Inició el año 2003 en Irak, en compañía de sus compañeros de partido
y sus anfitriones irakíes. Su segundo viaje a este país fue quince días
antes de iniciarse el conflicto bélico. La experiencia le ha permitido
ver el mundo desde otra perspectiva.
Texto: Isabel Muñiz / Foto: I.G.
Aunque
en su carnet de identidad figura como María Teresa, todos la conocen por
Telly, una asturiana de espíritu viajero y firmes convicciones.
Su inquietud por el medio ambiente la llevó a conectar con la política.
Fue concejala en Ibiza durante tres años hasta que le pidieron que se
incorporara al equipo personal de Julio Anguita. Ahora ha preferido
regresar a su tierra, Asturias, y a su casa en Muros del Nalón.
-A nivel personal ¿qué fue lo que más te impactó del
viaje a Irak?
-Hay percepciones a nivel de piel que son fuertes. Llegas allí y
ellos confían plenamente en ti. Te abren todo, te abren sus puertas, y
yo creo que van más allá, te abren sus corazones.
La primera reflexión cuando vas a estos países, es que tienes que
olvidarte de los estereotipos que traes contigo, porque sus valores son
otros. Tienen, por ejemplo, el valor de la familia, y también otros que
cuando yo era niña en nuestro país estaban mucho más arraigados. No
puedes juzgar sus cosas de la misma manera que lo hacemos para nosotros.
Tienen otras formas de vida, y yo creo que son capaces por sí mismos de
llegar muy lejos.
-¿Te sorprendió lo que encontraste en Irak?
-Sí, porque con la desinformación que tenemos en este supuesto
primer mundo, esperaba ver un pueblo mucho más empobrecido, con menos
capacidades. No nos olvidemos de que cuando nosotros llegamos allí, Irak
llevaba doce años de embargo, viviendo en unas situaciones penosas, sin
embargo te podías encontrar con un Departamento de Español en la
Universidad de Bagdad con dos mil alumnos, hablando un español
increíble, casi perfecto. A pesar de ese embargo habían sido capaces de
formar a su gente por sí misma, y aunque seguro que les faltaban muchas
vitaminas y proteínas, eran capaces de mantenerse, y eso teniendo en
cuenta que debido al uso del uranio empobrecido en la guerra del Golfo
por parte de los Estados Unidos, el pueblo irakí estaba padeciendo
excesivas enfermedades. Aún así eran capaces de afrontar con una
dignidad increíble una situación que de forma impune les estábamos
obligando a vivir. Entonces, chapeau por el pueblo iraquí a pesar de sus
dirigentes.
"La utopía es una máxima
de la izquierda, y debe estar presente como para el católico la
oración de la mañana" |
-Antes de Irak viajaste a los campamentos palestinos
situados en el Líbano. ¿Qué te ha dado esa experiencia?
-Yo creo que las mujeres somos más fuertes, intelectual y
emotivamente de lo que se nos adjudica habitualmente, pero a pesar de
eso cuando entras a vivir una realidad y no te lavas las manos, sino que
te bañas en ella, las sensaciones son muy fuertes. En los campamentos
palestinos en el Líbano, tienen una realidad muy penosa. En un kilómetro
cuadrado se están hacinando a lo mejor treinta mil personas. Como no hay
más espacio las casas crecen hacia arriba sin apenas separación entre
ellas. Eso significa que no hay ventanas, que no hay ventilación. Y a
pesar de ser gente preparada no les permiten realizar trabajos para los
que están cualificados. El máximo grado al que les permiten llegar a ser
es camarero, barrendero.
Una de las cosas más sorprendentes fue encontrarme con una mujer
palestina de veintinueve años, madre de cuatro hijos, que quería volver
a sus raíces, a las casas de sus abuelos.
Decía que ella no tenía ningún inconveniente en vivir con los israelíes
con los mismos derechos y obligaciones que ellos, tratados en igualdad
de condiciones. Y me sorprendió aún más que me dijera, que ella no tenía
ningún problema en cambiarle incluso el nombre a su país. Que lo que
está por encima de todo es que hay que vivir en paz y con derechos, y es
lo que solicitaba. Lo que realmente le preocupaba es que no tenía
suficiente dinero para que sus hijos y sus sobrinos que vivían con ella
allí, pudieran estudiar lo suficiente. Quería darles una formación para
que pudieran volver y fueran válidos para su pueblo. Esta visión te
descoloca muchas cosas.
-¿Qué le falta a la mente de la mujer europea, a su
pensamiento?
-A nosotras casi nos obligan a parecernos a los hombres para
ocupar espacios de ellos. Creo que nosotras tenemos que incorporarnos a
esos mundos con nuestros propios valores. Por ejemplo, nosotras no somos
competitivas, aportamos otras cosas que tienen un valor que es superior
a la competitividad. Yo comparto la opinión de una persona que me decía
que las mujeres tenemos siempre como un gran angular, y podemos
ocuparnos de varias cuestiones a la vez. Ellos tienen orejeras y yo creo
que deberían aprender de nuestro gran angular. Además me da miedo que
las mujeres en este primer mundo nos olvidemos de los valores que nos
permitirían acercarnos mucho más a esas otras mujeres, que no han
perdido esos valores, que tienen que luchar desde posiciones mucho más
duras para ellas, y que sin embargo tienen como un valor en sí, su
característica femenina.
Me da mucho miedo incorporarme totalmente al mundo de ellos, tengo la
sensación de que en nuestra lucha por llegar a eso, incorporamos valores
que no son útiles para nada.
