulosos que no nos ha importado, es más, hemos corrido presurosos a crear un espacio de palabras para justificar lo injustificable y diseñar todo aquello que sabemos que es vital pero irrealizable por el simple hecho de que hemos interpuesto entre ellos y nosotros una sutil barrera de palabras que nos defienden de la culpa que cae irremediablemente sobre nosotros y nuestras empobrecidas conciencias.

La palabra sirvió desde siempre para excusarse, pero hoy es la excusa en sí misma. La palabra sirvió para entenderse y fue por ello entendimiento, hoy es sólo una forma más de entender al margen de ese fin y del entendimiento. Las palabras, pobres amigas mías, se suicidan en algún lugar del pensamiento para desfilar convertidas en cadáveres por delante de nuestros voraces labios. Creo sinceramente que ha llegado la hora de mirarnos las manos y retomar el rumbo de los actos, porque las palabras en el ámbito social, sólo son hermosas y necesarias cuando van acompañadas del acto, del compromiso, de la decencia, de la ética, de la responsabilidad, en definitiva del más común de los sentidos, el sentido común.

 

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA