-¿Buscamos en tu infancia las raíces de tu conciencia política?uscamos en tu infancia las raíces de tu conciencia política?
-Qué va. Yo era una cría muy normal. A veces la gente piensa que una persona viene
marcada desde la infancia para una actividad, y no es así: la infancia es la infancia, y
en un pueblo pequeño era muy distinta a la de hoy. Era la infancia de los niños jugando
en la calle, de las gomas, de las pelotas, del escondite. Hoy no es así. Hoy mis hijos
van a Piantón a casa de mis padres, y no tienen con quien jugar, no hay niños en los
pueblos. Alucinan cuando les cuento que en aquella época éramos decenas de críos, y
siempre había con quien jugar. Por las noches, como no había televisión, se salía a la
puerta y se hablaba, se estaba con los mayores. Afortunadamente, la televisión llegó a
mi casa cuando yo ya tenía 11 ó 12 años.
-La televisión cambió la vida de muchos españoles por
aquella época.
-Sí. Hoy la gente se encierra mucho más, cada uno en su casa. Pero en cualquier caso
no creo que mi trayectoria política venga de ahí, aunque nunca se sabe; a lo mejor esa
infancia de participar, de compartir, de dialogar, al final te hace ser de una determinada
manera. Quizá el niño que se encierra en su habitación con el ordenador, a lo mejor se
convierte en un determinado tipo de persona en el futuro. Por mi parte, reconozco que
viví un mundo muy feliz en aquella época, menos marcado por la competitividad y mucho
más pensando en la niñez misma.
-¿Tuviste alguna dificultad a la hora de programar tus
estudios por el hecho de ser mujer?
-No, afortunadamente no. Mis padres en ese aspecto siempre nos han dejado mucha
libertad de decisión. En Vegadeo no había bachiller superior, así que a los trece años
me marché a un colegio de monjas, a las Ursulinas en Oviedo. Eso sí me marcó mucho
más. Yo fui interna de los catorce a los diecisiete, y lo que más recuerdo es sobre todo
esa sensación de cierre, de no dejarnos salir, de no poder ver Oviedo más que desde el
Naranco a través de unas ventanas. Luego salí de la atadura del colegio de monjas y
descubrí la Universidad, que por aquel entonces era muy política, había muchísima
reivindicación social. Ahí empezó la participación en asambleas de distrito, el
conocer otros ambientes, el ver por primera vez el sector de extrema derecha...
-¿Empezó ahí a despertar el espíritu de lucha?
-Sí. Primero fue por curiosidad, porque era un mundo desconocido. Yo venía
de un pueblo donde la política estaba fuera de la actividad cotidiana. Casi estaba
prohibida. Yo nací en el 56 y fui a la Universidad casi a finales de los 70. Franco
murió cuando yo estaba en la facultad, o sea que era una época de mucho movimiento. Los
estudiantes nos solidarizábamos con todo. Asturias en general era una región muy
convulsiva. Era muy difícil abstenerse de involucrarse políticamente porque se veían
muchísimas injusticias. El que poseyera un poco de sensibilidad tenía que participar de
una forma u otra, militando o no militando. Ahí empecé: conocí a Alvaro Cuesta y a
través de él entré en el Partido Socialista.
-¿Cómo veían en tu casa esa creciente actividad
política?
-Mis padres estaban un poco asustados. Yo me quedaba a veces en la facultad de noche,
encerrada; no podíamos salir porque los grises nos estaban esperando fuera. Si te
cogían, te daban. Eran momentos muy difíciles, y mis padres estaban un poco preocupados
por estas cosas.
-¿Qué pasó al terminar la carrera?
-Saqué la licenciatura de Derecho y me vine para el pueblo. En un principio
no sabía muy bien hacia dónde iba dirigida mi actividad, no lo tenía muy claro. No me
gustaban las oposiciones ni volver a encerrarme a estudiar más. Prefería ponerme a
trabajar. Al poco tiempo de llegar aquí ya me metí en el ayuntamiento y todo vino casi
rodado.
-Son quince años, cuatro legislaturas, llevando el timón
de Vegadeo. ¿Qué aporta a la sociedad una mujer que lleva tanto tiempo ocupando un cargo
público?
