Hace apenas un año que ha nacido
la Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo. Al frente de este
organismo de solidaridad, Rafael Palacios, tiene ante sí varias metas a
conseguir y una necesidad imperiosa de llevarlas adelante. Defiende las
utopías como realidades alcanzables. Sus palabras destilan convicción
por los cuatro costados y no admite quedarse de brazos cruzados mientras
no exista justicia social./ Texto:
Isabel Muñiz
Ideas,
proyectos, necesidades... muchas son las líneas que quiere desarrollar
Rafael Palacios, y no escatima palabras a la hora de explicarlas. Este
joven profesor de matemáticas es el Portavoz Nacional para el Bloque por
Asturias y dirige desde hace un año la Agencia Asturiana de Cooperación
al Desarrollo. Su experiencia en el ámbito de la cooperación es amplia,
ha colaborado con varias ONG y ha viajado a distintos puntos del
planeta, en especial a la zona de los Balcanes, de la que es buen
conocedor.
-Imagino que para un trabajo como éste es necesario
trabajar siempre con una fuerte motivación.
-Si no se tiene ilusión y ganas de trabajar no hay nada que
hacer, porque aquí hay que pasar las 24 horas los 365 días del año, a
veces estás conviviendo con situaciones difíciles y duras. Además se
necesita mucho trabajo, y para eso es importante tener un buen equipo,
gente con experiencia y comprometida. Nosotros tenemos una
responsabilidad muy grande. Estamos gestionando el dinero de los
asturianos, y cuando estamos fuera también los representamos. Aquí no
vale el "estoy cansado."
-La Agencia Asturiana da este año sus primeros pasos.
¿Cuáles son los objetivos trazados?
-A lo largo de estos cuatro años queremos dotar a la Agencia de
los recursos suficientes, y de la estructura necesaria que le permita
desarrollar un buen trabajo. Una parte fundamental es el contacto
directo en el ámbito de la participación, que los movimientos sociales
estén participando en el diseño político y en la toma de decisiones. En
ese sentido me gustaría recalcar el gran trabajo que está haciendo la
Coordinadora de ONG y el compromiso tan grande que tiene en este ámbito.
Hay una serie de retos que tenemos por delante, como es la Ley de
Cooperación, que por fin Asturias va a tener en esta legislatura.
Estamos intentando poner en marcha el Fondo Asturiano de Cooperación y
Solidaridad, estamos en fase de elaboración del plan asturiano de
derechos humanos, y trabajamos en un código ético que regule qué se debe
hacer y qué no se debe hacer en la cooperación.
La Agencia necesita configurarse, marcarse líneas para el futuro y esto
viene acompañado de las distintas líneas de cooperación y de los
proyectos que tenemos ya en marcha. Nos exige estar en muchos flancos,
requiere el trabajo administrativo, el trabajo de calle y también el de
la cooperación.
-¿Dónde termina la solidaridad y empieza la justicia?
-En los últimos años las palabras perdieron totalmente el valor.
Hay guerras humanitarias, hay bombardeos para liberar a la gente, hay
invasiones y ocupaciones para traer la democracia... Cualquiera puede
hablar de libertad, un demócrata y un dictador. Todo eso pierde valor, y
la palabra solidaridad es una palabra que también quedó vacía de
contenido.
Yo tengo la suerte de conocer a muchísimas personas que dedican un buen
número de horas a esto de una forma totalmente desinteresada; gente que
está apostando fuertemente, ya no sólo que esté jugándose la vida, sino
además dando un paso adelante en este concepto de solidaridad que es dar
y recibir.
La solidaridad es un compromiso voluntario que se hace entre personas
iguales y es un camino de ida y vuelta donde se ponen en valor muchas
cosas, no sólo lo económico sino lo social, lo político, el
conocimiento, la transmisión. Por lo tanto es importante el respeto, la
horizontalidad y el compromiso, y también el entender que sin justicia
social, no va a haber paz en el mundo.
"Si
no somos capaces de que todo el mundo coma, de que se acceda
a la salud, a la educación, si todo eso no lo garantizamos,
¿qué esperamos?, ¿que millones de personas en el mundo estén
sentadas esperando la muerte?" |
-¿Por dónde pasa la solución a los problemas?
-Pasa por otra serie de cuestiones, como el compromiso entre las
naciones, el respeto a las culturas, el poder comprender y ponerse en la
posición de los demás para entender lo que nos pasa. Si no trabajamos
ahí, evidentemente estamos pisoteando la justicia social y seguirá
habiendo guerras y atentados. En el Líbano, en un campamento de
refugiados palestinos en el que vivían quince mil personas en un
kilómetro cuadrado, nos decían "pero ¿qué esperan de nosotros? No
podemos trabajar, no podemos acceder a la salud, a la educación, no
tenemos agua, ni luz. No podemos construir viviendas, no hay trabajo y
nuestros hijos están condenados a este futuro, ¿qué esperan de
nosotros?". Si no somos capaces de que todo el mundo coma, de que se
acceda a la salud, a la educación, si todo eso no lo garantizamos, ¿qué
esperamos?, ¿que millones de personas en el mundo estén sentadas
esperando la muerte? Ese es el problema.
Por lo tanto todo esto pasa por esa justicia social, por una justicia
económica, por transformar los mecanismos de control y las relaciones.
