Texto y foto:
Isabel Muñiz
La fuerza de una idea
A
pesar de los altos niveles de apolitización que hay entre la juventud,
Diana Camafeita es de las que considera que la transformación social
debe buscarse a través de la participación política, tanto en la calle
como en las instituciones. Y de ello da ejemplo. Es militante del
Partido Comunista y durante cuatro años se ocupó de la Concejalía de
Juventud y Mujer en el ayuntamiento de Langreo. La representación de
Izquierda Unida en el Grupo Parlamentario es su segunda experiencia en
el ámbito político institucional.
-Mujer, joven y con responsabilidades políticas
importantes. ¿Cómo se compagina?
-No es fácil. Con veintiocho años no resulta fácil
compatibilizar desarrollar tu vida personal, mantener los estudios,
tener acceso al empleo, etc., con la participación activa en una
organización política. En la vida a todos nos ocurre que en función del
momento te centras más en unas cosas que en otras. En este momento de mi
vida yo le doy prioridad a esto, porque además no tengo
responsabilidades familiares. Es difícil que la gente joven participe en
política, pero para mí es fundamental.
-La juventud española está adormecida. ¿Con qué se la ha
comprado?
-Hay un problema grande. Por un lado creo que están imperando
los valores de la derecha, pero además nuestra generación se ha criado
en esa línea de sálvese quien pueda, porque el nivel de competitividad
que hay en el ámbito formativo y en el laboral no permite tampoco tener
una visión más amplia de lo que pasa. Yo creo que somos de alguna manera
la consecuencia de algo que ya estaba ahí larvándose, y que es el modelo
de sociedad. De todas formas el otro día se publicó una encuesta en la
que la mayor parte de los jóvenes se declaraban de izquierdas. Eso es
alentador en el sentido de que al menos tienen una identificación con
políticas solidarias, aunque no esté muy sustentada ideológicamente.
"El otro día se publicó
una encuesta donde la mayor parte de los jóvenes se declaraban de
izquierdas. Eso es alentador en el sentido de que al menos tienen
una identificación con políticas solidarias, aunque no esté muy
sustentada ideológicamente" |
-Constantemente se habla de desarrollo y calidad de
vida. ¿En función de qué está esa calidad de vida?
-La calidad de vida viene determinada desde mi punto de vista
por que haya mayores condiciones de igualdad entre todos, es decir, la
justicia social. Ni el consumo compulsivo, ni este tipo de sociedad
donde nuestra confortabilidad está sustentada por el hambre de otros,
tiene que ver con la calidad de vida. Es fundamental buscar modelos
sociales que permitan un mayor equilibrio. Es necesario que todos
tengamos unas condiciones de vida similares que nos permitan vivir con
libertad, disfrutar, y tener tiempo libre, y eso implica no tener las
condiciones laborales tan precarias que tenemos, tener acceso a la
cultura, etc.
-Medio mundo busca un trabajo en su país de origen y el
otro medio emigra buscando esa calidad de vida. ¿Para qué sirven las
fronteras?
-Las fronteras en muchos casos, y tal y como estamos viendo que se
están consolidando determinadas políticas en materia de inmigración,
están sirviendo para que el estrecho de Gibraltar se convierta en la
fosa común más grande del mundo. Cada sociedad tiene una definición
territorial determinada; eso es normal, por una identidad cultural
concreta y por criterios de funcionalidad de los Estados. Lo que me
preocupa son los desequilibrios sociales que existen que además están
promovidos por los países del primer mundo.
Lo vimos en la conferencia de Cancún hace dos meses, cómo se ponen las
limitaciones a los países del tercer mundo y luego encima se les pide
que controlen los flujos migratorios. Nadie por voluntad propia se va a
arriesgar a meterse en una patera para morir. Hay que mantener cierto
equilibrio y esto no lo soluciona la dinámica actual, con unas
relaciones internacionales basadas en la violencia, en la fuerza, eso
está claro. Hay que hacer un análisis más amplio de los desequilibrios y
ver por qué se están provocando estos movimientos de población, y a
partir de ahí tomarlos en serio.
-El año 2003 con la catástrofe del Prestige y la guerra
contra Irak, ha obligado a la población a tomar posiciones. ¿Cómo lo
viviste tú?
-Hombre, todos esperábamos que esa especie de movilización
general que se vivió tuviera una serie de consecuencias de cambio de
rumbo del país. Las cosas son como son y los resultados fueron los que
fueron, pero la esperanza está ahí. Yo valoro muy positivamente que
hubiera una movilización tan grande respecto a una guerra contra un
pueblo a miles de kilómetros de aquí. Supone un salto cualitativo
tremendo respecto a lo que teníamos en años anteriores que pasamos otras
guerras, como la de Yugoslavia o la del 91 de Irak.
Es muy interesante que la gente se dé cuenta de las contradicciones
sociales que hay. Otra cosa es que la gente, una vez que se inicia la
guerra o cuando se ven las consecuencias de la catástrofe del Prestige,
tiene la sensación de que sirve de poco. Eso es lo que produce cierta
apatía, el divorcio entre los gobernantes y los ciudadanos, pero la
democracia se consigue en esa línea de trabajo de crítica, de reflexión,
de movilización, los derechos no se nos vinieron dados.