-Yo creo que las mujeres tenemos otra visión, que no sé si es mejor o peor,
pero sí más humana. Estamos acostumbradas a trabajar en casa y por lo tanto a
preocuparnos por todo, incluso de las cosas más pequeñas. No sé otras personas, pero yo
tengo deformación profesional. Cuando marcho de viaje voy pendiente de muchas cosas del
ayuntamiento, desde los contenedores hasta las luces. Valoramos mucho los detalles, cosa
que a nivel local es positivo, porque nos fijamos más en lo cotidiano, en lo diario, en
que la gente esté a gusto.
-Te casaste poco después de llegar a la alcaldía. ¿Cómo
compaginaste la responsabilidad con los cambios que a partir de ahí se produjeron en tu
vida?
-Con mucha ayuda. Me casé en la primera legislatura y tuve a mis hijos muy
seguidos. Claro, el cambio fue muy grande. De repente me encontré con que llegaba a casa
y me esperaba una familia y unos hijos. La labor de mi familia y la paciencia de mi marido
han sido fundamentales.
-Detrás de un hombre hay siempre una gran mujer. Y
viceversa ¿no?
-Sí, un gran compañero, y una gran familia. Si no tuviera ayuda en casa
sería imposible hacer una labor de este tipo. Yo no me dedico profesionalmente a la
alcaldía, soy alcaldesa por hobbie, como quien dice. Trabajo en otra actividad y
al mismo tiempo tengo una familia. Cuando salgo de mi trabajo habitual, en vez de irme
para casa tengo que ir al ayuntamiento a atender otros casos. Termino allí y la cabeza no
la tengo tan ligera como para olvidarme de todo, sino que sigo pensando en problemas
municipales o en problemas personales o en problemas de trabajo. Son muchas horas, y de
alguna manera la cabeza arde todo el santo día. Mis hijos han nacido siendo su madre
alcaldesa, y desde pequeños han asumido que a veces tienen que hacer su maletita y
quedarse con los abuelos. Si no tuviera una familia que me respaldase sería imposible
realizar una labor de este tipo.
-¿Cómo ha sido la relación con tus compañeros de
partido?
-La verdad es que, quizás porque somos pocas mujeres, yo creo que nos tienen
un gran respeto. Lo primero que yo he notado casi siempre ha sido curiosidad. Recuerdo que
en los primeros años de autonomía, cuando yo llegué al ayuntamiento, iba a ver a los
consejeros y salían a los pasillos a verme. En aquel momento éramos tres las primeras
alcaldesas, y existía curiosidad y respeto.
En general siempre me he sentido muy bien acompañada. Casi siempre he sido la única
mujer en las reuniones, y siempre he mantenido una gran amistad con mis compañeros y con
el partido. También es cierto que aquí, al principio, a los hombres -lo típico- les
resultaba difícil el trato con una mujer alcaldesa; les crujía.
-¿Les resultaba difícil tratar con una mujer?
-Les crujía, sí, sobre todo porque era una persona joven, era una mujer y
además era la primera de izquierdas que entraba en una alcaldía. Toda esa mezcolanza
junta es una bomba. Yo de repente era un toro que les resultaba difícil lidiar porque no
me tenían clasificada. Y sí, muchos hombres no venían a verme y me mandaban a sus
mujeres. Cuando negaba algo he llegado a recibir contestaciones como "las mujeres
estáis mejor en la cocina"; entonces abría la puerta y contestaba "cuando
usted se comporte de forma educada, vuelva a entrar".
-Para ti ¿cuáles son los valores más importantes que
tiene que tener una persona?
-No soporto la falta de educación ni la grosería. Creo que hay un mínimo,
por encima de las ideas políticas y por encima de las ideas sociales. Me indigna la falta
de educación a todos los niveles, porque creo que hay unas barreras que no se deben
superar jamás. Tampoco aguanto la hipocresía de la gente, que te den la palmadita en la
espalda y que después te pongan a caldo. Yo prefiero que las cosas se digan a la cara y
que se digan sinceramente. Creo en la lealtad y en la amistad, a pesar de las ideas
políticas distintas.
-¿Como mujer, a qué dirías un no rotundo?
-Más que como mujer, como persona humana, yo diría que no a prostituirse,
pero lo digo en el sentido amplio, de hacer una cosa pensando en lo que puedas sacar de
ella económicamente. Jamás lo consentiría, aunque tuve, como me imagino que todos,
oportunidades para sacar beneficios. Yo era una persona muy inocente en ese sentido. Me
acuerdo que mi padre me decía cuando empezaba en política que me iba a llevar muchos
desengaños. Yo era muy utópica, y creo que mantengo esa utopía en la política, a pesar
de los pesares. Muchas veces hago lo que creo que tengo que hacer a pesar de que sé que
me voy a crear un enemigo.