Pasa por muchas cosas que están puestas encima de la mesa, como ese
compromiso de distintos países, entre los cuales está el estado español,
de luchar contra la enfermedad y contra el hambre. Pasa por todo eso.
-En ocasiones discursos como el que realizó en su día
Zapatero ante Naciones Unidas son tachados de idealistas y utópicos.
-La izquierda siempre parece utópica. Supongo que es el mismo
problema que tuvo Leonardo da Vinci o Julio Verne cuando escribió los
libros que después se confirmaron. Las ideas, sobre todo de
transformación y de cambio, de justicia social, siempre resultan
utópicas. Yo insisto que en estos momentos hay los conocimientos y los
recursos económicos suficientes para acabar con el hambre en el mundo, y
eso no son datos que manejen las personas de izquierdas, los utópicos.
Son datos de Naciones Unidas y del Fondo Monetario Internacional.
Sólo con que se respetaran las leyes y los acuerdos internacionales que
están suscritos por muchos países habría unos avances grandísimos. Y eso
no es utópico porque está firmado, a no ser que alguien lo firme
riéndose. Realmente en muchos países hay un compromiso, aparecen
líderes, como el caso de Lula en Brasil, que con todas las dificultades
que tiene y con todas las decepciones que pueda dar, sí muestra una
línea distinta y crea esperanza, y lo que es más importante moviliza a
la gente en los pueblos.
-¿Movilizaciones como las que se produjeron contra la
guerra de Irak?
-Las personas se convierten en actores que obligan y presionan a
los dirigentes, a los presidentes para que caminen en una dirección.
Todo eso está conformando un panorama político distinto y puede que poco
a poco, como pasó aquí, todos los responsables políticos de la ocupación
y la guerra de Irak, todos los responsables políticos de determinadas
cuestiones, vayan desapareciendo de la escena política. Yo tengo esa
esperanza, vamos a ver si lo conseguimos. Ya dimos el primer paso, por
decirlo de alguna forma, en el estado español, y espero que se vaya
confirmando. Sabiendo que eso no significa que hayamos ganado ninguna
batalla pero vamos avanzando. Vamos a ver qué pasa.
-¿Resulta difícil vivir a caballo entre Asturias y los
lugares donde desarrolláis proyectos de cooperación?
-A veces es complicado. Te ayuda a relativizar muchos de los
problemas que tenemos aquí, y también a veces te crea un sentimiento de
rabia que hay que saber canalizar hacia el compromiso, hacia el mayor
esfuerzo y trabajo, porque vives algunas situaciones que no son
tolerables ni entendibles.
Que haya cuatrocientas mil personas viviendo ahora mismo en campamentos
de refugiados palestinos en el Líbano, que no tengan reconocidos los
derechos civiles y sociales, y que la comunidad internacional los tenga
totalmente abandonados, es lo que hace que te conviertas también en un
agente de denuncia.
La verdad es que de algunos viajes vienes bastante fastidiado. Cada
persona, circunstancia y tragedia son distintas, y por lo menos a mí no
se me crea ese callo en el corazón. De todas formas nosotros tenemos la
suerte que tenemos la familia, los amigos y las comodidades esperándote.
"Sin justicia social, no va a
haber paz en el mundo"
-¿Es importante estar allí?
-Vas a los Balcanes y ves que por el hecho de ser musulmanes
mataron a siete mil y los tiraron a una fosa común. Vas a Centroamérica
y ves que los paramilitares asesinaron a sindicalistas, e indígenas por
reclamar sus tierras. Ves cómo en cien metros de distancia hay gente que
lo tiene todo y hay gente que no tiene nada. Por eso es necesario ir y
ver, sobre todo porque esa gente te lo esta reclamando, quieren que
vayas y veas, para que luego tú vengas aquí y transmitas. A veces no
todo consiste en dar dinero. La gente pide apoyo político,
acompañamiento y que trabajemos en el ámbito de la denuncia, porque es
importante. También quieren que vayas porque tienen la necesidad de
mostrar que los fondos que se destinan a cooperación se emplean
realmente en esos proyectos.
Y también es una alegría muy grande ir a muchas partes del mundo viendo
que hay proyectos que están financiados con dinero de la cooperación
asturiana, que hay cooperantes asturianos que llevan años allí dándolo
todo, en el más profundo desconocimiento y anonimato por parte de todo
el mundo. Entonces aprendes mucho, hay cosas muy duras pero también
mucha satisfacción.
-¿De dónde nace la fuerza que transmiten tus palabras?
-Supongo que para una organización como la que yo milito, Bloque
por Asturias, que tiene muy poco tiempo de vida, tener la posibilidad de
estar en las instituciones y estar donde se decide, nos da fuerza,
ilusión y ganas, sobre todo los que tenemos años de pelea en ámbitos
políticos difíciles. Ahora tenemos la oportunidad de poder transformar
las cosas. Tenemos una oportunidad importante que no podemos
desaprovechar.
Además tengo la suerte de estar en un ámbito de gobierno donde se ven
las cosas muy directamente y te permite tomar decisiones rápidas sobre
cosas concretas. A veces es muy desmoralizante, porque hay tragedias
naturales o humanas de dimensiones tremendas. Pero pocas personas en
diferentes lugares haciendo cada una de ellas lo que pueda, pueden
transformar muchísimo más de lo que nos parece. ∆ |