RECONOCER LO NUESTRO
Texto y foto: Lupercio González
La
idea de este Club empezó siendo un proyecto experimental de seis meses,
pero la buena gestión y sus resultados lo han consolidado como un foro
importante dentro del panorama cultural asturiano.
Lisardo siempre ha estado muy vinculado al mundo de la música. En su
etapa universitaria fue presidente del Coro Universitario, que tuvo una
repercusión tanto a nivel nacional como internacional. Por su
vinculación con la música tradicional, y junto con otras personas, creó
la discográfica Fonoastur, con más de ciento veinte discos editados.
También forma parte de un grupo bastante activo dentro de la cultura
asturiana, como es la Fundación Beleno.
-¿Eres asturiano o te sientes asturiano?
-Soy asturiano y me siento profundamente asturiano. Para mí es
algo inseparable. Yo procedo de Laviana, una zona de la cuenca minera,
en donde el habla, el asturiano, siempre fue algo muy fluido. Es una
parte de Asturias que tiene una parte muy importante de minería pero que
también tiene un mundo rural. No hay que olvidar que Laviana era el
último concejo minero del Valle del Nalón, y allí era muy frecuente la
figura del minero agricultor, el minero ganadero, razón por la cual las
huelgas siempre duraron mucho en Asturias, porque la gente al tener una
pata en el campo y la otra en la mina, permitía que el obrero pudiera
tener subsistencia propia y aguantar más.
"Los pocos
que intentaron hacer una literatura en asturiano, fueron sometidos
a una crítica fuerte, y sobre todo, a la ironía" |
-¿Existe un reconocimiento serio de la cultura
asturiana?
-Creo que existen reconocimientos oficiales escasos, sin embargo
hay cada vez más reconocimientos sociales. Tengo la impresión de que hay
una generación, la nuestra en parte y las que nos siguieron mucho más,
que se sintieron identificados con la tierra, y que apostaron por
dignificarla y hacer evolucionar en el mundo actual lo que habíamos
recibido como tradición. Nuestra generación quiso demostrar que no hay
oposición entre tradición y modernidad. Y ahora existe toda una
generación en música, en literatura, en cine, en pintura, que es
importante. Citaría como pequeño ejemplo a Xuan Bello y su Historia
Universal de Paniceiros; Hevia y el enorme éxito de sus discos como
gaitero. Y no sólo es Hevia, hay muchos grupos haciendo cosas muy
buenas, como los hermanos Tejedor, que presentaron recientemente su
último disco; el grupo Felpeyu, Llan de Cubel... en fin, gente que tiene
un reconocimiento internacional. Quitando a Hevia, que es un fenómeno
diferente en cuanto a potencialidades intrínsecas, Felpeyu es un grupo
que viaja a Australia como quien va a Colloto a tocar, es decir, hace
giras de dos y tres meses. Llan de Cubel, otro tanto en Estados Unidos y
Xuan Bello está traducido al español y en breve lo van a traducir al
francés. Esto es algo que no se puede negar.
-¿Qué le falta entonces al asturiano?
-Hay una cosa que está clara: durante muchísimo tiempo lo
institucional, las élites que realmente creaban opinión y eran punto de
referencia, veían lo asturiano con cierto complejo, con cierta lejanía,
como algo pueblerino, algo a lo que no renunciaron siempre y cuando no
estuviera muy presente. Así las élites crearon un cierto complejo.
¿Qué ocurre? Que los pocos que intentaron hacer una literatura en
asturiano, fueron sometidos a una crítica fuerte, y sobre todo, a la
ironía. Hablo de sus antecedentes a principios del siglo XX. Está el
estereotipo, por ejemplo, del asturiano que sirvió para hacer chistes.
Detrás de ello existía una lengua que estaba básicamente relegada al
mundo rural, que en aquel momento no había sido capaz de transcender
hacia un lenguaje más urbano. Renunciar a ella significaba renunciar a
la tierra, a la vaca, al patrimonio, a tus condiciones. Frente a eso
estaba la modernidad, la industrialización, lo que nos venía de fuera.
En esa época, el asturiano económicamente potente se siente muy grandón:
"Soy el mejor". Ese orgullo vacuo y un poco faltón yo creo que cambió,
no tiene ningún peso en las nuevas generaciones, pero sin embargo pesa
en la conciencia colectiva.
-¿Quizás hay miedo a reconocer el carácter propio?
-Una de nuestras virtudes es que somos un pueblo muy solidario,
y que es capaz de embarcarse en las aventuras más extraordinarias, sin
embargo nos cuesta trabajo identificarnos con nosotros mismos y
reivindicar lo propio. En los últimos treinta años surgió una generación
que reivindicaba una cultura propia, luego surgió otra fase en la que
eso empezó a molestar; ahora creo que estamos en una tercera fase, muy
peligrosa, porque quienes podían haber asumido como un bien colectivo
todas estas cosas de las que hablamos, las consideró como algo de lo que
realmente quería huir. A quienes las defendían se les trató primero de
juzgar, pero como no sirvió, inmediatamente les acusaron de lo
contrario, de ser nacionalistas. "Se empieza por asturiano y se termina
con metralletas", se decía.
