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SUPLEMENTO ASTURIAS  -  AGOSTO 2003

Lisardo Lombardía
 Director del Club Prensa Asturiana

Su inquietud, su pasión por la música y por todo lo cultural ha sido el motor y veneno que le llevó a dejar su profesión médica para involucrarse de lleno en la dignificación de la cultura astur.
En la actualidad Lisardo Lombardía trabaja en el periódico La Nueva España y desde hace quince años es director del Club Prensa Asturiana.

"Nuestra generación quiso demostrar que no hay oposición entre tradición y modernidad"


RECONOCER LO NUESTRO

Texto y foto: Lupercio González

 La idea de este Club empezó siendo un proyecto experimental de seis meses, pero la buena gestión y sus resultados lo han consolidado como un foro importante dentro del panorama cultural asturiano.
Lisardo siempre ha estado muy vinculado al mundo de la música. En su etapa universitaria fue presidente del Coro Universitario, que tuvo una repercusión tanto a nivel nacional como internacional. Por su vinculación con la música tradicional, y junto con otras personas, creó la discográfica Fonoastur, con más de ciento veinte discos editados. También forma parte de un grupo bastante activo dentro de la cultura asturiana, como es la Fundación Beleno.

-¿Eres asturiano o te sientes asturiano?
-Soy asturiano y me siento profundamente asturiano. Para mí es algo inseparable. Yo procedo de Laviana, una zona de la cuenca minera, en donde el habla, el asturiano, siempre fue algo muy fluido. Es una parte de Asturias que tiene una parte muy importante de minería pero que también tiene un mundo rural. No hay que olvidar que Laviana era el último concejo minero del Valle del Nalón, y allí era muy frecuente la figura del minero agricultor, el minero ganadero, razón por la cual las huelgas siempre duraron mucho en Asturias, porque la gente al tener una pata en el campo y la otra en la mina, permitía que el obrero pudiera tener subsistencia propia y aguantar más.

"Los pocos que intentaron hacer una literatura en asturiano, fueron sometidos a una crítica fuerte, y sobre todo, a la ironía"

-¿Existe un reconocimiento serio de la cultura asturiana?
-Creo que existen reconocimientos oficiales escasos, sin embargo hay cada vez más reconocimientos sociales. Tengo la impresión de que hay una generación, la nuestra en parte y las que nos siguieron mucho más, que se sintieron identificados con la tierra, y que apostaron por dignificarla y hacer evolucionar en el mundo actual lo que habíamos recibido como tradición. Nuestra generación quiso demostrar que no hay oposición entre tradición y modernidad. Y ahora existe toda una generación en música, en literatura, en cine, en pintura, que es importante. Citaría como pequeño ejemplo a Xuan Bello y su Historia Universal de Paniceiros; Hevia y el enorme éxito de sus discos como gaitero. Y no sólo es Hevia, hay muchos grupos haciendo cosas muy buenas, como los hermanos Tejedor, que presentaron recientemente su último disco; el grupo Felpeyu, Llan de Cubel... en fin, gente que tiene un reconocimiento internacional. Quitando a Hevia, que es un fenómeno diferente en cuanto a potencialidades intrínsecas, Felpeyu es un grupo que viaja a Australia como quien va a Colloto a tocar, es decir, hace giras de dos y tres meses. Llan de Cubel, otro tanto en Estados Unidos y Xuan Bello está traducido al español y en breve lo van a traducir al francés. Esto es algo que no se puede negar.

-¿Qué le falta entonces al asturiano?
-Hay una cosa que está clara: durante muchísimo tiempo lo institucional, las élites que realmente creaban opinión y eran punto de referencia, veían lo asturiano con cierto complejo, con cierta lejanía, como algo pueblerino, algo a lo que no renunciaron siempre y cuando no estuviera muy presente. Así las élites crearon un cierto complejo.
¿Qué ocurre? Que los pocos que intentaron hacer una literatura en asturiano, fueron sometidos a una crítica fuerte, y sobre todo, a la ironía. Hablo de sus antecedentes a principios del siglo XX. Está el estereotipo, por ejemplo, del asturiano que sirvió para hacer chistes. Detrás de ello existía una lengua que estaba básicamente relegada al mundo rural, que en aquel momento no había sido capaz de transcender hacia un lenguaje más urbano. Renunciar a ella significaba renunciar a la tierra, a la vaca, al patrimonio, a tus condiciones. Frente a eso estaba la modernidad, la industrialización, lo que nos venía de fuera. En esa época, el asturiano económicamente potente se siente muy grandón: "Soy el mejor". Ese orgullo vacuo y un poco faltón yo creo que cambió, no tiene ningún peso en las nuevas generaciones, pero sin embargo pesa en la conciencia colectiva.