-¿Qué me dices de las mujeres-florero?
-Me horrorizan, me parecen una vuelta atrás. Cuando ví que Aznar iba
acompañado de su mujer a ver a la infanta Elena... Me parece muy distinto el ejemplo de
Carmen Romero. Se le echaba en cara que a veces no acompañase a su marido en actos
oficiales, pero yo creo que hay que ser respetuoso con esas situaciones. Mi marido jamás
me quiere acompañar, y yo lo entiendo perfectamente, porque él tiene su vida y yo tengo
la mía como alcaldesa. Pero a mí me parece una barbaridad cuando "la mujer
de..." viene acompañando a su marido y se presenta en actos oficiales y encima crea
problemas de protocolo, porque es que encima los crea; que quede en casa con sus
actividades. Yo no veo a los maridos de las ministras acompañándolas en los actos
oficiales en cambio sí veo lo contrario. La mujer no se ha presentado a las elecciones,
la mujer no es presidente, la mujer no es vicepresidente, y por lo tanto yo creo que debe
hacer su vida.
-¿Qué le dirías tú a una mujer joven que se está
formando?
-Le diría que la formación es importantísima. La gente joven tiene ahora
muchas posibilidades. Yo tuve la suerte de que mis padres me pudieron pagar una carrera,
pero muchas de mis compañeras se quedaron a medias.
Las mujeres tenemos que seguir formándonos, presentándonos una y otra vez a esos puestos
que hoy están en manos de los hombres y sobre todo involucrándonos más en la política.
La política no es cosa de hombres. Nosotras tenemos también mucho que decir, porque
tenemos los pies más sobre la tierra, porque conocemos lo que cuesta el pan, lo que
cuesta el autobús, lo que cuesta criar a unos hijos. Esa labor tan importante tiene que
ir acompañada de la posibilidad de ocupar más puestos importantes.
-¿Qué es lo que más te gusta y lo que menos te gusta de
ti?
-La tozudez, que me gusta y a la vez me disgusta. A mí me puede hundir la
misma cosa que me puede salvar. Intento hacer las cosas por las que creo, lucho por ellas
hasta el final y suelo ir sacándolas. También tengo unos prontos terribles, eso lo sabe
más algún cargo político de Oviedo. Cuando estoy con el teléfono me oyen de todo,
luego se me pasa y voy suavizando. Pero lucho, y creo que nunca abandono. Voy agujereando
las paredes hasta que lo logro. Por eso te digo que esa misma tozudez que me lleva a no
ver a veces la realidad, otras veces me ayuda a superar las dificultades y a conseguir ver
la luz.
-Después de todos estos años de actividad política,
¿qué es lo que te gustaría que recordasen de ti?
-Que estoy intentando trabajar por el pueblo de Vegadeo. Me puedo equivocar,
como todo ser humano, nos podemos equivocar al establecer las prioridades, pero hay que
tomar decisiones y yo no puedo pedir opinión a las 5000 personas que viven en Vegadeo.
Creo que al final me gustaría que se dijera que lo intenté, que estuve 15 ó 20 años
luchando por el pueblo, y que unas cosas salieron y otras no.
-¿Un sueño por cumplir?
-El Ferial, creo que va a significar un antes y un después de Vegadeo, estoy
convencida de ello, y por eso llevo luchando quince años.
-¿Qué es el amor para ti?
-Algo esencial, y también la amistad. Yo no los desligo, creo que sin ello
no puedes vivir. Yo tengo amistades en la política, pero también tengo esos amigos de
siempre, que son los que han venido conmigo y los que ponen ese hombro en el que todavía
puedes llorar tranquilamente. Amor y amistad, ambas cosas no se pueden separar.
-¿Y el valor?
-Yo creo que es el no tener miedo a nada. Tener valor es creer tus propias cosas y
luchar por ellas. Yo creo en unas ideas y en una forma de actuar. Podrían decir los
vecinos que si me arrodillara un poquito más delante de ciertas personas a lo mejor se
podía conseguir más, pero yo creo que la dignidad no se debe perder jamás.