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SUPLEMENTO ASTURIAS
- DICIEMBRE 2006
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La
costa de los contrastes
Del mar a la montaña. Desde los agrestes acantilados
a la rasa costera y las playas de arena fina. Desde las huertas a
orillas del mar, a las olas en las que surfear. La costa asturiana se
dibuja en base a mil contrastes.
Foto: Juanjo
Arrojo |
E n
el límite con Santander, donde los mapas sitúan el comienzo de la costa
asturiana por el este, se encuentra la ría de Tina Mayor. Sus aguas son
compartidas por la comunidad cántabra y a su vez dan entrada al paraíso
asturiano. Comienza el recorrido por una costa que no deja de sorprender
y que finaliza al llegar a tierras de Castropol y a las aguas del río
Eo.
La presencia del Cabo Peñas, el punto más septentrional de Asturias, en
el término medio del territorio costero contribuye a que se delimite el
litoral en términos de costa de Occidente, Centro y Oriente. En todas
ellas el mar exhibe una gran variedad de formas y paisajes y por lo
tanto toda una suerte de contrastes. Tal vez el mayor de todos ellos se
debe a la proximidad de la montaña a la costa asturiana. Esto ocurre en
ambas alas del litoral, aunque de forma más pronunciada en el Oriente.
No es fácil encontrar alturas de más de mil metros a tan sólo cuatro
kilómetros de la costa y eso ocurre en la Sierra del Sueve. Y no es el
único caso, la Sierra del Cuera tiene alturas como el Turbina, de 1.315
m. y se halla también muy cercana a la costa. Desde lo alto de su cima
se pueden observar, a un lado, como a tiro de piedra, los majestuosos
Picos de Europa y a otro, a escasa distancia, toda la rasa costera.
El contraste también se hace notorio en las playas. La variedad es
enorme. Las hay pedregosas de cantos rodados, con cierto aire salvaje y
poco frecuentadas, mientras que otras, de arena fina, son objeto de
peregrinación turística. Es el caso de muchas playas del Oriente como La
Franca en Ribadedeva, Niembro, y Buelna en Llanes, la Griega en Colunga,
o Rodiles en Villaviciosa. El Occidente asturiano tiene también arenales
muy destacados como la playa de Aguilar en Muros de Nalón, la del
Silencio en Cudillero, Frexulfe en Navia o Porcía en Tapia de Casariego.
Algunas calas muestran un relieve recogido, ideal para disfrutar de un
baño tranquilo, como la de Monellos, en Coaña. Otras, por el contrario,
extensas y abiertas, son codiciadas por los surfistas que aprecian el
oleaje.
Sin duda el mar Cantábrico ha cincelado caprichosas formas en la costa
asturiana, por eso es posible encontrar cuevas y arcos horadados por la
fuerza del mar en La Nueva, en Llanes, o los conocidos bufones de Buelna,
o Arenillas en Llanes que impresionan al visitante cuando el mar se
halla bravío. También impresionan los altivos acantilados que combinan a
la perfección la verticalidad con la altura. El cabo de Busto en Valdés
es buena muestra de ello, y en Vidió, donde se halla uno de los cabos
más agrestes con un faro del mismo nombre, los acantilados tienen
alrededor de 80 metros de altitud.
El occidente asturiano presenta las playas y calas más agrestes, y
salvajes. Algunas con accesos tan inhóspitos que aseguran al visitante
una tranquilidad absoluta. La riqueza del litoral asturiano también se
deja ver en sus fondos marinos que atraen a los amantes de la pesca
submarina y a los pescadores de caña.
Los asturianos han aprendido a vivir al ritmo de las mareas. Es el caso
de ciudades de renombre, como Gijón que presenta un pasado repleto de
historias marineras, como las que se contaban en el barrio de
Cimadevilla, antaño barrio de pescadores. Su presente de constante
movimiento se dibuja ahora en proyectos tan importantes como lo es la
ampliación del Puerto del Musel, uno de los más importantes de España.
Y a muy poca distancia, otra de las grandes, la ciudad de Avilés. Su
puerto y ría se han aliado fuertemente con la explotación de la
siderurgia dando a su costa una impactante imagen industrial.
En la línea costera, se encuentran también importantes villas como
Llanes, Ribadesella, Candás, Luarca, Navia, o Tapia, entre otras, que no
han olvidado sus raíces marineras aunque sus flotas pesqueras estén en
franco retroceso. Y próximas a las villas se hallan pequeños pueblos
marineros rebosantes de tipismo. Sus casas encaladas, forman calles
estrechas, y muchas de ellas se descuelgan hacia el mar ,como ocurre en
Viavélez, Ortiguera o Lastres.
La costa asturiana presenta también enclaves de gran interés turístico:
como las Cuevas de Tito Bustillo, en Ribadesella. En esta parte de la
costa entra en escena uno de esos ingredientes que aumentan el interés.
El hallazgo de importantes huellas de reptiles del Jurásico le han dado
a esta zona el sobrenombre de 'la costa de los dinosaurios'. El Muja,
Museo del Jurásico, en Colunga, explica detalladamente la presencia de
estos animales en tiempos pasados.
Otros moradores del litoral, esta vez en tiempo presente, son las aves,
incluidas en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas, como el
cormorán moñudo y el paíno, entre otras. Algunas especies como los
treparriscos, prefieren los acantilados. Ellos, como los humanos, han
aprendido a adaptarse a una costa variada, rica en paisajes y accidentes
geográficos. ∆ |
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