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SUPLEMENTO ASTURIAS   -  DICIEMBRE 2004

Repensar Asturias
inventar el futuro

Juan Méjica
Foto: Fusión


 Asturias, naturaleza muerta delante de una ventana cerrada

Por Juan Méjica

Yo soy de los que piensan que el progreso de un país depende de sus gentes, de su formación y, sobre todo, de la actitud ante el trabajo; los recursos naturales o financieros son también necesarios, pero no son la clave exclusiva de la prosperidad. Y si algo debemos cultivar aquí en Asturias es el encanto de la diferencia, y, para ello, igualmente, nos hacen falta tanto recursos como actitudes. Son los hombres y las mujeres los que hacen ricas a las regiones, a las comarcas, a los pueblos, los que fomentan el desarrollo a través de sus iniciativas, los que estimulan el empleo y la actividad social, cultural o económica; y si alguna tarea relevante queda a los políticos desde los programas de desarrollo es la de detectar, estimular, incentivar, apoyar y animar a los emprendedores, dejarse seducir por el encanto de la innovación y apasionarse con ellos por sus proyectos, por muy extraños que nos parezcan... como si nos proponen Creaciones para el Paraíso Natural. Para Asturias, frisos de manos trabajadoras, bosques de buenas ideas y olas de inconformismo e iniciativas; urge avanzar más en sentido contrario.
Con este espíritu tenemos hoy que afrontar las dificultades del tiempo presente. La recuperación de la prosperidad regional depende de cada uno de nosotros, de nuestra decisión de afrontar el futuro con resuelta voluntad de conquistarlo, de la superación de las incertidumbres y de una decidida voluntad de hacer que permita a Asturias levantarse de su postración. Por eso creo firmemente en el futuro de nuestra región, porque confío en la capacidad de los asturianos para estudiar, para formarse, para trabajar, y para crear empresa. Somos más de dos millones de manos empujando anhelosamente hacia el futuro.
Todas las iniciativas son valiosas. Unas saldrán adelante y otras no, como sucede siempre, pero es necesario que haya muchas y plurales ideas, y energía suficiente en su defensa, para que algunas de ellas lleguen a consolidarse. Cualquier gran empresa fue en sus inicios no más que un esperanzado proyecto.
Con todo, el punto de encuentro de un pueblo es siempre su cultura, su memoria, sus tradiciones, sus rasgos de identidad. Por eso, cuanto contribuya a reforzar la tradición ayuda al mismo tiempo al progreso, pues reafirma el sentimiento de comunidad y de poner en una misma suma lo que todos hacen. "Cultivar el espíritu y formar el corazón de los hombres -señalaba ya Jovellanos- es el más grande de los fines".
En su día, ninguno de los edificios fabriles ni comerciales fue levantado como tributo a la melancolía ni a la renuncia, sino como autoafirmación valiente y creadora. Cuando tras siglos de desesperación la Asturias industrial fue inaugurada, algunos prohombres se arriesgaron a inversiones e innovaciones que el tiempo hoy nos las hace imaginar imprescindibles. ¿No somos ya capaces de algo semejante?. ¿No habrá hoy en Asturias, una región antes tan pujante, emprendedores que puedan proponer otros modelos de desarrollo, armoniosamente integrados en su medio inigualable, dignos de trasladarse a las generaciones sucesivas por su audacia y las peculiaridades de su propuesta?. Si la respuesta es negativa, si ya no nos atrevemos más que a buscar subvenciones pero no al desafío innovador, eso quiere decir que hemos perdido muchos más que un modelo: hemos perdido la voluntad de hacer empresa y seguir siendo dignos así de la tradición que heredamos. Entonces aún veremos que la llama se habrá apagado definitivamente.
Afortunadamente, el contrato entre la tierra y el hombre no se ha roto. La fidelidad a los orígenes y el amor a la tierra pequeña (todos los asturianos tenemos un contrato indefinido con Asturias), me conduce a la conclusión de que sólo ganará el esfuerzo común de todos los asturianos, y de que es necesario el equilibrio entre previsión e imaginación y de capacidad de gestión.
Hay que inventar, pues, algo distinto, más allá de la mera oferta de contemplación del paisaje, el montañismo, la tranquilidad, la vivencia ecológica y la degustación de comida regional; es obvio que sólo nos salvará la imaginación y el riesgo. Porque mientras el sol continúe elevándose para desvanecer la incuria de tantos años de indolencia, lo que la nueva luz que brille sobre nuestra tierra debe mostrarnos es un pueblo diligentemente empeñado en crear una vida mejor.
Y somos los asturianos los que tenemos que luchar por nuestra región sin miedo a fracasar; sólo se fracasa si no se intenta, toda vez que el futuro no se prevé sino que se inventa. La conquista del futuro, ese continente de posibilidades que viene hacia nosotros, es lo realmente importante. Y si no tengo la responsabilidad del poder, tendré la de intentar corregir el rumbo de quien la tenga, y también la obligación de mostrarle lo que yo también sé que nos puede convenir a todos.
Es Asturias Paraíso pues, un proyecto cargado de ilusión y, si se quiere, de utopía, que debería animar a ver un futuro esperanzador y a, después de soñar, crecerse y luchar por hacerlo realidad; uno es del tamaño de lo que sueña.
Asturiano, busca ya tu vaquita y tírala por el barranco... Lloró, se levantó; echose a andar... ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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