"Me da mucho miedo incorporarme totalmente al mundo de los
hombres. Tengo la sensación de que en nuestra lucha por llegar a eso,
incorporamos valores que no son útiles para nada"
-En lo que ha sido tu trayectoria personal y profesional
¿te has sentido presionada por el hecho de ser mujer?
-Bueno, la verdad es que yo me tengo por una persona fuerte y
creo que tuve la suerte de acertar donde me quería acercar también. Uno
de los valores de la izquierda es la igualdad, y no he tenido especiales
problemas.
-¿Cómo vives la política?
-Estoy en la política porque quiero y además la defiendo como un
valor y un servicio a la sociedad. Y entiendo que por los distintos
cargos políticos debería pasar todo el mundo. No puede ser que por
cuatro mangantes, algo que sea bueno y que además debería ser un valor
en alza, esté tan desprestigiado. Yo llevo desde el año 89 trabajando en
esta organización política desde los distintos márgenes que me son
establecidos, intentando que se recupere ese valor de la política. Son
horas de esfuerzo, de discusiones y de puesta en común con la gente para
saber que es lo más adecuado.
A mí cuando hablan de la clase política se me pone la piel de gallina,
porque somos igual que los demás, sólo que en una época de nuestra vida
queremos trabajar por el colectivo.
-¿Conservas algo de utopía o eres tremendamente
realista?
-Yo creo que la utopía es una máxima de la izquierda y debe
estar presente como para el católico la oración de la mañana. No es lo
inalcanzable, sino aquello que no se está realizando porque no quieren
realizarlo, pero que hay mecanismos para hacerlo. Por ejemplo, evitar el
hambre del mundo. Eso es una utopía que debería estar en la mente de
todos, pero los poderes fácticos económicos no quieren caer en ello. Esa
utopía se puede superar.
"Las mujeres tenemos
siempre como un gran angular, y podemos ocuparnos de varias
cuestiones a la vez. Ellos tienen orejeras y yo creo que deberían
aprender de nuestro gran angular" |
-Por tus palabras se adivina que eres una persona
pasional, que las cuestiones que percibes no te dejan indiferente.
-No, y estos días me tiene la conciencia muy removida otra
cuestión. Conozco Irak bajo el peso de doce años de embargo, y me
parecen una frivolidad y un insulto al pueblo los comentarios que hizo
Aznar en ese sentido, cuando decía que "Sadam Hussein está rico y tiene
con hambre al pueblo".
Irak tenía petróleo, pero no les estaban permitiendo venderlo. Tampoco
cumplieron la parte del contrato que tenían con ellos. Y ahora que lo va
a gestionar EE.UU. levantan el embargo para que saque todo el petróleo
que quiera. Me parece tan de sinvergüenzas esquilmar de esa manera a un
pueblo, que no lo puedo remediar, me tiene encendida, me tiene
envenenada.
Y además la frivolidad y el insulto con que nos trata el Presidente del
Gobierno. Lo que pasa es que la gente no tiene memoria. Esa es una de
las cosas que llevo con menos resignación.
-Tu trabajo es tu vida. Estás muy implicada.
-Las cosas en las que crees las llevas a flor de piel, entonces
tampoco quiero poner esas fronteras. Yo tengo una vida personal en la
que de alguna manera esas cosas entran, porque es mi forma de pensar y
mi forma de sentir y traslado a mis núcleos todo eso. Tengo muchos y
grandes amigos, y en mi entorno de amistades, y creo que tampoco me
comprenderían de otra forma. Telly es así, y lo vive de esa manera.
-¿Te gusta asumir riesgos en tu vida?
-No los busco gratuitamente. Creo que se pueden resolver las
cosas sin llegar a situaciones límite, pero no tengo miedos en ese
aspecto. Cuando alguien asume hacer un trabajo en la función política,
la coherencia en ocasiones te obliga a colocarte en situaciones que van
mas allá. Y yo nunca doy un paso atrás, ni para tomar impulso.
-Durante el tiempo que pasaste en Madrid formaste parte
del equipo personal de Julio Anguita, ¿cómo se trabaja a su lado?
-A pesar de lo que parece con Julio Anguita no es difícil
trabajar. Es un hombre capaz de generar equipos, que tiene en cuenta lo
que piensa su entorno y siempre hace las cosas consultando en ese
aspecto. De todas formas esos tres años para mí fueron de un esfuerzo
fuerte. Y a nivel personal esos desgastes sólo estoy dispuesta a
hacerlos cuando veo un final. Yo asumí estar de la quinta a la sexta
asamblea en Madrid, y cuando Gaspar Llamazares me preguntó si
continuaba, le dije que más no, porque creo que dejas de tener bastante
vida propia y nosotras podemos seguir siendo quienes somos gracias a que
sabemos combinar.
-Has estado de aquí para allá ¿te sientes una vida
viajera?
-Sí, yo me baño en la vida. Soy incapaz de ver un río, a menos
que esté helado, y limitarme a lavarme las manos. Y eso en ocasiones
depende de lo que se acerque a vivir cerca de ti, de tu entorno. No es
sólo donde te mueves tú, tú llevas un movimiento pero lo del entorno
también es variable, y eso significa que hoy aquí, mañana, ya veremos.
Intento tener una coherencia en lo que voy haciendo. Sé que tengo muchas
limitaciones, lo que sí intento es irme a dormir con la sensación de que
yo he procurado llegar al máximo en lo que podía dar.
Eso también me ayuda a marcharme de los sitios, porque no tenía la
responsabilidad de cambiar el mundo, sino sólo la responsabilidad de
contribuir a cambiarlo. ∆ |