- ¿De qué tipo son los conflictos más habituales en los centros
educativos?
-La mayoría de los centros sufren conflictos de poca gravedad:
problemas entre dos alumnos, mal ambiente dentro de una clase, desacuerdos
con un profesor, malas contestaciones, mal comportamiento, etc. A veces los
centros educativos piensan que la forma de resolver el conflicto es poner
una sanción. Creen que el alumno se va para casa y el tema se acabó, pero la
experiencia demuestra que el alumno vuelve y que el conflicto no se ha
terminado. Por eso empezamos a trabajar desde otra perspectiva, viendo los
conflictos de otra manera.
-¿Cómo?
-De lo que se trata es de establecer el diálogo, y que el alumno
tenga la capacidad de saber escuchar y darse cuenta de que hay otras formas
de resolver los problemas que surgen cuando hay una discusión y cada uno
mantiene su postura. No se trata de que uno gane y otro pierda, sino de
hablar y llegar a acuerdos. De esta manera los alumnos lo entienden. Cada
uno pone algo de su parte para poder convivir.
En este proyecto trabajamos ahora mismo catorce profesores. Hacemos trabajos
con los chicos para fomentar la capacidad de la escucha, la capacidad del
diálogo, el saber perder a veces para poder llegar a acuerdos. Colaboran con
nosotros también monitores de la Cruz Roja y del MPDL y todo eso lo hacemos
en horario extraescolar, por lo tanto los alumnos son voluntarios, ponen
bastante de su parte.
-¿Crees que efectivamente se puede hablar de un aumento de la agresividad
en las aulas, a un nivel general?
-Antes de hablar de un aumento de agresividad yo creo que hay
problemas que vienen de atrás, es decir, nuestros alumnos vienen a las aulas
con un problema familiar en muchos casos, familias desestructuradas, que no
son capaces de encontrarse. Por otra parte, también los profesores a lo
mejor tenemos que cambiar, esa mentalidad de que 'el profesor soy yo y no
voy a ceder nunca', y eso cuesta. La enseñanza ha cambiado de tal manera que
el profesor tiene que ser un poco psicólogo y entender las demandas del
alumno como persona. Hablando claramente, los alumnos, al débil, si pueden
lo machacan, por eso hay que buscar en las clases que todos los alumnos
estén integrados, que no haya ninguno que se sienta fuera del grupo. Este
trabajo hay que hacerlo dentro del aula, y también es verdad que a los
profesores nadie nos prepara para eso.
"No se
trata de que uno gane y otro pierda, sino de hablar y llegar a
acuerdos. De esta manera los alumnos lo entienden. Cada uno pone
algo de su parte para poder convivir" |
-¿Hay más centros en Asturias que estén trabajando en el mismo sentido?
-Hay más centros que están trabajando. Nosotros tenemos una página
web y nos llaman incluso de distintas comunidades para que les digamos cómo
trabajamos. Hay mucha gente ya que está involucrada, con ganas de empezar
porque ven que el resultado es bueno. Es cierto que no hemos hecho ninguna
mediación real, con todos los detalles, sino que las hemos hecho informales
y siempre voluntarias. Lo importante es lograr que el conflicto no estalle,
trabajar el camino intermedio, hablando y que la gente adopte otras
posturas. Los alumnos ven que es otra forma de hacer las cosas y están de
acuerdo.
-Recientemente hemos leído en la prensa el trágico desenlace de un caso
de acoso a un alumno en el País Vasco. ¿Se viven conflictos de esta gravedad
en nuestra región?
-Ha habido centros que han tenido más conflictividad, pero nada tan
grave como este caso. De todas formas, ten en cuenta que nosotros estamos en
un pueblo, los alumnos todavía no están tan maleados, discuten entre ellos
por la mocina, por el profesor. No tienen ese poder adquisitivo tan grande
ni tanta capacidad de relación como los del centro, por lo que es una
conflictividad más suave. Probablemente en las zonas centrales la
conflictividad sea mayor que la que tenemos aquí.
/ C.F.