-¿Qué ocurrió entonces?
-Pues que realmente claudicaron ante la posibilidad de utilizar
eso como un bien común. En veinticinco años se avanzó muy poco, hubo
cantidad de problemas, sin embargo como cabezones asturianos, se siguió
trabajando en todos estos campos que ahora se empiezan a reconocer, pero
no se llegó aún a reconocer este movimiento, que además, en un sentido
cultural amplio, es el único de importancia que hubo en el siglo XX en
Asturias. El movimiento asturianista, en los últimos veinticinco años
del siglo pasado, imprimió un movimiento de tecnificación lingüística y
un movimiento literario diferente en toda nuestra lengua, además de un
movimiento musical y un movimiento de defensa del patrimonio. A mí me
parece que es algo serio, y es extraordinariamente raro que las
instituciones públicas no hayan sido capaces de asumir esto como un
hecho real.
"Una de
nuestras virtudes es que somos un pueblo muy solidario, sin
embargo nos cuesta trabajo identificarnos con nosotros mismos y
reivindicar lo propio" |
-Se dice que la democracia no es el gobierno de la
mayoría sino, que es el respeto de las minorías.
-Es que estamos hablando de respeto en derechos civiles. De una
manera universal. ¿Cómo es posible que los chiquillos en Asturias no
puedan acceder en los colegios, por ejemplo, al aprendizaje de la lengua
asturiana? Es un derecho, y además, es voluntario, porque nadie pide
ninguna imposición, ni ninguna inversión lingüística, como se dice en
otros lados. ¿Por qué los nombres en las carreteras, en los pueblos, en
las ciudades, o en los medios de comunicación, no se ponen también en
asturiano? Estas preguntas alguien las tiene que responder. No nos vale
que nos digan a estas alturas que no hay demanda social. ¿Es que hay
demanda social para declarar oficial el lenguaje gestual para los
sordomudos? A mí me parece perfecto que las personas incapacitadas
puedan tener un traductor, pero, ¿hay demanda social para que eso sea
oficial en Asturias? Creo que hay cosas que no tienen un sentido
razonable a estas alturas de la evolución social y cultural de esta
tierra.
-El asturiano que quiera triunfar o ser reconocido en su
tierra, ¿tiene que salir fuera de ella para conseguirlo?
-Algo de eso hay. Aunque internamente algo se mueve, creo que
esta tierra sufre ese complejo de inferioridad. Yo he tenido algunas
experiencias en ese sentido. Recuerdo mi etapa en el coro universitario,
a finales de los años setenta, antes de la transición y en plena
transición; donde moverse era dificilísimo. Nosotros hicimos giras por
Estados Unidos, por Méjico, por París. Teníamos una buena proyección
internacional. En los últimos años que estuvimos cantando, hacíamos una
media de cuarenta o cincuenta conciertos en Asturias. Evidentemente
hacíamos la misma música aquí que en Nueva York, pero hasta que no
empezamos a tener un eco externo, al coro aquí no se le consideraba.
Eso, en general es muy español, pero en Asturias se agudiza enormemente.
José Angel Hevia era un gaitero que todo el mundo sabía que era
extraordinario, porque había ganado todo lo que se podía ganar como
gaitero. Todos los concursos se los llevaba de calle. Sin embargo se
ganó envidias y más bien enemigos. Cuando triunfó a nivel internacional
algún enemigo más ganó y también envidia, pero ya más bien envidia sana.
Yo creo que el asturiano muchas veces toma conciencia de lo que tiene
cuando viaja. El alejamiento provoca cosas, como la nostalgia, y se
mitifica cuando es muy prolongado. Cuando se vuelve tiene la posibilidad
de contrastar y revalorizar realmente lo propio. Se trata de buscar un
punto de equilibrio entre nuestro carácter expansivo y esa inseguridad
que da la introversión.
-¿Cómo sería la Asturias de tus sueños?
-Bueno, tampoco hace falta imaginar mucho, al menos eso me
parece. Me gustaría primero, que conserváramos esta capacidad de
ilusionarnos por conceptos y proyectos globales. Vivimos en un mundo
global, pero me gustaría que fuéramos cada vez más nosotros mismos.
Evolucionar viendo el origen. Creo que es muy importante tener
sentimiento de lo propio. Si Asturias quiere seguir teniendo un nombre
en el contexto nacional e internacional tiene que reforzar sus señas de
identidad, tenerlas en cuenta. A nivel internacional hay un gran respeto
hacia la cultura asturiana. Este año el festival intercéltico de Lorient
va a estar dedicado a Asturias, porque la presencia internacional así lo
demanda, después de nuestra participación allí desde hace dieciocho
años.
La Asturias soñada en realidad sería una Asturias mucho más auténtica y
mucho más respetuosa consigo misma. ∆ |