ASTURIAS
Entre las
Cumbres y el Mar
No hay paisaje como el de Asturias.
En este escueto territorio, que abarca diferentes alturas, cabe todo lo
que podamos imaginar. Para comprobarlo viajamos a vuelo de pájaro
recorriendo cumbres relucientes coronadas de hielo y nieve, paredes
verticales de impresionante caliza, hoces profundas surcadas por ríos limpísimos; pastores que defienden un modo de vida tradicional integrado
en el siglo XXI...
Nuestro recorrido nos lleva por valles majestuosos, prados interminables
que tapizan todo lo que no es bosque o roca desnuda, lomas plácidas
donde pasta el ganado; bosques frondosos, antiguos, inmensos; aldeas
donde se conservan modos de vida tradicionales, salpicadas de los
colores alegres de las fachadas. Y las gentes, sobre todo, las gentes.
Asturias se levanta sobre los hombros de los hijos de esta tierra,
gentes amables y cercanas, de carácter abierto y conversador; gentes
también recias, fuertes, luchadoras, cuando las circunstancias lo
exigieron.
La huella de la minería ha sido profunda, y se percibe especialmente en
las cuencas del área central, enfocadas ya hacia un futuro prometedor.
Las villas crecen con rapidez, en un entorno muy dinámico y bien
comunicado. Las grandes urbes que forman el triángulo central,
concentran la gestión y la actividad comercial sin descuidar el
equilibrio con los dos brazos, Oriente y Occidente. La riqueza cultural,
así como el patrimonio histórico y artístico, se reparten por todo el
territorio.
Y así llegamos al indomable Cantábrico, el mar bravo de grises
infinitos, que esculpe una costa insólita repartida entre las playas
amables y la verticalidad agresiva de sus acantilados. Las villas
marineras tienen un encanto que los que nos visitan conocen y saben
apreciar con justicia. El mar surte la mesa de excelentes productos, y
la mano de nuestros profesionales de la hostelería hace todo lo demás. Y
eso que de nuestro mar, uno de los más ricos del planeta, conocemos
poco. Frente a las costas de Avilés, una profunda fosa, la tercera del
mundo, nos recuerda lo pequeños que somos frente al mar. El Cantábrico
guarda pues secretos en sus profundidades que de momento, quedan fuera
de nuestro alcance. Y así debe ser, pues siempre es bueno conservar una
parte del misterio.
Esto y más, mucho más, es lo que contiene este pequeño territorio del
norte, reservado para todos aquellos que conservan en su interior la
pasión por la aventura. ∆
|