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EDITORIAL
Hijos
de los Dioses |
Somos
Hijos de los Dioses, herederos del Cosmos, semillas plantadas en la
tierra, abonadas, regadas y protegidas a través de los tiempos para que
un día el fruto soñado se haga realidad.
En nuestros genes reside el Poder que nos convertirá en
Dioses, como nuestro padres. En nuestras mentes se
esconde la fuerza que nos hará inmortales, como nuestros padres. En nuestro corazón
reposa la sabiduría que nos hará creadores, como nuestros padres.
Somos un experimento cósmico que pretende la creación de una nueva
raza, de una nueva extirpe que se formará en este planeta y se extenderá a otros mundos
para llevar el mensaje de un Hombre Nuevo, la prueba real, evidente, del nacimiento del
Hombre-Dios.
Somos forjados en el Fuego de Vulcano, para que en nuestras entrañas arda sin consumirse
el fuego eterno que nos convertirá en guerreros.
Somos templados en el Agua de la pureza crística, en la Energía más pura que se
manifiesta como atracción y se vive como relación, como unidad.
Somos impregnados del movimiento permanente del Aire, corriente poderosa, inagotable, que
nos vincula a nuestro origen y nos guía hacia nuestro fin, como río de fuego que expresa
la voluntad del Creador.
Somos dotados del carácter mágico de la Madre Tierra, de su espíritu de sacrificio, de
su entrega sin condiciones, de su capacidad inalterable de resistencia y de su rebeldía
innata.
Somos Hijos de los Dioses, y como tales aspiramos a ser Dioses, anhelamos el poder que se
esconde en nuestros genes y que, de forma inconsciente aún, sabemos que nos pertenece.
Miramos hacia el Cosmos creyéndonos únicos porque en cierta forma lo somos, pero no
porque estemos solos, sino porque somos diferentes, gotas que un día en el tiempo se
desprendieron de los mundos y que aquí, ahora, y juntas, deben fundirse para formar una
raza que tenga de todas, que posea los principios básicos de cualquier vida, de todas las
humanidades.
Vivimos la guerra porque somos guerreros, pero aún nos confundimos de enemigo.
Vivimos a merced de los Elementos porque aún no comprendimos que ellos son nuestros
guardianes, las energías básicas que crean la vida y que esperan a que el hombre la
respete para servirle.
Vivimos el sexo porque no descubrimos la Energía Sexual, fuente de todo, arma poderosa
creadora y destructora, espada de luz que corta los lazos con la materia e imprime alas a
la inmortalidad del espíritu.
Somos pobres porque aún no nos creímos que nuestros padres son Dioses, poderosos, ricos,
sabios, eternos.
Sufrimos el egoísmo, la envidia, el rencor, porque nos empeñamos en ignorar el Amor,
porque no acabamos de aceptar que el futuro sólo se escribe con unidad, unión de todos,
fusión de todos, todos uno con el UNO.
Pero somos Hijos de los Dioses, y eso imprime nuestras esencias de un carácter
inconfundible, sella nuestra esperanza, certifica nuestros anhelos, garantiza hasta la
nimiedad de nuestros errores, su poca y relativa importancia, salvo cuando esas acciones
atentan contra la vida y su sagrada naturaleza.
La redención de la humanidad comienza por el despertar de su dignidad, y su dignidad
está vinculada al reconocimiento de su origen cósmico.
Por eso nos lo ocultan, por eso preservan la ignorancia, por eso no quieren que soñemos,
porque nuestros sueños nos conducen a nuestra verdad, y nuestra verdad nos hará libres,
libres y poderosos, libres y unidos, libres y sabios, libres de ellos.
Somos Hijos de los Dioses. Descubramos a nuestro verdadero Padre, descubramos a nuestra
verdadera Madre, reencontrémonos con nuestra esencia y comencemos a edificar nuestro
futuro.
Nadie ni nada nos puede detener. Nadie tiene poder para hacerlo, nada tiene la fuerza
suficiente.
Los Dioses siguen cuidando sus semillas.
Podemos ser lo que soñemos ser. |
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