Por eso nosotros nos consideramos un movimiento político y social,
porque entendemos que es importante estar en las instituciones y también
es esencial trabajar en la parte de la movilización social.
"Encontramos en Irak a niñas de nueve
años que habían desarrollado cáncer de mama.
Esos efectos los provocó el bombardeo de la guerra del 91 con uranio
empobrecido."
-¿Es importante para un político tener experiencias,
viajar...?
-Yo el año pasado hice dos viajes que me marcaron de una forma
tremenda. Uno a Irak, en diciembre, para pasar la nochevieja, justo en
la época de preguerra; y otro al Sáhara, y eso te permite ver otras
realidades. Es fundamental conocer la comunidad autónoma, pero también
es fundamental traspasar fronteras. No es fácil, porque mucha gente no
tiene posibilidades pero sí te permite conocer otras realidades.
-¿Qué te supuso haber visitado Irak?
-Estábamos en una época en la que muchas personas veíamos la
necesidad de viajar y conocer lo que había allí. Nos llamó mucho la
atención con qué normalidad la gente vivió diez años de un embargo que
supuso carencias tremendas, con que normalidad vivían en la zona de
Basora los efectos del uranio empobrecido. Encontramos a niñas de nueve
años que habían desarrollado cáncer de mama. Esos efectos los provocó el
bombardeo de la guerra del 91 con uranio empobrecido. Eso te hace pensar
que el objetivo de la guerra en Irak va más allá del tema de Saddam
Hussein, hacia el control de los recursos naturales de la zona. Irak es
un área estratégica fundamental en Oriente Medio, de cara a las
relaciones futuras con China o con Rusia.
Y ante esa realidad tremenda la gente vivió con mucha dignidad el
bloqueo. Nos acogieron de una forma tremendamente hospitalaria. Eso no
lo puede negar nadie que haya estado en Irak.
-¿Qué te trajiste de allí a nivel personal?
-Fue una experiencia única. Ibamos todos con las neurosis
propias del primer mundo, pensando que nuestros problemas son los
mayores del mundo y te das cuenta que hay otras realidades.
"Aunque es difícil que la
gente joven participe en política, también es fundamental" |
-Viendo esa realidad ¿qué se siente?
-Te das cuenta de que, desde nuestro punto de vista, el mundo va
por el rumbo equivocado. Es verdad que estamos en un momento difícil,
tenemos un nivel de representación en la Junta muy pequeñín respecto al
resto de los grupos parlamentarios. Pero somos una fuerza que tiene
interés en crecer y crecer porque cree que no es sostenible esta
dinámica. Va a costar cambiarla, pero yo no creo que esto sólo sea
patrimonio de esta organización política, sino de mucha gente que está
descontenta respecto a esta línea que llevamos. Todavía no cristalizó,
pero ahí están las plataformas antiglobalización como una experiencia
que está todavía germinando y que puede ir adelante. Es verdad que a
veces vivimos en una constante contradicción y también es verdad que
parece que no avanzas lo suficiente, pero hay que seguir ahí.
-¿Qué significa para ti ser comunista?
-No te voy a decir una definición teórica. Ser comunista para mí
es partir de un criterio fundamental para que una sociedad sea justa: la
igualdad de todos los seres humanos, hombres y mujeres. Igualdad no sólo
en el acceso a los recursos sino igualdad material, porque eso es el
único elemento que puede garantizar la libertad.
Además tenemos la obligación los comunistas, los rojos, en el sentido
más amplio lo digo, de ser muy didácticos y poner a cada uno en su
sitio, porque parece ser que aquí algunos que ganaron la guerra intentan
reinventar la historia y muestran a los comunistas de manera que sólo
nos faltan los cuernos. Y hay que poner en valor el papel de muchos
hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas y su juventud para
conseguir un mundo más justo. En ese camino hay que seguir andando.
-¿Esa llama, ese espíritu de dónde salió?
-Hombre yo tengo ahí a mi abuelo que murió hace dos años. Y en
la época de mi infancia vivía en un pueblo pequeño de Langreo, en Pando,
donde estaba todo muy bien definido. Eran momentos de fervor ideológico,
los primeros años de la democracia, y eso se mama. Yo agradezco a mis
padres que hayan creído en la escuela pública, eso te permite también
estar con niños y niñas de toda condición. Para todo, para lo bueno o
para lo malo, vivir en la cuenca minera te marca.
-¿Cómo ha influido en tu carácter?
-Me marcó pasar allí la infancia, sobre todo porque mi
generación vivió todo lo que fue el repliegue de las minas, de la
industria, de la mal llamada reconversión, que no se puede llamar así
porque al final lo que quedó fue un desmantelamiento del sistema
industrial y minero de las cuencas y eso por supuesto que marca. Además
sabes que tenemos un carácter muy determinado, porque es una de las
zonas de España en general y de Asturias en particular donde hay todavía
una conciencia crítica muy consolidada y un sentido de la solidaridad
muy desarrollado. Un ejemplo son las movilizaciones de Duro Felguera. ∆
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