-¿Quizás hay miedo a reconocer el carácter propio?
-Una de nuestras virtudes es que somos un pueblo muy solidario, y que es capaz de embarcarse en las aventuras más extraordinarias, sin embargo nos cuesta trabajo identificarnos con nosotros mismos y reivindicar lo propio. En los últimos treinta años surgió una generación que reivindicaba una cultura propia, luego surgió otra fase en la que eso empezó a molestar; ahora creo que estamos en una tercera fase, muy peligrosa, porque quienes podían haber asumido como un bien colectivo todas estas cosas de las que hablamos, las consideró como algo de lo que realmente quería huir. A quienes las defendían se les trató primero de juzgar, pero como no sirvió, inmediatamente les acusaron de lo contrario, de ser nacionalistas. "Se empieza por asturiano y se termina con metralletas", se decía.

-¿Qué ocurrió entonces?
-Pues que realmente claudicaron ante la posibilidad de utilizar eso como un bien común. En veinticinco años se avanzó muy poco, hubo cantidad de problemas, sin embargo como cabezones asturianos, se siguió trabajando en todos estos campos que ahora se empiezan a reconocer, pero no se llegó aún a reconocer este movimiento, que además, en un sentido cultural amplio, es el único de importancia que hubo en el siglo XX en Asturias. El movimiento asturianista, en los últimos veinticinco años del siglo pasado, imprimió un movimiento de tecnificación lingüística y un movimiento literario diferente en toda nuestra lengua, además de un movimiento musical y un movimiento de defensa del patrimonio. A mí me parece que es algo serio, y es extraordinariamente raro que las instituciones públicas no hayan sido capaces de asumir esto como un hecho real.

"Una de nuestras virtudes es que somos un pueblo muy solidario, sin embargo nos cuesta trabajo identificarnos con nosotros mismos y reivindicar lo propio"

-Se dice que la democracia no es el gobierno de la mayoría sino, que es el respeto de las minorías.
-Es que estamos hablando de respeto en derechos civiles. De una manera universal. ¿Cómo es posible que los chiquillos en Asturias no puedan acceder en los colegios, por ejemplo, al aprendizaje de la lengua asturiana? Es un derecho, y además, es voluntario, porque nadie pide ninguna imposición, ni ninguna inversión lingüística, como se dice en otros lados. ¿Por qué los nombres en las carreteras, en los pueblos, en las ciudades, o en los medios de comunicación, no se ponen también en asturiano? Estas preguntas alguien las tiene que responder. No nos vale que nos digan a estas alturas que no hay demanda social. ¿Es que hay demanda social para declarar oficial el lenguaje gestual para los sordomudos? A mí me parece perfecto que las personas incapacitadas puedan tener un traductor, pero, ¿hay demanda social para que eso sea oficial en Asturias? Creo que hay cosas que no tienen un sentido razonable a estas alturas de la evolución social y cultural de esta tierra.

-El asturiano que quiera triunfar o ser reconocido en su tierra, ¿tiene que salir fuera de ella para conseguirlo?
-Algo de eso hay. Aunque internamente algo se mueve, creo que esta tierra sufre ese complejo de inferioridad. Yo he tenido algunas experiencias en ese sentido. Recuerdo mi etapa en el coro universitario, a finales de los años setenta, antes de la transición y en plena transición; donde moverse era dificilísimo. Nosotros hicimos giras por Estados Unidos, por Méjico, por París. Teníamos una buena proyección internacional. En los últimos años que estuvimos cantando, hacíamos una media de cuarenta o cincuenta conciertos en Asturias. Evidentemente hacíamos la misma música aquí que en Nueva York, pero hasta que no empezamos a tener un eco externo, al coro aquí no se le consideraba. Eso, en general es muy español, pero en Asturias se agudiza enormemente. José Angel Hevia era un gaitero que todo el mundo sabía que era extraordinario, porque había ganado todo lo que se podía ganar como gaitero. Todos los concursos se los llevaba de calle. Sin embargo se ganó envidias y más bien enemigos. Cuando triunfó a nivel internacional algún enemigo más ganó y también envidia, pero ya más bien envidia sana.
Yo creo que el asturiano muchas veces toma conciencia de lo que tiene cuando viaja. El alejamiento provoca cosas, como la nostalgia, y se mitifica cuando es muy prolongado. Cuando se vuelve tiene la posibilidad de contrastar y revalorizar realmente lo propio. Se trata de buscar un punto de equilibrio entre nuestro carácter expansivo y esa inseguridad que da la introversión.

-¿Cómo sería la Asturias de tus sueños?
-Bueno, tampoco hace falta imaginar mucho, al menos eso me parece. Me gustaría primero, que conserváramos esta capacidad de ilusionarnos por conceptos y proyectos globales. Vivimos en un mundo global, pero me gustaría que fuéramos cada vez más nosotros mismos. Evolucionar viendo el origen. Creo que es muy importante tener sentimiento de lo propio. Si Asturias quiere seguir teniendo un nombre en el contexto nacional e internacional tiene que reforzar sus señas de identidad, tenerlas en cuenta. A nivel internacional hay un gran respeto hacia la cultura asturiana. Este año el festival intercéltico de Lorient va a estar dedicado a Asturias, porque la presencia internacional así lo demanda, después de nuestra participación allí desde hace dieciocho años.
La Asturias soñada en realidad sería una Asturias mucho más auténtica y mucho más respetuosa consigo misma. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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