EL
ALEPH
POR JOSE ROMERO SEGUIN
ESPAÑA VA BIEN
"Por todo esto digo, que España no va bien, que España va como
siempre, rota y aturdida, como todo aquel que no tiene agallas para enfrentarse a sus
problemas".
Como se repite en el anuncio, el sonsonete de "las muñecas de Famosa se dirigen
al portal", o en las bodas el "vivan los novios", repite el presidente, eso
de "¡España va bien, España va bien!". Pero de verdad vamos bien, o es una
macabra, por no decir, puta broma, del rallado discursear político de nuestro ínclito
presi.
Si España va bien, por qué no desciende el paro que hoy por hoy supera aún con
muchos los dos millones y que afecta tan directa como negativamente a la juventud y por
ende a nuestro futuro.
Por qué aumenta progresivamente la pobreza. Hoy por hoy las cifras son alarmantes. Y
la caridad sigue imperando sobre la solidaridad.
Por qué somos el país europeo donde mayor incidencia tiene el Sida.
Por qué tenemos los impuestos más altos y los servicios más bajos de los países de
nuestro entorno.
Por qué la gobernabilidad del Estado depende de un continuo mercadeo que para nada
ayuda a establecer pautas normales de convivencia entre las distintas Comunidades
Autónomas.
Por qué no nos ponemos de acuerdo ni a la hora de hacer memoria, de forma que se ve
obligado el gobierno a tratar de normalizar por decreto el aprendizaje de las humanidades.
No señor, no, España no va bien por más que se repita monótona y machaconamente esa
frase.
La convergencia que estamos a punto de alcanzar, no es la tierra de promisión donde un
día descansaremos de todas las miserias y esfuerzos que estamos realizando. Es por el
contrario, un circuito económico de alta velocidad que nos va a obligar a mayores
esfuerzos. Es en suma, un club cuya entrada y mantenimiento difícilmente podremos abonar.
Estaremos con la Europa de los ricos, cooperando con ello a acentuar las diferencias entre
los distintos países. En esa Europa de las dos velocidades, unos estarán haciendo la
digestión y otros teniendo hambre. La Europa que estamos forjando, no es sino una nueva
fórmula de colonialismo clasista y ramplón, que busca invadir la economía del conjunto
de países, uniformarla y ponerla a la velocidad que no le corresponde, para así tenerla
siempre a su merced.
Por eso no debemos esperar que la convergencia nos vaya a salvar de nada, es sólo un
accidente más en nuestra historia. Lo que de verdad importa es revisar nuestra situación
interior y adecuarla a la realidad. Hoy caminamos felices hacia el centralismo europeo
maldiciendo el español, y que alguien me explique cómo se puede lograr el uno sin sentir
el otro. La interdependencia no se logra sino aunando voluntades desde abajo. Si Madrid
está lejos, más lejos va a estar Bruselas. Si Madrid nos desoye, cómo va oírnos
Bruselas. Si no nos respetamos cómo vamos a respetar.
Pero realmente le importa a los nacionalistas de uno y otro signo que alguien los oiga,
que alguien les haga caso, o tal vez prefieran la afrenta, el olvido y hasta el desprecio,
y es que han hecho de ese victimismo su mejor coartada política. Deberían eso sí,
entender que no están haciendo sino envenenar la convivencia, pudrir la solidaridad,
equivocar la historia.
Rompamos pues el molde maldito de los nacionalismos, tanto el español, como los
demás, y construyamos un nuevo concepto de Estado en el que quepamos todos. En el que
convivan las lenguas y los pensamientos. Un nuevo concepto de Estado al que debemos dar
tiempo para que elabore la cultura que corresponde a este tiempo y acrisole la historia
que ahora no tiene. No es sano renegar de la historia común. Además a ese periodo de
tiempo por más maldito y oscuro que nos parezca, nadie por más que lo intente, le va a
robar su lugar en la historia y su capacidad de destilar una cultura. Cada tiempo genera
su propia cultura y su historia.
Por todo esto digo, que España no va bien, que España va como siempre, rota y
aturdida, como todo aquel que no tiene agallas para enfrentarse a sus problemas, y está
por ello, condenado a no tener la estabilidad social necesaria.
Tenemos la oportunidad de hacer algo nuevo, algo de un valor diferente, pero nuestros
gestores se dedican a construir el futuro con los restos enjutos y exprimidos de un tiempo
que ya pasó, que ya no tiene remedio y del que sólo podemos obtener un necesario
aprendizaje.
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